26. La respuesta siempre será "contigo"

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Para cuando empezaba la semana número diecinueve de embarazo, el dormitorio destinado a la bebé ya estaba casi listo. Aprovechando que Kohaku todavía se sentía cómoda y medianamente liviana con el peso de su panza, habían pintado las paredes de un bonito tono lila las tres cuartas partes superiores, y la parte restante inferior de verde manzana, como si fuese la representación de un pasto verde. Y por idea de Kohaku, habían pintado un árbol que pretendía ser uno de cerezos, con florcitas pequeñas y pétalos volando. Les había quedado bastante bien, y muy delicado y apacible. También habían comprado muebles blancos para guardar la ropa, un cambiador, y la cuna, todo del mismo tono.

Habían recibido ya variados regalos de los más ansiosos que habían prometido los grandes regalos, Lillian y Ryusui, por lo cual ya tenían un espectacular cochecito, un gimnasio para bebés muy completo y de los mejores y más suaves materiales, una sillita mecedora y el cochecito para instalar en el coche. Sabían que para la mayoría de esos regalos faltaría bastante para que la bebé llegara a usarlos, pero no habían podido controlar las ansias compradoras y generosas de esos dos. Xeno les había enviado por correo un paquete de libros, algunos en inglés comprados para Stan, y otros comprados en japonés para Kohaku. Según él eran los mejores valorados y con la información más completa sobre embarazo y crianza, para que fueran preparándose, además de lo que les dijeran los doctores. También había comprado ropa más grande para la futura madre.

Stan había sido muy previsor con su trabajo, y había decidido tomarse una semana de licencia antes de la fecha estimada de parto, por precaución, y luego un mes más a partir de que naciera su hija. Para eso había usado los pocos días de licencia por paternidad legales, las dos semanas de vacaciones de su trabajo que le correspondían para ese año, y otra quincena sin goce de sueldo. Kohaku le había dicho que no era necesario, que iba a tener ayuda de su familia para cuidar al bebé al principio, pero él había insistido en que quería estar para hacerse cargo de todo lo que pudiera, además de que sentía que era su deber como padre, y había leído que el primer mes era el más difícil hasta que se acostumbraran.

El tercer gran momento emocionante del embarazo luego de las dos ecografías se dio una noche a poco de haberse acostado para irse a dormir. Estaban leyendo juntos en la cama los libros que Xeno les había regalado, cuando de pronto Kohaku se calló a mitad de la frase que estaba diciendo y se quedó quieta y con una expresión muy atenta por varios segundos.

- ¿Qué pasó? –Preguntó Stan, dividido entre la curiosidad y una repentina preocupación.

- Shh, espera, quieto –Lo silenció, alzando la mano en el aire para reforzar el gesto de detenerlo.

- No me hagas eso, preciosa, que me mata la ansiedad. Al menos dime si fue algo bueno o malo que sentiste –Susurró, apoyando la mano en el abdomen redondeado de ella.

- Creo... creo que la sentí. Es la primera vez que siento que se movió la bebé –Murmuró sorprendida.

- ¡¿De verdad?! –Stan abrió mucho los ojos, y apoyó también la otra mano allí, boquiabierto de emoción– ¡¿Qué sentiste?!

- No sé, fue rápido y raro... Una cosquilla por dentro, como si fuera un aleteo o algo así.

- ¿Se moverá otra vez? –Se quedó muy quieto y aguantó la respiración, atento al máximo.

- Es lo que estaba esperando...

- Vamos, princesita, muévete para papi.

Como Stan tenía manos grandes, con ambas apoyadas lograba cubrir una buena área de la panza de Kohaku, pero por más que se quedó varios minutos muy quieto, no percibió nada. Sin embargo, la rubia sí puso otra cara de sorpresa y emoción, jadeando suave.

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