6. Quiebre

204 20 19
                                    

Kohaku se despertó, pero sus ojos pesaban toneladas. ¿Dónde estaba? Sentía una presión en su brazo, y cuando intentó levantarlo, con sorprendente dificultad, notó que tenía inyectada una aguja, y que esta estaba conectada a un largo tubo que desembocaba en un suero médico. Estaba confundida, su mente iba más lenta que sus ojos, y sentía un dolor sordo en su estómago. Pero apenas logró removerse, incómoda, cuando escuchó una voz masculina conocida y desesperada a su lado.

- ¡Kohaku! Gracias al cielo...

Esa voz...

- ¿Papá? –El hombre asintió, mientras se acercaba más a ella– ¿Qué...pasó?

- Shhh, tranquila hija, no te muevas.

- ¡Hermana! ¿Estás bien?

- ¿Ruri?

Entre tanta confusión, fue un alivio saber que su familia estaba con ella. ¿Por qué su cabeza funcionaba tan lento? ¿Estaba en un hospital? Eso parecía. Trató de moverse, pero su padre la detuvo.

- ¿Qué sucede? No entiendo bien...

- Quédate quieta, Kohaku, por favor. Te acaban de operar, debes estar confundida por la anestesia, pero ya estás fuera de peligro. Sufriste un ataque... te dispararon, y perdiste mucha sangre. ¿Recuerdas ahora? No te esfuerces sino.

Recibió un disparo, sangre, sí. Unas imágenes comenzaban a formarse en su mente ahora. Y una figura, otra figura conocida que la defendió...

- ¿Stan? –Abrió un poco más los ojos, y miró a su alrededor, pero él no estaba ahí– ¿Dónde está Stan?

Vio a su padre apretar los labios, y bajar la mirada al piso. ¿Por qué tenía esa expresión?

- Papá, ¿dónde está Stan? Dile que venga, por favor.

- Él... no se encuentra aquí, hija.

- ¿A dónde fue? Él me protegió, lo recuerdo.

- Sí, lo hizo –Kokuyo tenía una expresión triste en sus ojos café– Te salvó la vida, gracias a él es que estás bien.

- ¿Cuándo vuelve? Quiero verlo.

- Más tarde, Kohaku –mintió, apretando sus manos en puños– Descansa, tranquila... tienes que esperar a que se te pase el efecto de la anestesia, luego estará todo más claro.

Los ojos le pesaban todavía, y los terminó cerrando, confiando en las palabras de su padre.

Unas horas pasaron, y ella volvió a despertar. Miró a su lado, y allí estaban su padre y su hermana, sí. ¿Y Stan?

- Kohaku, ¿cómo te sientes? –Preguntó Ruri

- Rara. Pero creo que está todo más claro.

- Qué alivio –le tomó la mano– Parece que ya se te pasó la anestesia. ¿Te duele el estómago?

- Un poco, sí –Se miró el abdomen, y vio unas vendas que la rodeaban por delante y por detrás– ¿Volvió Stan?

- Oh... –Ruri bajó la mirada.

- ¿Qué sucede? ¿Está bien? Él...él no fue atacado

- Kohaku... creo que no vas a poder verlo. Se fue.

- ¿Qué? –No, eso no era propio de Stan, él nunca la dejaba sola, y menos después de algo así, cuando él la defendió– ¿A dónde se fue?

- No lo sabemos. Cuando llegamos con Ruri, apenas después de la operación que todavía estabas inconsciente, él se estaba despidiendo.

Otros CaminosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora