III

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"segundo round"

Thomas se deslizó lento y suspirando al final, besó su mejilla mientras ella soltaba un quejido al sentarse. Había caído sobre él sin fuerzas y respiraba irregularmente sobre su cuello. Estaban en su propio mundo, suspirando como dos enamorados que se traían ganas hace años, sonrieron, satisfechos de la sincronía de sus corazones.

—No creí que fuera tan agotador... —se alejó un poco y lo miró a los ojos, estaban más oscuros de lo normal. — Quiero hacerlo de nuevo.

Una parte de su interior ardía y la frustración de no poder detenerlo la abordaba, pero esa intensa molestia enviaba cosquilleos agradables al punto que Thomas había estimulado. Estaba ansiosa por otra sobrecarga, definitivamente no le importaba la cantidad de dolor a la que estaría expuesta, pagaría para volver a sentirlo.

—¿Quieres matarme? —tragó saliva, era como recuperar la voz después de mucho.

—Tal vez —se acercó a besarlo, su piel estaba seca, por lo que tomó su labio inferior y succionó, después lo hizo con el superior. Sentía qué todo su cuerpo se ablandaba cuando ella ponía su boca sobre él, sujetó su nuca mientras la dejaba que lo mordiera.

Su miembro no tardó en reaccionar, su punta quería toda la atención de su boca y el solo hecho de pensar en eso, lo volvía codicioso.

Sus manos bajaron a su trasero y la levantó robándole un jadeo.

—Probemos otra posición —le susurró en el oído, un escalofrío la recorrió y se sacudió con emoción.

—Hagamos lo que quieras, Tomi.

Se subió a la cama de rodillas y la soltó dejando su cabeza sobre la almohada. — Me pone duro tu devoción, linda —se posicionó entre sus piernas pero con un movimiento de manos la giró, su trasero tenía marcas rojas como pellizcos y rasguños.

Gimió sintiéndose abrumada, la fuerza que él usó para girarla había sido casi mínima, y al ser el mucho más grande la hacía sentir protegida, no necesitaba nada más. Los ojos de Tom viajaron por cada parte de su piel desnuda, pero al llegar a su zona erógena, Merlín, casi sufre un infarto a su corta edad, estaba tan malditamente rojo y lubricado que podía saborear su dulzura con solo mirarlo.

Bárbara apretó las almohadas a los lados de su cabeza. Despegó la mejilla de la comodidad cuando un golpe en la puerta sonó, se giró un poco solo para ver a Tom con el ceño fruncido, se le notaba por la forma de su boca entreabierta y sus dientes asomándose que no estaba para nada contento.

—Cúbrete —murmuró, pero antes que ella intentara algo, él mismo lo hizo. —, no se te ocurra moverte. —se acercó a su oreja y besó su mejilla.

No quería desobedecer, pero la persona podría ver su espalda descubierta y la habitación, por muy grande que fuese, desde la puerta se tenía una vista completa de la cama. Mientras su cabeza era un cúmulo de nervios y súplicas, de que no fuera Narcissa quien tocara la puerta, Tom levantó sus pantalones y se los colocó.

Se tomó su tiempo haciendo cada movimiento, pero al final cuando abrió la puerta la persona persistía.

—Lucius... —lo saludó con un tono áspero.

El hombre rubio suspiró, estaba mirando el bastón entre sus manos— Thomas —dijo entre dientes, como si hubiera sido obligado a buscarlo.

El azabache se apoyó en el marco de la puerta, con una intención fija, esperar a que su tío levantara la mirada y se fijase en la figura que reposaba en su cama.

Tom observó las ojeras formándose en su pálido rostro y levantó una ceja como interrogación, Lucius abrió la boca para comentarle lo último que había pasado pero sus ojos se desviaron a algo que llamó su atención.

eternally; tom riddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora