32 - Epílogo

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Saori esperaba en el frente de una casa, mirando atenta el amplio y verde campo con caminos de tierra ocre a su alrededor. Sus grandes ojos azules delineados por sus largas pestañas se mantenían bien abiertos y enfocados, sabían lo que esperaba encontrar, pero no de dónde vendría. Sus dedos evidenciaban su ansiedad, se enredaban entre sí y con el delicado y a la vez llamativo vestido color lila, ceñido hasta la cintura, donde una abultada y larga falda de tela sedosa comenzaba. La atención que ponía a su alrededor era tan intensa, y el ambiente tan silencioso excepto por el susurro de los árboles, que se sobresaltó cuando oyó el sonido esperado, todavía sin poder localizar la fuente con la mirada.

- ¡Mamá! ¡Ya está aquí! –Exclamó, entrando a la casa dando saltitos, su largo y ligeramente ondeado cabello rubio agitándose a los lados.

- ¡Prepárate, el "príncipe" vino a buscarte! –La animó Kohaku, compartiendo el entusiasmo, le encantaba ver a su hija tan animada, y esa era una ocasión más que especial y planeada.

- ¡Síííííí! ¡Ustedes también, vamos!

Saori volvió a salir, no quería perderse ni un segundo de verlo llegar. Detrás de ella, animado por su madre, un niño rubio de ojos aguamarina vestido con un trajecito blanco correteó detrás, fiel compañero de aventuras de su hermana mayor. Kohaku los siguió preparando para filmar con su smartphone, una sonrisita secreta en sus labios ya que sabía perfectamente con qué iba a encontrarse, y disfrutaría también de la vista como su hija, aunque de otra forma.

A lo lejos se acercaba al galope un jinete en un alto y potente caballo blanco. A medida que se acercaban, la imagen se hacía más soñada y a la vez real. El que montaba era Stan, que se había preparado para la ocasión, vistiendo un traje formal blanco de militar, le había puesto sus insignias y había hecho un banderín cruzado, y otros detalles que había pedido prestado a unos colegas. Había adaptado su vestimenta para acompañar la temática de cumpleaños medianamente sorpresa para su hija, y habían preparado con Kohaku algo a lo grande.

Se encontraban en Sommerville, a casi doscientos kilómetros de distancia de Houston, Texas, el país nativo del estadounidense, en un breve viaje de una semana, que combinaba trabajo de Stan y vacaciones familiares. Aprovecharon la oportunidad para ir los cuatro, y pasar esos días cerca de Xeno y Tatyana, con el aliciente de que el pequeño Iván, el hijo que los científicos tenían, cumplía tres años cuatro días más tarde. Habían encontrado ese lugar por contactos del científico, cuando Stan le había confesado que tenía ganas de hacerle un festejo fantástico a su mimada Saori ya que iban a estar lejos de amigos y familia en Japón. El plan sería hacer una representación de príncipe y princesas como los de cuentos, y hasta le habían alquilado por esa tarde al compañero de Xeno parte de una enorme y elegante mansión que servía para hacer algo parecido a un castillo, ya que su construcción era antigua. En ese momento estaban haciendo tiempo en un rancho, en la casa junto a un establo, de la cual los dueños les habían permitido dejarlos vestirse y quedarse dentro hasta que fuera la hora de partir.

La niña estaba superando su etapa infantil de adoración por su padre, por lo cual era la ocasión perfecta para hacerle ese festejo temático, del cual los demás también se ofrecieron encantados a vestirse acorde y actuar su papel, no sólo Stan iba a ser el especial. Por su parte, Kohaku se había conseguido también un hermoso vestido azul índigo con detalles morados y blancos, bien pomposo, le quedaba maravillosamente, el ajustado corset definiendo aún más su privilegiada figura. Acompañaba con un sombrero también oscuro adornado con unas flores y rosadas, y un broche violeta en el cuello.

Para cuando Stan llegó al fin junto a su familia, los tres estaban fascinados y boquiabiertos, por lo que a él le costó guardarse la sonrisa y mantener su aire digno de realeza. Miró fugazmente a su esposa, compartiendo el brillo de entusiasmo y complicidad en sus ojos, antes de bajarse del caballo y dedicar su atención a Saori, inclinándose y extendiendo su mano caballerosamente hacia la niña.

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