Capítulo XIV

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Capítulo XIV: Laberinto de recuerdos

Detrás de la puerta, el paisaje que los esparaba podía ser descrito en una sola palabra: extraño. Parecía un puzzle hecho a partir de piezas restantes de rompecabezas que nunca encajaron, formando un mosaico bizarro de lo que se suponía que era parte de la infraestructura de la mansión principal de los Ragnvindr, campo abierto de las fértiles tierras del viñedo, las calles escalonadas de la ciudad e incluso partes de lo que si se observaba con un poco de atención, se distinguía como la biblioteca de los caballeros de Favonius junto a pedazos de la biblioteca personal del maestro Crepus. Era una quimera extraña de la cuál casi parecía un juego adivinar de dónde venía cada cosa, y Diluc estaba participando activamente en ello como quien pacientemente trata de desenredar una bola de estambre, o eso hasta que un ruido desde alguna de las esquinas a las que no había mirado aún llama su atención.

-¡Grandes palabras para un Don Nadie!- el ruido es en realidad una voz masculina, empleando un tono bastante irritante de oír. Diluc se gira frunciendo el ceño, para que este pronto se alce hasta la altura de la línea que divide su frente de su cuero cabelludo cuando ve a un joven de cabello azulino recibiendo un brusco empujón  y retrocediendo un par de pasos a razón del mismo. Diluc fuerza a su cerebro a entender la situación, dado que el instigador usa la armadura formal de los caballeros, salta a la vista que es parte de la Orden, y sin embargo, no es capaz de reconocerlo a esta distancia, también es raro que ambos se encuentren discutiendo en el área de práctica, tan cerca de la sede y expuestos a que sean reprendidos por su mal comportamiento que faltaba a la ética del manual.

La reacción de Kaeya al empujón es inmediata y al mismo tiempo pasiva, nada más sonriendo tan descaradamente como sus labios se lo puedan permitir.

-¿Vaya?, eso no fue muy caballeresco de su parte, quizás deba releer el reglamento interno de nuevo para refrescar su memoria- cuestiona inmutable, sacudiendo polvo inexistente desde donde el otro hombre se atrevió a posar sus manos- aunque supongo que no hay necesidad, para alguien con tantos trapos sucios, he de suponer que su persona está más allá del arreglo- el joven suelta el insulto con ligereza, pero el puño que se estira para agarrarlo por el cuello de su camisa es duro.

-Deja de decir babosadas y saca tu espada si realmente crees que tienes derecho a cuestionarme- el hombre exige con un tono menos que amable y con la afilada espada aún en su funda en la mano restante, lo que provoca que las cejas de Diluc vuelven a fruncirse en señal de disgusto, y con una mueca que se muestra en sintonía con el sentimiento, da un par de pasos hacia el lugar de la discusión, decidido a ver el rostro de aquel vergonzoso intento de caballero. Lástima que la duda se quedaría con él, pues solo después de que avanzara dos pasos su marcha se vio interrumpida por el propio Kaeya, que empapado de pies a cabeza, se para justo frente suyo para impedirle ver mucho más de la escena.

-Ese no es el camino correcto- advierte con voz indiferente pese al gesto serio que se ve empañado por las gotas de agua que se deslizan sobre sus mejillas - si te quedas demasiado tiempo viendo el recuerdo incorrecto podrías tomar un camino erróneo y terminar perdiéndote, así que intenta no distraerte demasiado durante la marcha, ¿bien? - Kaeya ofrece una sonrisa, pero es mucho menos mansa que cualquiera que hubiera hecho hasta ahora. "Está menos practicada" se encuentra pensando el pelirrojo cuando se da cuenta de que, de hecho, el Kaeya frente suyo parece ligeramente más honesto con sus expresiones a comparación con el Kaeya actual. Esta versión de Kaeya era menos experimentada, o tal vez Diluc se había vuelto más agudo para percibir ese tipo de cosas, pero cualquiera sea el caso, parecía mucho más fácil leer las expresiones del otro, aunque seguía siendo mentalmente agotador y enrevesado de comprender.

-Indica el camino- dice entonces, porque no está interesado en apretar cuales fuera que sean los botones de este Kaeya, no había tiempo de sobra y tampoco disfrutaba de tales actividades, a diferencia de cierta otra persona. Kaeya debía estar en la misma página que él, porque no contestó con nada más que silencio cuando volvió a retomar el camino. Los sonidos de la discusión se calentaron a sus espaldas, pero esta vez Diluc no se volteó.

En el ojo de la Tormenta - Genshin ImpactDonde viven las historias. Descúbrelo ahora