Prólogo...

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Todo había pasado demasiado rápido que no supo en qué momento terminó sobre las escaleras, completamente inmovilizada por aquel esbelto cuerpo que desprendía un extraño aroma (producto de la mezcla entre una fragancia floral y el característico olor a alcohol). Podía sentirlo llenando sus fosas nasales. Mareandola de una forma tóxica. Como si de una droga se tratara. Despertando completamente cada uno de sus sentidos. Sintiendo con claridad aquella húmeda suavidad que recorría lentamente su cuello, su mandíbula y finalmente posandose sobre sus labios.

Iniciando un beso que rápidamente se volvió intenso, con las lenguas luchando por el dominio. Un beso caliente y jadeante. Un beso que tenía que parar... Inmediatamente.

–¿Qué ocurre? -preguntó la otra persona tras el inesperado empujón.

–Esto no está bien… no está bien…

–¿Tan mal lo he hecho?

–¿Mal? ¡Todo ha estado mal!

–¿No lo has disfrutado ni un poco?

–¡Carajo, deja de preguntar esas cosas!...

–¿Por qué?

–¡Porque esto no debió haber sucedido en primer lugar!

–¿Es por Hans?... El no te merece Ana. Si me dieras la oportunidad, yo te haría plenamente feliz…

–Para, Elsa… Te suplico que pares. Estas ebria. No estás consciente de lo que estás haciendo o diciendo.

–Lo estoy.

Fue todo lo que dijo Elsa antes de volver a besar a Ana, con urgencia, con pasión. Con una necesidad violenta que, ni siquiera  los empujones o negaciones de la pelirroja fueron capaces de detener el hambre que se había apoderado de Elsa. Quien besaba, tocaba, apretaba y rasgaba todo a su paso.

–Elsa, por favor -suplicaba Anna entre jadeos. Intentando evitar dejarse seducir por lo excitante de la situación. Por esa mórbida fantasía que jamás creyó posible. Y que justo ahora, en medio de las escaleras de su casa, estaba sucediendo. –Elsa… -llamó  de nuevo casi sin aliento.

Unas delicadas pero hábiles manos se habian colado hasta su mojado sexo. Tan húmedo, que empapó los delicados dedos de la rubia.

–Elsa…

–No voy a detenerme, Anna… no importa cuánto me lo pidas.

–Mis súplicas ya no son para que te detengas… son para que no lo hagas…

Elsa jadeo al escuchar aquello, y sin un gramo de duda, hundió dos dedos en la cálida cavidad que se contrajo al sentirse invadida. Haciendo que un melodioso gemido saliera de la boca de Anna. Un gemido que Elsa quería escuchar una y otra vez. Así que, con firmeza salió y entró, cada vez más rápido, hasta que vio a la pelirroja desfallecer de placer.

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Aqui estamos de nuevo. No olviden dejar sus comentarios y estrellita, si les a parecido bueno el inicio de está historia🤭...

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