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El viaje en el carruaje me ayudó a despejar mi mente, Ignacio, Evans y Ágata son excelentes compañías

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El viaje en el carruaje me ayudó a despejar mi mente, Ignacio, Evans y Ágata son excelentes compañías.

Mis ojos recorren la tienda de ropa, veo el logotipo de una Rosa y el nombre de la tienda tallada finamente en la madera, su color rojo resalta hermosamente del color verde de fondo y las letras en negro combinan bien.

— ¿Es de su agrado? — Jared, un joven artesano me mira con nerviosismo, agarrando su ropa con temor.

Lo había visto la semana anterior haciendo unas pequeñas obras y se me ocurrió instalar un pequeño póste con letrero colgante, actualmente no hay nadie que use la publicidad de ese modo. Por otro lado, su talento me dejó satisfecha.

— Sí — afirmó pasado mis dedos por el delicado nombre del local,— Libender — susurró y lo escucho suspirar aliviado.

El se inclina y ne agradece, he pagado muy bien su trabajo, es padre de dos niños y uno de ellos estaba enfermo, lo sane, no para ganarme su confianza, sino porque sentí que era necesario.

— Bueno, me gusta tu trabajo así que te pediré que elaboren uno igual, esta vez en lugar de que diga Libender, dirá Hoortland — comentó y lo veo asentir.

— ¿Qué colores debo usar? ¿La rosa debo tallada o prefiere algo más? — preguntó.

Esta vez hablo sobre una rosa con el tallo largo y sus hojas sobre un libro y a su lado una taza de café, el me mira y asiente una vez que le muestro el dibujo y tras eso se marcha alegre con una bolsa de dinero como su pago.

Me giró y veo al resto del personal viéndome, todos esperan con calma por mis siguientes órdenes, en ese momento el carpintero llega con los estantes de ropa que he diseñado.

Son colocados en los lugares que había estipulado y dejo a Ágata a su cargo, me muevo donde están los sastres nerviosos y avergonzados por las prendas tan reveladoras que he pedido que hagan.

Ninguno de ellos se sentía seguro por lo que estaba pidiendo que elaborarán, pero estaba segura de que pronto descubrirían las ventajas de ellos. Ah sido poco tiempo para tener todas las prendas de ropa que la tienda necesita pero es bueno saber que ya estamos abasteciendonos.

— Todas sus prendas están listas, Señora — la encargada de la tienda de damas me informa, ella tiene experiencia en ventas y se mostró muy abierta a la innovación de la ropa.

Camino con ellas hasta el probador y me tallo la primer muda, una pantalón cómodo y ajustado  de color beige que resalta mi esbelta figura, una blusa de manga corta morada con cuello en V y me siento cómoda, tranquila.

Ya extrañaba usar este tipo de ropa.

En el probador hay espejos y aprecio lo bien que me queda la ropa, ya tengo un tiempo haciendo ejercicio y aunque los resultados no estén al cien, me ayuda a mantener una buena figura.

Salgo del probador y muestro las prendes puestas en mí, veo reacciones diversas, mucha vergüenza esta presente pero las damas pueden ver que los varones presentes aprecian el cambio.

Mis ojos ven a Evans y luego a Ignacio, ambos están sonrojados.

Sonrió y vuelvo a probarme otro conjunto, esta vez es un vestido azul rey, con encaje en el pecho, de manda corta y hombros expuestos, bolado de la cintura hacia abajo y una cala larga en la parte de atrás.

El aliento de todos se contiene y sonrió, satisfecha, estoy segura de que los otros vestidos quedarán fenomenal. La ventaja de este local, es que los vestidos son adaptables dado que esa era la costumbre.

Después de haber obtenido mi nueva ropa y enviarla al carruaje, los accesorios como sombreros, zapatos, y bisutería me fueron presentados.

Las cosas estaban yendo bien.

Lo mejor de todo es que las tiendas tenían colocados cortinas para evitar que el interior fuera visto por alguien. Daba privacidad y misterio, justo lo que necesitaba para que mi negocio floreciera.

Después de conversar con los sastres y sus ayudantes, donde me mostraron la manera en como mis dibujos habían sido adaptados quedé satisfecha, estaba por irme cuando Ágata apareció con seriedad.

— Mi señora — se inclinó respetuosa — tiene una visita — murmuró mirándome con seriedad.

Por un momento creí que se trataba de la Marquesa, pero cuando le pedí que lo llevara al salón de espera bellamente decorado en la tienda y vi entrar al hombre casi se me sale el corazón.

Me puse de pie de un brincó, mi cuerpo se puso rígido y a sus ojos eso no paso desapercibido.

— Señor Sigfred — me incline en una venia respetuosa.

— No es necesario tanta formalidad, somos familia — contestó.

Mi rigidez me impidió responder, mi mente estaba dándome vuelvas en busca de una razón por la que él me buscaría y nada vino a mi mente.

— No me atrevo — contestó mirándolo con preocupación.

— ¿Podemos charlar? — pregunta mirándome con calma.

Asiento y le indico donde sentarse.

— Me di cuenta que compraste dos locales — comenra con calma y la tensión en mi cuerpo aumenta — mi esposa e hijos no lo sabrán, al menos, no de mi parte — expresa con seriedad — he investigado lo que me dijiste, aun en contra de mi buen juicio — frunce el ceño.

—Y no ha encontrado nada, más que las palabras de mi madre diciendo que soy una mentirosa y digo cualquier cosa para compensar mi poder roto — ruedo los ojos y me cruzó de brazos.

— Entonces lo sabes — el afirma y yo asiento — todo lo que dijiste, fácilmente puede ser tomado como que Bela te lo confío y tu solo estas tratado de robar su lugar — entrecerró sus ojos — respecto a lo de tu poder roto, he preguntado, algunos dicen que es cierto y otros afirman que no es verdad — expresó.

— ¿Es suficientemente razonable para generar una duda? — preguntó con calma.

—Sí — el afirma — aunque lo que más llama mi atención es el hecho de que la historia de como el duque es un villano que se interpuso entre mi hijo y Bela me parece aún curioso, nadie está al tanto de eso y el duque ni siquiera conoce la relación de mi hijo y Bela — expresó con calma.

Me quedo en silencio y asiento —También lo investigue hace unos días — mentí con facilidad — he llorado de amargura por eso, mi madre me dio en matrimonio para tapar el amorío de Bela y ella pudiera escalar hasta ser una duquesa — niego con tristeza.

El silencio entre nosotros se vuelve incómodo y la manera en como me mira me hace pensar que no me cree del todo, y esta bien, de todas formas, no estoy mintiendo.

El saca un pequeño cuchillo y extiende su mano — ¿Puedes sanarme?  —pide y yo asiento, pronto el cuchillo atraviesa su piel en un corte profundo, la sangre se derrama y sujeto su mano enviando mi energía vital curando su herida y mientras mi energía recorre su cuerpo me doy cuenta de que hay una lesión en su rodilla derecha, la sano y luego lo veo.

Sus ojos me miran con interés y calma, su sonrisa es agradable e incluso puedo ver como su piel se ve tersa y clara.

— He sanado su mano y su rodilla —le digo como ocurrencia tardía, el limpia su mano llevándose los restos de la sangre con su pañuelo y mueve su pierna derecha con emoción.

— Puedo ver eso — sonríe —Te creo, y puedes confiar en mí cuando me necesites — comenta dejándome sorprendida y satisfecha.

— Gracias, espero que no se retracte de sus palabras — contesto con una sonrisa corta.

Después de esa conversación regresamos a la mansión que la duquesa me ha dado, muchas cosas han pasado en este tiempo y aunque todo se siente bien, tengo miedo de que algo malo pase pronto.

Lα Lεccισ́и dε lα SαитαDonde viven las historias. Descúbrelo ahora