☆ 28

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El almuerzo había sido incómodo para ambos, sobre todo porque Tristán estaba algo rígido en el comedor

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El almuerzo había sido incómodo para ambos, sobre todo porque Tristán estaba algo rígido en el comedor. Aun no les habían llevado el almuerzo, pero ver que Marjory revisaba algunos papeles le daba curiosidad.

— ¿Cuáles son los negocios que tenemos? — preguntó buscando un tema de mutuo interés, uno que no lo llevará a conflictos.

Marjory alzó el rostro y lo miró con sorpresa, ella no esperaba que él preguntará, incluso llegó a pensar que pelearía un rato más por la casa.

— Una cafetería y una tienda de ropa para Dama — contesto mirando al General.

Él frunció el ceño — ¿Entonces por eso retiraste mis inversiones? — él no entendía.

— Ah, bueno, yo... — ella no supo como contestar.

Un suspiró cansado vino de Tristán — ¿Dónde quedan estas tiendas? ¿Qué tan bien está nos está yendo? — preguntó incluyéndose adrede, ella se lo debía, después de haber vendido su preciada propiedad.

— Están en la ciudad — contestó mirándolo — nos está yendo bien — sonrió cortamente.

Él asintió — Pienso invertir en una nueva tienda de ropa que está de moda en la ciudad — contó su plan tratando de no dejar morir la platica — se llama Libender, mi hermana, Kayla quiere visitar la tienda — murmuró.

Marjory se rió, era extraño verlo tratando de ser decente, ya no se comportaba como un troglodita.

Tristán frunció el ceño ante la clara burla de ella por sus palabras, estaba por decir algo hiriente, cuando la puerta se abrió y Ágata entró con la comida de ambos. La mujer les sirvió pero la mirada que le daba era claramente de repulsión.

— Libender y Hoortland son nuestras tiendas, General — Marjory contesto con dulzura y él la miró sorprendido.

Había perdido la cuenta de cuantas veces ella lo había dejado sin palabras.

— Tu personal, nunca pensé que no obedecerían mis ordenes — Tristán comentó después de un momento, Marjory ya había empezado a comer.

Marjory ladeo la cabeza — ¿Qué les pediste que hicieran? — pregunto curiosa.

— Los despedí, pero resulta que solo te obedecen a ti — gruñó descontento.

Marjory se rió — Bueno, ahora sabes lo que se siente que no te escuchen — se encogió de hombros.

— Yo no voy por ahí ofendiendo a la servidumbre, robando vestidos de mi hermana, atacando a mi suegra e ignorando las cartas de mi esposa — acusó con ojos entrecerrados.

— Menos mal, amor — Marjory asintió satisfecha —porque yo tampoco — su respuesta fue astuta.

— Quiero a mi personal de vuelva — Tristán ordenó — Bueno, lo haré amor, pero con una condición — sonrió con cariño.

Lα Lεccισ́и dε lα SαитαDonde viven las historias. Descúbrelo ahora