1 Una salida espontánea

172 7 4
                                    

—Vamos a la playa, mis padres compraron un apartamento hace poco y me dijeron que los invitara para que la conozcan. —Ken es mi amigo desde hace 5 o 6 años, el menor del grupo y tenía la dicha de pasar cada fin de semana en la playa gracias a sus padres.

—¿Qué día? —Preguntó Miguel. Mi hermano mayor era fanático de la playa y su objetivo de vida era que al morir tiraran sus cenizas al mar.

—El viernes, regresamos el domingo en la tarde. —Ken lo miraba esperando que dijera sí, veía a Miguel como su hermano mayor y se acostumbró a salir siempre con él.

—Por mí esta bien, ¿Qué opinas Silvia? –Preguntó mi hermano.

-Disculpa, ¿Qué dijiste? –Pregunté aturdida.

No sabía de qué hablaban, estaba perdida pensando en qué coño había pasado estas últimas semana conmigo. Últimamente estaba muy distraída y no tenía ganas de nada; había dejado de correr y de leer, eso era muy extraño de mi parte, esas dos cosas eran tan indispensables en mi vida como el aire.

Mamá lo había notado y me estaba haciendo preguntas, estaba preocupada y pensaba que me habían hecho algo o que tenía problemas con mis amigos. Pero ese no era el caso. Miguel también lo había notado y comenzó a indagar en mi vida, incluso le había preguntado a Sof, mi mejor amiga, que si le había contado algo que pudiese ser la respuesta a mis problemas. Este era el problema de vivir en una familia muy unida, siempre se dan cuanta cuando te sucede algo y no lo puedes ocultar.

Mamá me conoce como la palma de su mano y Miguel aunque es estúpido siempre examina mi comportamiento, papá era como el término medio entre estos dos, él solo observa y espera a que las cosas se destapen y se forme el caos.

—De ir a la casa de playa de Ken este fin de semana. —Me dijo Miguel mirándome como si estuviera confundido.

—¿Quiénes irán? —pregunté intentado sonar interesada.

—Por ahora solo yo, mi novia, Víctor y Anthony, quería que ustedes también fueran. Sof no puede venir, creo que iba a hacer algo con sus padres. —Dijo Ken revisando su celular.

—¿Crees que mis papás nos den permiso, Miguel? —Por si no quedaba claro, estábamos en medio de una pandemia y mi papá estaba bastante paranoico con eso, rara vez nos dejaba salir y hacía más de dos meses que estábamos encerrado porque subieron los contagios. Nos hizo formar una fila a las 4:00 de la madrugada para vacunarnos, igual nos ibamos a vacunar, pero el problema fue madrugar por ello.

—Obvio que sí. Nos iríamos con los padres de Ken y sabes que si voy yo, vas tú. Eres mi remora. —Me dijo despeinándome. —Oh. Bueno. Mi mamá nos daría el permiso y hablaría con él, sabes que nunca le niega nada a ella. —Eso significaba que Miguel iba a rogar hasta que dijeran que sí.

—Como digas.

Tenía mis dudas sobre si conseguiríamos el permiso. Obvio quería ir, me encantaba pasar tiempo con ellos y hace mucho no salía; pero también quería ir porque iba Anthony.

¿Quién era Anthony? El mejor amigo de Miguel y me gustaba desde que tengo 16 años o tal vez antes, solo era un año mayor que yo y hace algunos años a Miguel le dijo por accidente o intencionalmente (la verdad no me sorprende el cómo se lo dijo) que me llamaba la atención, me avergoncé tanto que dejé de salir por cuatro meses hasta que se me pasó la obsesión. Aunque no fue fácil evitarlo, siempre estaba en mi casa.

Como era de esperarse Miguel rogó durante toda la semana el permiso, no por él, por mí. La verdad fue lindo que quisiera que yo vaya, pero también implicaba que querría algo a cambio. Si algo aprendí de tener un hermano es que nada de lo que hagan por ti es gratis.

Al final mis padres dijeron que sí o bueno, mamá dijo que sí. Mi papá era un poco sobreprotector, no le gustaba salir mucho y eso hacía que nosotros no saliéramos. Miguel podía salir y hacer casi cualquier cosa ya que era mayor de edad y pagaba sus propias cosas, aunque también lo limitaba bastante. Yo aún dependía de su decisión y no me gustaba rogarles, no por orgullo o por dignidad, solo me daba igual porque la mayoría del tiempo me decían que sí y era bueno escuchar un no a veces.

Hablando un poco de mis padres, siempre soñé con tener a alguien que me quisiera así como mi papá a mi mamá; aunque menos gruñón y cerrado de mente.

Mi papá podía ser muy cerrado y complicado, pero su familia era su debilidad. Hacia cualquier cosa por vernos feliz pero nunca lo decía; nos hacía ver que mi mamá nos daba todo cuando la mente maestra detrás de todos los acontecimientos era él.

No le gustaba contarnos cuando no había dinero o cuando tenían que hacer sacrificios con la comida para que rindiera el mes o con las cuentas; a diferencia de él, mi mamá siempre nos contó la verdad porque para ella lo más importante era que seamos consiente de la situación que debe vivir una familia porque la vida no era color de rosas. Así que siempre nos enterábamos de todo.

Éramos felices, un poco extraños en ocasiones, pero felices.

El momento en que éramos más felices siempre fue en carnavales, esa era la parte favorita del verano para Miguel y mi papá. Invitaban a mucha gente a la casa en el interior (Santiago de Veraguas para ser exactos) y amanecíamos riendo y contando anécdotas.

Mi papá procuraba no tomar alcohol ya que se quedaba dormido primero. Algunas personas se ponen agresivas, otras melancólicas, otras eran felices y compartían su felicidad; pero papá dormía, era como una piedra. Miguel y yo tomamos una tradición desde pequeños, cada año esperabamos a que mi papá se durmiera en la silla frente a la puerta para tomarle una foto; siempre era la misma silla, en la misma posición y por la misma razón.

Como dije, no éramos una familia que saliera con frecuencia; a mi papá le molestaba mucha gente a su alrededor y mi mamá se pierde por las calles de Panamá, termina cabreada y se regresa a la casa (amo la manera extraña en la que se complementan). Esa era la razón por la que mi mamá nos dejaba ir a los paseos que organizábamos, no es como que le pidiéramos dinero o algo por el estilo, solo pedíamos permiso para salir, era su casa y mi papá siempre dijo que no era motel como para salir o entrar sin avisar.

Cuando Miguel sacó licencia salía a pasear por su propia cuenta y yo me aprovechaba de ello para acompañarlo. Así conocí gran parte de mi país en pandemia. Y ahora este sería un nuevo destino. Me gustaba salir y recorrer lugares, algunos eran gratis y estaban cerca de casa; en su mayoría eran cerros y juro que amaba subirlos y terminar llena de tierra.

Por el contrario la playa no era mi lugar favorito, de pequeña tuve ciertos accidentes en los que mi vida corrió peligro y me genero traumas, todo iba bien mientras el agua solamente tocara mis tobillos. Me daba miedo cuando Miguel se bañaba en la playa porque siempre se iba muy lejos, aunque supiera nadar, me daba mucho pánico que lo hiciera; lo peor es que lo hacía de maldad, solo para verme histérica en la orilla, me lo pasaba muy mal.

Mi familia era extraña; un hermano que era una víbora socialmente masoquista, una madre que se pierde, una padre que le molesta la gente y yo que prefería leer que hacer vida social, creo que era la más normal entre todos. Ser normales nunca fue una opción para nosotros.

¿Lo prometes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora