II

910 68 13
                                    

"los mejores momentos duran minutos"


—Las rosas rojas son hermosas —comentó mientras ambos caminaban por el gran jardín, era incluso más lúgubre que la sala de estar, pero bello de igual manera.

—En invierno se ve hermoso, las hojas son más oscuras y el color que destaca a las rosas es más potente, casi como un rojo sangre.

Estaba perdida en la vista, pero se desviaba para verlo cuando las palabras salían de sus labios, sonaba tan tranquilo pero a su vez se veía preocupado.

—Envidio su libertad...

El chico seguía con la mirada perdida, aunque no pareciera por su cabeza pasaban millones de cosas y el no podía controlar ni una.

Se sentía triste, pero no quería que ella lo supiera, la veía tan pura que si se abría y le contaba por lo que pasaba no podría volver a verla a la cara sin sentirse culpable de ensuciar su inocencia.

No lo decía de una manera sexual, jamás se atrevería a ponerle un dedo encima con esas intenciones y mucho menos imaginársela, era una oscuridad diferente, lo carcomía y cada vez se sentía más débil.

—¿Te preocupa algo? —le preguntó con delicadeza, no quería interrumpir sus pensamientos pero la estaba matando la curiosidad.

No contestó, solo negó con la cabeza.

—Me hace feliz compartir este momento contigo Bárbara, y me siento mal por no poderlo hacer también con mi hermano —bajó la cabeza unos segundos, recordando cada palabra que había dicho, se habían herido mutuamente sin necesidad de varitas o artilugios filosos.

Escucho con atención cada palabra que salía de sus labios— Espero que no me juzgues por lo que voy a hacer, es algo a lo que me obligaron —murmuró casi inaudible.

Abruptamente se detuvo y tomó ambas manos de la joven haciendo que se desconcertara— Jamás lo haría y lo sabes —los labios de Bárbara se juntaron en una fina línea.

—Quiero que sepas que eres una gran mujer, disfruto de tu compañía como la de nadie en el mundo y admiro esa sonrisa tan genuina que se forma en tus labios, me trasmite paz interior —dijo serio pero unas piscas de dulzura se mezclaban.

—¿Pasa algo Regulus?... me estás preocupando.

—Yo... quería —no podía decirlo, no podía arruinar su vida a tan temprana edad, pero era su única opción, estaba contra la varita y la pared.

Todavía tomando sus manos, se arrodilló frente a ella, con solo una rodilla tocaba el suelo, levantó la vista y sus ojos se conectaron.

No debía, estaba mal, era algo de bárbaros.

Se relamió los labios, tragándose cualquier pensamiento no deseado por sus padres —Yo deseaba saber... si tú, Bárbara Crouch ¿Me harías el honor de ser mi esposa?— sonrió mirando la infinidad de sus ojos, era hermosa por donde la vieran, pero estaba en desacuerdo ante la gran diferencia de edad, ella debía vivir muchas más cosas el no podía entrometerse así como así, además de que ya estaba arruinado y su consciencia lo carcomía, no deseaba que lo hiciera el doble cuando ella estuviera involucrada.

Su madre le había hablado sobre el matrimonio, pero nunca pensó que pasaría tan rápido. De todas maneras le gustó, sus ojos empezaban a ponerse llorosos y el joven frente a ella era perfecto en todo sentido, se sentía como en los libros de romance que tanto disfrutaba leer.

Asintió con efusividad, cuando Regulus se levantó se puso tensa y nerviosa por si la llegaba a besar, nunca lo hizo pero había leído que era el mejor sentimiento que una mujer podía sentir.

Pero él lo notó y solo la acercó a sus brazos para hacerla sentir protegida, era lo único que quería para ella, protegerla eternamente.

[...]

¡Ravenclaw!

Regulus había estado orgulloso de ella, según él pocas personas lograban entrar y se sintió especial, él siempre la hacía sentir especial.

Quito cualquier estereotipo que a ella le habían inculcado, formando una nueva definición de cada casa, que no todos eran malos o buenos, también habían intermedios.

La boda sería cuando ella tuviera sus trece años, tendría que esperar, pero no le importaba para nada, por él... esperaría lo que sea necesario.

Por ahora, la hizo jurar que se dedicaría a sus estudios y que no se preocupara por nada, ya habría tiempo para hacer cosas juntos, tenían toda su vida.

O al menos eso creían.

Un treinta de noviembre, pasó.

Un elfo, que reconoció por haberlo visto detrás de su prometido una que otra vez, apareció en la mañana.

Le entregó una carta, la cual tenia firma, Regulus Black.

Se puso tan feliz al leer su nombre, próximamente ella seria Bárbara Black, su estomago se llenaba de mariposas de solo pensarlo.

El elfo harapiento no se marchó, su mirada estaba perdida pero el ceño fruncido lo hacia parecer malhumorado.

Abrió la carta sin importar nada, leyó todo lentamente pensando que era una carta de amor y quería memorizarla por completo.

Pero se arrepintió...


Mi querida Bárbara:

Me da lastima decirte, que si recibiste esta carta, cosas malas pasaron.
Proponerte matrimonio y crear ilusiones en tu cabeza que lamentablemente no se van a cumplir, fue algo que me obligaron a hacer, tu eres solo una niña y desde donde estoy me siento culpable.
La situación empeoro drásticamente, intente ser un héroe, pero fallé.

Cabe mi propia tumba en el proceso y lamento decirte que estoy muerto.

No quiero que sufras por mi, siéntete orgullosa porque hice algo bueno, mi hermano no estaba del todo en lo correcto.
Nuestros últimos momentos juntos, siempre van a ser mi mejor recuerdo, esas rosas de las que te hablé con tanta pasión, me recuerdan a ti; tan bellas, tan puras y brillantes.

Espero encuentres a alguien que te haga feliz eternamente.

Millones de besos y abrazos, tu siempre amigo:

Regulus Black.

Esas semanas no logro contener su llanto, leía la carta torturándose cada día más, había una herida grande en su corazón, el cual parecía haber desaparecido y dolía, no la dejaba respirar.

Había creado una especie de apego emocional hacia el joven Black, uno que dolía ya no tener, dolía no tenerlo a el.

Nunca había sentido este tipo de dolor, era algo tan diferente y por primera vez empatizó con los libros trágicos.

Igual era dramatismo suyo, pero fue algo tan... no había palabras para describir su dolor.

eternally; tom riddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora