24. Cambios de vida

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Dos años después, la vida les seguía sonriendo. Su vida matrimonial era estable y feliz, nunca aburrida ni rutinaria por cómo eran ellos, y con todas las picardías de una pareja joven y aventurera. Aki había crecido y ya era una gata de buen tamaño, muy mimosa, inteligente, y curiosamente conversadora. Su largo y suave pelo anaranjado era hermoso para acariciar, y sus ojos se habían vuelto de un vibrante verde. Sam estaba más corpulento y peludo, con sus casi tres años de edad ya era todo un perro grande y juguetón, aunque se creía un pequeño cachorro eterno cuando buscaba cariños y se acostaba encima de Kohaku o Stan.

En lo profesional, Kohaku seguía manteniendo su racha invicta de victorias, y ya Tsukasa le había dado el visto bueno para que se presentara su inscripción en el torneo mundial de ese año. En cuanto a Stan, a la par de su trabajo usual en las fuerzas aéreas, y dado el éxito que había tenido el taller de especialización en tiro en Estados Unidos, recibió la propuesta de repetirlo tres veces por año. Eran viajes más cortos de tan sólo quince días, lo cual era mucho más tolerable y cómodo para él y Kohaku, y solían ser cada tres o cuatro meses.

Si bien el plan era ahorrar todo el dinero, entre los campeonatos de la rubia y esos trabajos especiales de él, usaron una parte para hacer al menos un viaje de vacaciones internacional por año, como festejo de cada aniversario de casados. El primero fue a Grecia, y el segundo a Francia, ambos viajes bellísimos, conociendo mucha cultura, visitando los lugares más emblemáticos de cada país, y disfrutando deliciosos platos locales, una inversión que valía mucho la pena mientras pudieran permitírselo.

Sin embargo, a poco de empezar el segundo mes del año, Kohaku se encontró en una situación que le dejaría una gran lección para el resto del año: "Algunas puertas se cerraban, para que otras se abrieran", aunque reconocería aquella verdad gradualmente, y con un muy buen balance a pesar de algunas amarguras.

En su regreso a casa después de su entrenamiento con Tsukasa, estaba esperando en la acera para que el semáforo cambiara de luz y así cruzar la calle, cuando vio un objeto grande, colorido y liviano pasar a su lado. Se dio cuenta que se trataba de un globo, probablemente algún niño lo había perdido en un descuido, y lo miró distraídamente. Sin embargo, de pronto se sobresaltó cuando escuchó el grito de una mujer detrás de ella, desesperadamente llamando a alguien, y un instante después una niña pasó al lado de Kohaku velozmente, estirando la mano hacia adelante tratando de recuperar su globo antes de perderlo definitivamente.

Ese instante pareció transcurrir en cámara lenta para la rubia, cuando se dio cuenta que la niña había llegado a la calle, ignorando los coches que pasaban, sus ojos sólo mirando con desesperación su globo. Cuando Kohaku percibió el súbito peligro al ver un coche empezando a frenar a demasiada poca distancia como para evitar atropellar a la pequeña, no lo dudó y aprovechó sus rápidos reflejos para lanzarse a la calle a quitar a la niña del medio. Alcanzó a atraparla y salvarla por muy poco, pero su salto no había sido tan calculado ya que no había tiempo de eso. Sabía que iban a caer al piso y podía ser un golpe duro para la niña, por lo que le protegió la cabeza contra su pecho y aterrizó impactando su brazo derecho y hombro contra el duro pavimento.

Lo primero que hizo fue chequear que la niña estuviese bien y a salvo, y ella también se había salvado por poco de quedar atrapada en el accidente, pero cuando intentó sentarte, un agudo dolor en el brazo que protegía a la pequeña la hizo ahogar un grito y apretar los dientes. El tránsito se había detenido, y oía a la madre gritar el nombre de su pequeña y acercarse desesperada, abrazándola llena de preocupación y agradeciendo profusamente a Kohaku por haberle salvado la vida. Otras personas se acercaron a la rubia para ayudarla a ponerse de pie, pero cuando le tocaron el brazo ella dejó salir un grito de dolor. Por suerte el resto de su cuerpo estaba bien, por lo que se puso de pie lentamente, pero ya comenzaba a ponerse nerviosa porque tenía un mal presentimiento de su brazo adolorido.

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