24 Sé que no estoy bien

36 3 3
                                    

Después de hablar con Anthony, me repelente mi vida completa. Me pregunté qué hice toda mi vida, qué me llenaba y qué me hacía feliz.

Creo que llegué al punto de mi vida en que no sé quién soy, no sé qué quiero y me encuentro irritable. Trato de controlarme y no explotar con mi familia, con Sof o Anthony, incluso con mis profesores o compañeros, pero cada día es menos posible.

Me di cuenta que dejé de participar en clases, no contesto los mensajes, dejé leer, de subir fotos a Instagram, de comer, correr, salir y de hablar. Sé que mis padres han notado todo y saben que no estoy en mi mejor momento, pero no pueden hacer nada al respecto.

No sé cómo, pero empecé a llorar mientras pensaba. Empecé a quedarme sin respiración, el corazón me palpitaba muy rápido y los hormigueos. Sé qué estaba pasando, hace años no tenía la sensación de los inicios de mis crisis de ansiedad y eso dió el detonante para saber que iba a ser una mañana larga, el pánico.

Mis ataques de ansiedad comenzaron a los 9 años; cosas normales como comerme las uñas cuando esperaba una calificación, caminar de un lado a otro esperando una respuesta y llorar cuando las cosas no me salían bien. A los 10 años las cosas empeoraron, me empecé a quedar sin aire y se unían todos los síntomas anteriores, un día me desmayé y quedé inconsciente en el hospital con un cuadro de ansiedad grave por esperar la calificación final de mi exámen de inglés. Las crisis se hicieron más grandes a medida que pasaban los años, hasta hace 3 años.

Estuve muy obsesionada con Jo Wilson de Grey's Anatomy y en un capítulo tuvo un ataque de ansiedad, se quitó los zapatos y comenzó a decir el procedimiento para hacer una cirugía y así pasó su crisis. Eso empezó a calmar las mías. Cuando sabía que empezaba a tener una, comenzaba a decir la letra de "Maldita Costumbre" de Morat. En la escuela me comenzaron a mirar raro, hasta que Sof le explicó a mis profesores mis ataques de ansiedad.

Esta vez no fue la excepción, empecé a recitar todo en voz alta, casi gritando. Moví las manos y caminar para quitarme los escalofríos.

Y quien sabe como se acabará este mes. Maldita costumbre la de tus pies

Entró mamá asustada, luego papá a tropezones. No sé dónde se quedaron, cerré los ojos y traté de enfocarme en la canción.

Nunca se fueron los pensamientos de la escuela, de la beca, de quién era yo. Cada vez sonaban con más intensidad en mi mente y me costaba concentrarme. El aire me faltaba cada vez más seguido.

¿Por qué te fuiste un, dos, tres, cuatro veces seguidas?

Escuche pasos, supongo que eran de Miguel, pero no podía prestarle atención. Volvía a quedarme sin aire y se oprimía mi pecho con cada bocanada de aire que intentaba tomar.

Y me dejaste un corazón sin salida.
Solo me quedan un, dos, tres y serán siete vidas,

La canción no funcionaba, no me había calmado ni un poco; empecé a dejar de sentir el cuerpo y me senté presionando mis piernas, sentir dolor me hacía recordar que estaba viva.

Que te llevas si te vas
Que te llevas si te vas otra vez

Repetí muchas veces tratando de calmarme. Sentí los brazos de alguien sobre mi cuerpo y escuché la voz de Anthony.

—Via, respira. —Me quitó las manos de las piernas.

—Via, tres tiempos. Recuérdalo. —Repitió papá. —uno, dos, tres, suéltalo. —papá empezó a respirar conmigo y traté de seguirlo, pero me era imposible.

—Sigue la canción. —Terminó de decir Anthony. —No pares, repite lo que sigue.

Así estuvieron durante un tiempo hasta que pude respirar con más calma y dejar de presionar las manos de Anthony.

Que te llevas si te vas
Maldita costumbre la de tus pies...

Terminó la canción.

No sé cuántos minutos pasaron, no sé cómo logré calmarme, pero lo conseguí. Abrí los ojos y mire a Anthony y a papá, mamá estaba al teléfono con Miguel.

—Ya abrió los ojos. —Dijo mamá, no sé con quién hablaba.

Miguel salió de la habitación. Anthony me levantó y me dejó en la cama, yo aún temblaba y trataba de volver a la normalidad. Papá me dió un pastilla y Miguel trajo agua.
Solo recuerdo quedarme dormida.

—Via, despierta. Tienes que comer algo. —Mamá susurraba mientras me tocaba el cabello.

—¿Qué... Me pasó? —pregunté.

—Tuviste un ataque de ansiedad, volvieron. —dijo Miguel.

—¿Qué hora es?

—8:00 de la noche. —Mire a un lado para encontrar a Anthony sentado en la silla del escritorio.

¿Se había quedado?

—Come, llevas días sin comer bien. —me dijo Anthony.

¿Cómo sabía eso?

—Voy por tu medicamento. —Mamá salió de la habitación. Detrás de ella iba Miguel.

Anthony se acerco y se sentó frente a mi en la cama, tomo el tenedor con un poco de comida y me hizo comer.

—Ya no quiero. —Le dije. Quedaba la mitad del plato de comida.

—Via, abre la boca. No se trata de querer, tienes que hacerlo por favor. —dijo acercando el tenedor a mi boca.

—Toma las pastillas, dásela cuando acabe de comer. —dijo mamá y volvió a salir.

—Tus padres hablan con un doctor, creo que es el que te atendía cuando tenías las crisis.

Hace mucho no sabía del doctor Molina, lo veía una vez al año desde que mis crisis cesaron.

—¿Qué tanto tiempo duró? —Pregunté esperando que haya sido poco tiempo.

—Unos 40 minutos, más o menos. Y llevas durmiendo desde las 5:00. —Dijo alejando el plato de comida.

Mierda, duró mucho tiempo.

—¿Llevas aquí todo ese tiempo? —pregunté tratando de tragar las pastillas.

—Sí. Llegué del interior y pasé a dejarle unas cosas a tu mamá. Escuche tus gritos y tu mamá salió corriendo. Miguel gritó desde tu habitación y luego entré. —Dijo pasandome el vaso con agua.

—¿Miguel llegó primero que mamá?

No me dí cuenta de ello.

—Unos 5 o 6 minutos. —Me miró, tomó mis manos y trato de decir algo que no salió.

—No sé por qué pasó, no sé por qué no pude controlarlo, solo se hizo cada vez más grande y no recuerdo mucho después de terminar la canción.

—Estuviste al rededor de 20 minutos repitiendo la misma frase mientras tratabas de respirar, —"Que te llevas si te vas, que te llevas si te vas otra vez" comenzó a sonar en mi cabeza —luego terminaste la canción, tu papá te dió una pastilla y te dormiste en mis brazos.

—Lo siento.

—No te disculpes, no haz hecho nada. Llevas días tratando de ayudar a Sof y a mí que dejaste de pensar en tí. —Con su mano, pasó el mechon de cabello trás mi oreja. —Hay problemas que resuelves en la gente, pero no en ti.

—Anthony...

—Via, descansa. Mañana hablamos de esto ¿Vale?

Asentí con la cabeza y me acomodé para dormir. Él seguía ahí, subió la sábana a mi pecho y me dió un beso en ma frente.

—Te quiero.

—Te quiero.

Y volví a dormir

¿Lo prometes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora