28 - Amores que trascienden

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Por una hora entera, los flamantes nuevos padres no pudieron hacer otra cosa que admirar cada detalle de su bebé, fascinados. Saori dormía con tranquilidad luego de haberse alimentado, su primer sueño en el mundo exterior, calentita y segura en los brazos de su madre, conectando piel con piel, y cubiertas con una manta abrigada. Stan también se había quedado así, su torso descubierto, ofreciéndole a Kohaku un brazo como almohada, mientras el otro le daba el soporte inferior a su hija, dejando su mano apoyada allí para sentirla. Sabían que ese sueño no iba a dormir mucho, ya se habían preparado mentalmente con la idea de que los primeros días y semanas iban a ser los más complejos para acostumbrarse a la nueva realidad de pura dedicación a las necesidades de su hija y escasas horas de sueño para ellos.

- No creo que pueda dormir esta noche, pero porque no puedo dejar de mirarla –Dijo en voz baja Stan, con los ojos todavía brillantes de emoción.

- ¿Puede ser más hermosa? –Preguntó Kohaku, suspirando de felicidad.

- Todo en ella es tan chiquito y perfecto. Nunca había visto un bebé recién nacido en persona, pero creo que su belleza es especial, y hasta creo que puedo identificar algunos rasgos tuyos y míos.

- Es rubia –Bromeó.

- Menos mal, porque de otra forma hubiera sido muy evidente que te portaste mal conmigo–Contestó Stan siguiendo la broma a su costa.

- Tiene tus ojos.

- Todos los bebés nacen con ojos azules... O grises.

- Hmm, es verdad, pero son más azules que los míos. Estoy segura que heredó tus ojos, y si también tiene esas pestañas y ojos almendrados, tendrá una mirada demasiado hermosa. No me quejo si su boca es como la tuya, con los labios bien marcados –Entrecerró los ojos con una sonrisa orgullosa– Y parece que tiene mi nariz, mejor así.

- ¿Qué tiene de malo mi nariz? –Inquirió divertido, alzando una ceja.

- Nada, tienes una linda nariz. Pero la mía es más chica, será más femenina.

- Buen punto. Sólo lo mejor de ambos para nuestra princesa –Besó a su mujer en la sien– ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo?

- No, estoy bien. Feliz, agotada, maravillada, aliviada, un poco de todo eso junto. Estoy tranquila, agradezco todas esas clases que tomamos y los libros que nos regaló Xeno.

- No podríamos estar mejor preparados. Ahora toca vivir la experiencia. ¿Segura que no quieres dormir? Aprovecha para descansar, amor.

- No es que no quiero, no puedo, estoy muy despierta, y empiezo a sentir el dolor latente de todo lo que se esforzó mi cuerpo para poder dar a luz a Saori. Hacerlo sin medicinas ni inyecciones fue la mejor elección, pero tengo que hacerme cargo ahora.

- Está bien, descansemos al menos en esta tranquilidad. Y por favor, Kohaku, dime lo que sea que necesites, por pequeño que sea, ¿de acuerdo?

- Lo haré, gracias.

El sueño de la bebé duró una hora más, despertándose y empezando a agitar su cabeza en cuanto sus ojos se abrieron del todo. Inmediatamente Kohaku la acomodó en su otro pecho, y la pequeña se prendió al instante para alimentarse. La pareja había recibido el consejo de que tenían que estar atentos a reconocer lo antes posibles las señales de las distintas necesidades de su hija para evitar el llanto, que era el último recurso que tenía para comunicar su hambre, y al menos podrían descartar ese motivo si seguía llorando por otra cosa. La matrona les había descripto detalladamente cómo debía lucir la boca de la bebé si estaba correctamente agarrada al pecho, por lo que Stan se ocupó de chequear que cumpliera con las indicaciones, ya que podía ver mejor, y luego se relajó y se dedicó a mirar fascinado la escena, nunca se cansaría de esa imagen. Cuando Saori estuvo satisfecha con su alimento, se desprendió de allí, levantando la vista para buscar el rostro de su madre. De pronto, el teléfono del rubio vibró en su bolsillo, encontrándose con un mensaje ansioso de Kokuyo preguntándole cómo estaba Kohaku y si había novedades.

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