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Después de lograr una victoria en conjunto, Liz y Marjory se retiraron a la habitación qué se le fue asignada a la joven Silas, Patrick estaba en la suya

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Después de lograr una victoria en conjunto, Liz y Marjory se retiraron a la habitación qué se le fue asignada a la joven Silas, Patrick estaba en la suya.

El General llevó a los señores Silas hasta la habitación que les habían asignado y dejó a Mateo encargado. Ahora la mayoría del personal no se portaba tan hostil con el General.

La puerta de la habitación de Elizabeth fue tocada, al abrir, Patrick estaba ahí.
— Nunca espere que tus amenazas sean tan aterradoras — se burló entrando a la habitación de su hermana.

Las dos mujeres se rieron.

— Es la única manera para controlar su vicio por las apuestas — Marjory suspira.

— ¿En qué lugar trabajara mi padre? — Patrick parece preocuparse.

Marjory tararea — Trabajará en un lugar llamado Rizgar — contesta — básicamente es la cuna de las plumas estilográfica — murmuró.

— Si lo pones a cargo, le darás acceso a que te robe — Elizabeth suelta con tono apesumbrado.

Marjory se rió — Lo sé, por eso no estará a cargo, de hecho, será un empleado más, no habrá trato especial y tiene que firmar su entrada y salida, además de que su pago será dado a su esposa, mi tía Clara y se mantendrá monitoreo sobre él, no dejarán que llegue a la casa de apuestas — explicó.

Los hermanos Silas estaban sorprendidos, aquello era algo que no esperaban en absoluto.

— ¿Qué pasa si eso no funciona? — Patrick preguntó.

— Hay un método que será mucho más duro para que entienda su situación — los miró a ambos con seriedad.

— Solo espero que esto funcione — los hermanos Silas dijeron al unísono.

El General llegó a buscar a su esposa en ese momento, interrumpiendo la conversación, acababa de llegar una invitación para Marjory del Ducado Bastián.

Marjory se disculpó y les dejo la libertad de deambular por la casa hasta que se reunieran, en media hora en el kiosko para tomar el té.

Caminando de la mano ambos llegaron a la oficina compartida, el General Sigfred miró curioso el sobre y el sello que había en la carta, incluso la letra era diferente a la del Duque.

— Es de Julieta — Marjory sonrió con cariño, era la primer amiga, fuera de Liz que hacía en ese mundo.

— Veo que realmente se agradan — sonrió con incomodidad el General.

— Claro, ella es encantadora — asintió y luego se rió — me ha invitado oficialmente a ir junto a ellos a un evento de caridad — lo miró — ¿vendrás conmigo? — preguntó.

El General lo pensó — ¿cuando es? — preguntó.

Marjory miró la fecha — es dentro de cinco días — contestó mirándolo con ojos de cachorro.

El General la miró con una mueca, dentro de cinco días tenía que ir al Ducado de Daigo por órdenes de Bruno.
— Lo siento, ese día tengo que ver al Duque Daigo — suspiró acercándose y rodeando con sus brazos el esbelto y curvilíneo cuerpo de su esposa.

Beso su coronilla, cuando ella suspiró desganada.

— Es una pena, hubiera sido bonito poder ir juntos — ella murmuró desde la comodidad de su pecho.

La puerta fue tocada, después de un "adelante" de Tristán, Ágata entró a la oficina mirándolos abrazados.

Ellos no se separaron.

— Maestros — Ágata miró brevemente a Tristán, él no le agradaba mucho — los señores Silas están esperando en el kiosko — expresó.

Marjory se sorprendió — Bueno, vamos entonces — murmuró su respuesta.

Ambos salieron, en el camino se encontraron con Patrick y Liz, Liz se acercó a Marjory y le preguntó, en un susurro que era más bien audible para todos, lo que divirtió al General.

— Mar — Liz hizo un puchero — exactamente a quién voy a curar, ¿a las personas que tú no puedas sanar?, Mar, a este paso me convertiré en forense — se quejó.

Las risitas de Patrick y Tristán fueron ahogadas en toses cuando la mirada severa de Marjory los golpeó, Liz seguía haciendo pucheros.

— No quiero estar detrás de un escritorio, quiero poner mi consultorio y atender a personas que no pueden ser tratadas por la iglesia — expresó su sueño.

Marjory sonrió con cariño, esta era una de las razones por las que tanto le gustaba Elizabeth Silas, era genuina.

— Lo sé, y eso pasará, lo único qué debes agregar en tu sueño es que te apoyaré en cada paso — Marjory sonrió — empezaremos apoyando las obras de caridad que el Duque Bastián tiene a su cargo, luego, cuando nuestra estabilidad económica sea óptima, abriremos una clínica ambulante — contó su sueño, reforzando el sueño de su prima.

Patrick tenía la mirada brillante, maravillado de ver finalmente el deseo de ayudar innato de una Santa, su cuerpo estaba con el vello erizado, escalofríos recorrían su columna.

Elizabeth la miró con ojos llorosos — hay muchas cosas que deseo hacer por las personas que el templo rechaza — su voz sonó algo baja y llorosa —, pero saber que estarás ayudándome, respaldando cada paso que de es suficiente para mí — asintió abrazando a su hermana.

Marjory era una hermana para ella, no importaba que no compartieran útero, como lo era con Patrick, ni si sus padres eran distintos, habían lazos que eran mayores y superaban cualquier cosa.

El General sonrió, su esposa era realmente adorable, él estaba dispuesto a apoyarla, seguiría a esa mujer incluso a la línea de fuego para mantenerla a salvo, junto a él, compartiendo el amor que durante tres años se les fue negado.

Finalmente llegaron al jardín y el kiosko se alzó, elegante frente a ellos, los señores Silas ya estaban acomodados, viendo curiosos los bocadillos que les habían servido.

Patrick los conocía, eran los muffin de vainilla con crema pastelera de fresa que tanto le gustaban, Liz incluso se rió alegre al ver los muffin de chocolate y arándano que le gustaban.

Todos se sentaron, degustando de los ricos bocadillos, el sabroso té de rosa y miel que se servía en la casa. Una parte del jardín estaba ya siendo preparado para las rosas del General. Él al ver la escritura finalmente pudo hacerlo, sobre todo después de contarle el rico aroma a rosas que desprendía el cuerpo de Marjory cada vez que usaba su don.

Lα Lεccισ́и dε lα SαитαDonde viven las historias. Descúbrelo ahora