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Marjory cuido con especial cariño del General, él se sentía bien, y al igual que su nuevo inquilino ambos estaban agradecidos por los cuidados de la chica

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Marjory cuido con especial cariño del General, él se sentía bien, y al igual que su nuevo inquilino ambos estaban agradecidos por los cuidados de la chica

Los dos hombres habían alzado sus banderas blancas y entraron en una tregua, solo para dejar de recibir los golpes de Marjory, ella pegaba duro.

Debido a que cuando sus estados de salud por la maldición que los agobiaba ninguno había asistido a la reunión en el palacio, por el contrario enviaron a sus representantes. En otros tiempos eso no hubiera sido aceptable, pero dado las circunstancias, se permitió.

Tristán había estado callado y pensativo desde que Marjory había ayudado a mejorar su salud el rico aroma a rosas lo estaba ahogando, no de un mal modo, sino que parecía aplastarlo.

Esa mañana se sentía mejor, no había podido salir a correr y hacer los extraños ejercicios de su loca esposa, pero había apreciado la forma en que sus suaves curvas se marcaban cuando regresaba sudada.

Se sentía extraño estar compartiendo la cama y a veces cuando ella estaba dormida la miraba durante horas.

Se sentía culpable.

Por haber acusado a su esposa de ser ella quien lo había maldecido. Las palabras que ella le había dado calentaron su corazón y su culpa creció mucho más, ya se sentía mejor, pero su mandona esposa lo dejaba hacer lo mínimo.

Él no podría quejarse de los mimos de su esposa, se quejaba de ser un imbecil con ella y de las malditos emociones confusas que amenazaban en triturar su mente y arrancarle el corazón.

Y oh, los malditos celos, jamás había sentido celos por otra mujer que no fuera Isabela y ahora estaba aquí muriendo por la forma excesiva en la que el Duque Bastián quería estar cerca de su esposa.

¡Ya le había robado una mujer!

Y el bastardo parecía empeñado en robarle a su esposa.

Ahora, los tres estaban en la oficina, un nuevo escritorio se había instalado, ya no eran dos, eran tres. Aquello lo molestaba, sobre todo porque el Duque había decidido quedarse en su casa.

Marcus, el mayordomo entró con una bandeja llena de cartas, se movió en orden, primero fue hacia su esposa, luego el Duque y por último él, era el último en todo porque no solo había acusado a su esposa de maldecirlo también había tratado de agredirla.

Ellos lo sabían.

Dos jóvenes estudiantes a caballero estaban siempre cambiando guardia, buscando aprender las funciones de sus mayores y eso le agrado. Al menos sabía que su gente se preparaba para protegerla cuando estuviera lejos.

Su gente, Tristán suspiró, había reunido a todos y despedido a la joven que había dañado a su esposa, no importaba si Marjory se había curado, lo caliente que se sentía fue suficiente para saber que era muy doloroso.

No podía olvidar su rostro lloroso.

Por eso había exigido a todos sus sirvientes que quien no estuviera satisfecho con Marjory se fuera, él no tendría a su lado personal que no supiera servir a su señora, detestaba a los incompetentes, se sorprendió al verlos de rodillas pidiendo perdón.

Aunque cuando se encontró con Romulo se dio cuenta que él no estaba entre su personal. — Soy neutro, maestro, los sirvo a ambos — el viejo Romulo le había dicho

La risita de Arturo hizo que Tristán saliera de sus pensamientos, lo miró mientras le lanzaba una bola de papel a Marjory.

Ella negó divertida.

— Interrumpes mis pensamientos — Marjory le saco la lengua al Duque y ese simple acto hizo que algo en Tristán se encendiera.

Una maraña de molestia se alojo en el estómago del pelinegro.

Arturo se rió divertido, lanzando una mirada triunfante al General — ¿Acaso eso no es bueno? — se burló.

Marjory hizo un puchero.

Ambos hombres se quedaron sin aliento ante lo adorablemente hermosa que se veía. — No, porque retrasas mi negocio — sonrió.

Arturo se levantó de su asiento y caminó hasta donde ella estaba, Marjory lo miró atenta, apreciando la belleza del rubio.

Tristán apretó los puños al ver su cercanía, después de unos cuantos días ambos parecían ser cercanos, demasiado para su propio gusto.

— ¿Qué es esto con exactitud? — Arturo miró los extraños dibujos que estaban sobre la mesa de la pelirroja.

Marjory se sorprendió, esta era la primera vez que un hombre fuera de sus socios y trabajadores se interesaba por lo que estaba haciendo. Su mirada sin quererlo se dirigió hasta Tristán, ambos se miraron por cortos segundos

— Esto es una pluma estilográfica — Marjory contestó, su voz suave invito a Tristán a acercarse.

Arturo le dio una breve mirada y lo ignoró mientras la pelirroja explicaba cuál era su función, ambos hombres apreciaron el dibujó y vieron con interés cuando Marjory les mostró una caja donde la pluma estilográfica reposaba.

— Sorprendente — Arturo comentó, fascinado con la manera en como la tinta estaba dentro de la pluma, y la forma de esta hacia que fuera más fácil escribir.

— Su diseño es cómodo y elegante, además de que facilita mucho la escritura — Tristán aportó alabando el trabajo de su esposa.

Marjory sonrió, su sonrisa encantadora hizo que ambos hombres parpadearan, aturdidos por la belleza de la joven.
— Me alegro que les guste — ella miró a su esposo a los ojos — estarán en venta dentro de dos meses — comentó — este es el prototipo, ahora solo faltan los nuevos modelos y las cargas de tinta para cuando se queden sin ella — explicó.

— ¿Podrías avisarme días antes de que los uses? — Arturo preguntó con una hermosa sonrisa que enrojecio las mejillas de la dama.

— Bueno —Marjory accedió.

Tristán estaba por decir algo, pero no supo como competir con Arturo, él ya había metido lo suficiente la pata con Marjory, tanto que ni siquiera estaba seguro de lo que quería, por eso había mandado días antes de ser maldecido a que investigaran los eventos de aquel día, donde había conocido a quien lo salvo. Quería saber quieren era Marjory, pero los tres años amando a Isabela cubrían con dolor su corazón.

Ellos siguieron hablando de lo bien que iba el negocio, Arturo incluso le juro que sería leal con su benefactora, aseguro que solo compraría ropa hecha en Libender, porque él ya sabía que ella era la dueña, así como comprar en Hoortland, la apoyará hasta el final.

Para muchos era desconocido que Marjory Sheridan de Sigfred era la propietaria de dos prestigiosas y famosas tiendas, una cafetería y una tienda de ropa para Dama y Caballero.

Lα Lεccισ́и dε lα SαитαDonde viven las historias. Descúbrelo ahora