XXI

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"no me arrepentiría de salvarte"

Volvieron a la Mansión Malfoy sin perder un segundo más, los objetos los dejaron en la mesa de la cocina para cuando llegara la pareja lo encontrara con facilidad. Ninguno dijo una palabra. Bárbara no perdió tiempo y subió las escaleras ya queriendo sacarse el apretado vestido que no la dejaba respirar.

Cuando llegó se encerró en la habitación y se quitó la prenda sintiéndose más liberada.

Su cuerpo exhausto reposó en la cama mientras su mente viajaba en un mar de emociones positivas, se sintió satisfecha de haber pasado un buen momento, excepto por lo que pasó al final en el callejón.

Ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que había reído y sus ojos habían llorado de alegría, pero fue un sentimiento que no se le hacía común y lo disfrutó hasta lo más mínimo.

Repasó con alegría cuando había tomado su mano, la había sujetado con fuerza sin soltarla, había visto tras el frio rostro del hombre, la emoción de Thomas cuando le enseñó y habló de unas pociones nuevas que crearon para la medicina mágica.

Prestando total atención a sus palabras, sintió como su pecho se calentaba con alegría porque le apasionaba hablar de ese tema en concreto.

Hundió la cabeza en la almohada tratando de que no se viera la sonrisa en su rostro, que no se borró ni cuando la había intentado ahogar.

En cuanto a Thomas, él también estaba en su habitación, durmiendo. En el momento que se acostó, el sueño lo había envuelto y tirado al fondo del pozo.

A veces soñaba cosas sin sentido, pero hoy era una excepción.

Todo estaba oscuro, su cuerpo se sentía pesado y dolía, se encontraba sentado en una silla a la fuerza. Sus manos estaban atadas en su espalda, cuando hacía el más mínimo movimiento sentía como las cadenas abrían su piel, pero solo podía percibir como se abría, la sangre no brotaba, como si estuviera muerto o seco por dentro.

Un perfume llamó su atención, era poco habitual para él, pero sabía muy bien que era el aroma a bosque, supuso que estaba en unos. El viento soplaba con fuerza, trayendo consigo el olor a tierra húmeda y a flores. Miró en la dirección donde creía que venía el perfume refrescante, ella estaba ahí, parada con un semblante completamente serio y ojos sin vida, el verde ya no brillaba, estaban más oscuros de lo usual como si se sintiera enojada o dolida.

Antes que pudiera percibir algo más, un olor putrefacto borro el anterior, venía del otro lado. Frunció el ceño y giró su cabeza, ya que era lo único que tenía el control de mover.

Y vio una presencia oscura, como una nube en forma de hombre, alto y con la cabeza enderezada, el frío empezó a recorrer su pecho cuando el espectro fijo sus ojos rojos en él.

Un peso invisible se subió en sus hombros mientras se empezaba a acercar con decisión.

"Eres débil", le dijo enojado.

"No debiste prometerle algo que no puedes cumplir... Las mentiras matan y la rodeaste de ellas solo para hacerla tuya" estaba detrás de él y empezó a susurrar, el hedor consumía sus pulmones ocupando lugar y no queriendo salir.

"Ahora va a morir y no vas a poder hacer nada", una risa helada salió como espuma y lo rodeó.

"Va a morir... va a morir... ¡Esta muerta!" la voz aturdía sus oídos y su vista se nubló, algo no lo dejaba ver con claridad y lo cegaba.

A este punto jadeaba en busca de aire, pero no tuvo éxito.

Lo último que escuchó fue un sollozo, la suave voz de Bárbara llamándolo, pero se ahogó cuando quiso decir su nombre por segunda vez.

Jadeando se sentó bruscamente en la cama, su cuerpo sudaba y la cabeza le daba vueltas, los momentos del sueño empezaban a desvanecerse. A excepción de esas palabras, se habían grabado en su memoria haciéndolo confundir.

Todo se sintió tan real, que tuvo que revisar sus muñecas para comprobar de que no estuvieran cortadas.

Ya no se podía volver a dormir, sus ojos no lograban cerrarse y su respiración tardo en volverse regular. Una vez que se sintió más tranquilo, se puso algo de ropa y no dudó. Fue en dirección a la habitación de Bárbara, a comprobar que estaba ahí, que estaba sola y tranquila.

Llegó a la puerta y su nombre estaba grabado en esta, letra cursiva de trazó fino y elegante.

Abrió la puerta sin hacer mucho ruido, cerró los ojos por el pequeño chirrido que hizo al abrirla, entró velozmente y volvió a cerrarla frente a él.

Se giró y la oscuridad abordaba todo el lugar, una pequeña grieta de luz iluminaba la cama, en la que estaba ella sentada, observándolo cautelosamente.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó confundida.

—Yo... eh —tragó saliva nervioso.

—Contesta. —le exigió.

—Yo... Tuve un sueño y quería saber si estabas bien.

La confundió, pero después recordó la razón por la que estaba despierta y eso no aclaró mucho. —¿Qué pasaba en el sueño? —interrogó.

—¿Qué?

—Dime.

—Okey... No sé dónde me encontraba, creo que en el bosque. Estaba atado en una silla y tú a mi izquierda, muy lejos, apenas podía verte... Y... —el labio le tembló. — Parecía que no tuvieras vida.

—Tuvimos el mismo sueño. —murmuró y bajó la cabeza pensando.

—¿Qué? —sin intención de asustarla, dio un paso adelante acercándose a ella. —¿Cómo? —murmuró sin entender, ¿eso podía ser posible?

—No lo sé, pero soñé algo parecido.

—¿Qué soñaste? —preguntó y se acercó hasta sentarse en su cama.

—También, creo que era un lugar libre. Te veía atado a una silla con cadenas en las muñecas, y tenías cortes en la piel... La-la sangre salía, y era mucha. —su respiración se volvió algo irregular cuando recordó la imagen— Y yo no me podía mover, no sé qué me pasaba, pero era como si el suelo me sostuviera y quería ayudarte, pero no podía y... —el pecho de Bárbara subió y bajó, sus ojos no estaban en él por miedo— Había alguien más... detrás de ti, no sé quién o que era, pero no parecía humano. Decía cosas... —frunció levemente el ceño y aguantó las lágrimas. — Me quería matar... y a ti también, lo estaba haciendo. —su voz se cortó, porque se sentía asfixiada, levantó la vista y se encontró con sus ojos grises, en él vio el miedo.

—No hay de que preocuparse, estoy aquí y tú también. Estamos juntos —sin pensarlo la acercó a él y la abrazo, pensó que eso la ayudaría, y a si mismo también.

Logró que ella empezara a llorar, y su pecho dolió, se sentía como un crucio directo al corazón, el tiempo se detuvo mientras las sensaciones se intensificaban.

No pudo hacer que parara las lágrimas en sus ojos. — Voy a estar contigo, Bar. Siempre que me necesites, estaré —le susurró, pero no la calmó y se sentía tan abrumado.

Se acercó más a él intentando calmarse a sí misma, pero no podía porque tenía un presentimiento malo. Se acostaron después de un rato, cuando las lágrimas se habían agotado y el dolor en el pecho no se sentía tan reciente. Quedaron uno frente al otro y ella hundió su cara en su cuello intentando cubrirse con su aroma a café, porque eso la hacía sentir bien, su aroma y su calor. Lo sujetó con fuerza mientras su cuerpo se sentía más calmado, sus ojos cansados de las constantes lágrimas, suspiró y sin notarlo ambos se durmieron, cubiertos por la brisa y el calor de sus cuerpos.

eternally; tom riddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora