Capítulo XV

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Capítulo XV: Laberinto de recuerdos, parte 2.

El joven Kaeya y Diluc siguieron caminando por el terreno desordenado hasta dar con una puerta suspendida en el aire en medio del campo abierto. Pese a la falta de un marco o construcción física que la mantuviera en pie más que el vacío, Diluc realmente no pudo sentirse sorprendido por lo surrealista de la visión frente suyo, tampoco lo hizo cuando el joven sin hacerse esperar se adelantó para sujetar el pomo y revelar lo que se ocultaba detrás.

El vistazo desde el otro lado de la puerta mostraba una pequeña parte del salón de la casa principal en la ciudad, y para ser solo una parte del cuadro completo, se veía simplemente magistral con sus pisos encerados y enmuebles de carpintería fina, aunque tal vez la percepción del pelirrojo se estuviera tiñendo de anhelo, embelleciendo su imagen de forma desproporcionada.

-Recuerda no distraerte- Kaeya advierte justo antes de dar el primer paso hacia dentro de la nostálgica mansión -este lugar está realmente desordenado, es casi como abrir un baúl de juguetes viejos... -él dice esto último para si mismo, pero fue escuchado por su acompañante de todos modos.

-¿A qué te refieres con desordenado? - ignorando la advertencia, simplemente caminó hasta el lado de Kaeya cuando este le hizo un sitio para que hiciera su propio camino a través del marco invisible de esa extraña puerta.

-Compruébalo tu mismo- contestó él, de forma poco complaciente y al mismo tiempo graciosa, pero Diluc no tuvo tiempo para enfurruñarse por el tono pícaro del chico, y en cambio, usó sus propios ojos para comprobar las palabras del moreno con aspecto de gato mojado.

En efecto, dentro de la casa reinaba un caos similar al que vio cuando entró a la bodega durante su juego con el pequeño Kaeya, sin embargo, quizás era un poco injusto compararlos pues la situación aquí era varias veces peor. Más que estar lleno de vida, el lugar estaba hacinado de recuerdos, miembros del personal yendo y viniendo, sombras de su propio rostro, del de Kaeya y del de su padre dispersos en todos los lugares, eran tantos que se superponían unos a otros en una amalgama desfigurada y arrebatada de identidad, algunos estaban tan intrínsicamente mixturados que daban la sensación de que el dueño de ellos los había mezclado por accidente.

Diluc observó con ojo de halcón todo a su alrededor, intentando encontrar sentido a lo que sea que esto podría significar dentro de la psique de Kaeya, pero al final solo se quedó con una emoción sobrecogedora en el centro de su pecho que lo dejaba sin aliento; era especialmente frustrante no entender el por qué.

-¿Por qué este lugar está tan saturado? - pregunta en cambio, aunque solo cuando finalmente es capaz de tragar el nudo en su garganta.

-... La mayoría de nuestros recuerdos están en esta casa- el joven contesta después de un deliberado silencio, dejándose ver ligeramente melancólico cuando observa distraídamente las amorfas sombras de un pasado que él mismo sigue repitiendo en carne propia, incluso cuando solo eran la constante reverberación de un eco lejano, resquicios de algo demasiado desgastado que se esforzaba por conservar. Ah, pero es tan solo un instante de debilidiad lo que se permite, pues su cara pronto recupera su carismático humor habitual. -¿No es por esa misma razón que te deshiciste de ella? - la pregunta cae con naturalidad y es articulada con una lengua especialmente afilada, pues sabe que ha acariciado sin benevolencia una fibra sensible.

-Kaeya- el pelirrojo lo llama en un ladrido brusco, pero el joven ya se ha asegurado de caminar frente suyo para darle la espalda. Al ritmo de sus pasos, su cabello deja gotas de agua siguiendo su rastro mientras se dirige sin prisas ni pausas hacia las escaleras que dan al segundo piso.

-Apresúrate- dice cuando no escucha las pisadas de Diluc seguirlo, pero tampoco hay esmero en voltearse para corroborar su ubicación. El pelirrojo sisea, pero reprime el caos en su corazón que bien iguala o supera al de la casa. Las palabras que quiere decir parecen quedarse entre sus puños fuertemente apretados que caen pesadamente a cada uno de sus costados, los nudillos se vuelven blancos tras el cuero del guante que rechina por la presión.

En el ojo de la Tormenta - Genshin ImpactDonde viven las historias. Descúbrelo ahora