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A pesar de que temía que mamá se pusiera pesada con el tema del examen, estuvo tan inmersa en sus papeles del trabajo que ni siquiera reparó cuando entré en casa. Lo cual agradecí al cielo. Mamá me ponía mucha más presión en materias como Historia, Ciencias Políticas, Sociología, entre otras, ya que decía que no había forma que pudiera reprobarlas por no comprender, que solo debía sentarme a estudiar. Materias como Matemáticas, Química o Física me tenía piedad, porque a ella también le habían costado muchísimo cuando estuvo en la secundaria.

Se acercaba el fin de semana, lo que no me entusiasmaba ni un poco. Recordaba que debía ir de compras con mamá al centro comercial, pero me dijo que iríamos al supermercado antes. Así que allí estábamos, en las heladeras de carne, decidiendo qué llevar para cocinar antes de salir otra vez. Bueno, ella decidía, yo jugaba con el teléfono. De vez en cuando me preguntaba si no quería algo, que ella me lo compraría. Pero aunque muera de hambre y anhele un paquete de galletas, en primera no podría abrirlo y en segunda, de todas formas llevaríamos a casa. Mamá siempre compraba algo de todo el supermercado, no solo lo que hacía falta. Por eso estábamos horas y horas dando vueltas con el carrito por las góndolas, porque no se decidía.

—¿Quieres que mamá cocine tu comida favorita? —a pesar de estar en un lugar lleno de gente, mamá me hablaba con voz aguda, como si yo aún tuviera seis años. ¿Me daba vergüenza? Sí, pero en el fondo sentía algo que se removía en mi pecho, generando una buena sensación. Me había rodeado los hombros con un brazo.

—Si quieres... —mi contestación sonaba fría, indiferente, pero no lo era. Bueno, sí era indiferente, pero la verdad era que no me molestaba comer cualquier otra cosa.

—¿Por qué tienes esa cara?

—¿Qué cara? —no sabía qué cara era, pero la cambié al instante por si acaso.

—Te veías... triste.

—Oh, no es nada. Estaba pensando, seguramente. —queriendo acabar la conversación, ya que podía llegar a preguntarme cómo me había ido en el examen, me puse a juguetear con la caja de las botellas de leche.

Mientras mi madre cargaba las bolsas en el baúl del auto, vi por el costado del ojo cómo una persona luchaba con su mercadería para llegar a su vehículo, por lo que me aproximé a ayudarle. Normalmente no hago estas cosas cuando estoy con mi madre, pues me apenaba un poco, además que casi siempre lo hacía ella, pero hoy ni cuenta se había dado.

—¿Quiere que le ayude? —me acerqué a él, que volteó en mi dirección revelando su identidad. Suspiré internamente.

—Jungkook... no hace falta, puedo hacerlo. —haciéndose el fuerte, continuó caminando.

—Tus brazos están muriendo, Jimin. —me paré frente a él dispuesto a quitarle algunas bolsas de sus brazos, haciendo que él suspire cansado.

—Gracias.

—¿A dónde debes llevarlas? —le pregunté ya que no veía que se acercara a ningún vehículo en particular.

—A casa. —contestó con tono obvio.

—¿No tienes auto?

—Tuve que llevarlo al taller. El de mi padre está en la comisaría.

Por supuesto, tenía dos autos.

—Mi madre está allá, podemos llevarte. —señalé en su dirección.

Sin esperar respuesta, que seguro sería negativa, comencé a caminar con sus bolsas a mi auto, viendo cómo mi madre acababa de cerrar el baúl. 

—Mamá, él es Jimin. —dije cuando se acercó a mí. Mamá lo miró de arriba abajo.

—Un gusto, señora. —hizo una reverencia.

—Igualmente, Jimin.

—Somos vecinos, ¿podemos dejarlo en su casa? No trae auto. —mamá vió mis bolsas y las del chico a mi lado, y no hizo falta más para convencerla.

—Por supuesto, no hay problema. 

Con una cálida sonrisa, lo hizo acomodarse en la parte de atrás del auto con sus bolsas, comenzando una incómoda e innecesaria charla. Como era mi costumbre, coloqué un poco de música, baja, y me puse a tararear sobre ella, sin darme cuenta. Eran cosas que solía hacer cada vez que veníamos al supermercado, también cuando me duchaba o limpiaba mi cuarto. Siempre andaba cantando cosas sin sentido, cortas y bajo, muy bajo. Me apenaba que alguien oyera eso.

—¿Hace mucho vives aquí, Jimin? —mamá lo miraba por el espejo retrovisor.

—Nos... mudamos hace poco al vecindario. —no sabía hacia dónde estaba mirando, pero al hablarle mi madre, volteó a verla casi de inmediato, despertando mi curiosidad un poco, observándolo desde el espejo retrovisor derecho.

—Ya veo.

—No quería molestar con esto... —dice con tono apenado—. Estaba por decirle a Jungkook que no hacía falta.

—Pero si no es molestia, debemos ir por el mismo camino de todas formas. —mamá siempre intentaba ser amable con las personas, decía que la amabilidad y el respeto debían ir primero que todo. Quizás por eso suelo ayudar mucho a la gente—. Por cierto, Jungkook no es de hablar mucho con gente desconocida. Me sorprende, pero me alegra al mismo tiempo, que pueda compartir cosas con chicos de su edad. 

De nuevo, mamá acababa de hacerme pasar vergüenza diciendo que no tenía amigos.

—Sólo nos hemos encontrado dos o tres veces. No hablamos mucho. —dije.

—De hecho, nos conocimos porque nos chocamos. —dijo riendo.

—Tú me chocaste. —lo observé por el espejo.

—Tú estabas en medio. —contraatacó.

—Tú no ves nada.

—Chicos, basta. Parecen unos niños. —mamá intentó frenar la discusión.

Que no era discusión, solo quería dejar en claro que la culpa había sido suya, no mía. 

Al llegar a casa de Jimin, lo ayudé a bajar sus bolsas para dejarselas en su puerta.

—Gracias por todo. —nos dijo sonriente. Tenía una sonrisa radiante y sus ojos desaparecían cuando lo hacía.

—Un placer, Jimin. —dijo mamá.

—Cuando quieras. —contesté yo, indiferente.

Ayudé a mamá a guardar las cosas cuando entramos a casa, a preparar el almuerzo y a lavar lo sucio, para prepararnos para salir.

Comprar nunca fue lo mío. Desde pequeño fui complicado para las compras, así fueran juguetes, ropa o útiles escolares, nunca me terminaban de gustar las cosas, era muy exigente en ese sentido. Siempre mamá me llevaba por todas las tiendas del centro para que yo pudiera conseguir lo que quería, a veces consiguiéndolo y a veces no, y esas veces me enfadaba muchísimo y me entristecía. "Eres un malcriado", sí. Y todo es culpa de mi madre, porque ella siempre me compraba lo que quería. Siempre me daba con los gustos. Y yo me aprovechaba de eso. Ahora que crecí... no me interesa que gaste en mí. Prefiero que compre cosas para ella o que a ella le gusten.

No quería que gastara dinero en alguien que ya no tenía aprecio por nada, ni por sí mismo, porque sería un gran desperdicio.

﹗𖥻 ˖𓍯  𝑌𝑜𝑢 𝐴𝑟𝑒 𝑀𝑒, 𝐼 𝐴𝑚 𝑌𝑜𝑢 » 𝙅𝙞𝙠𝙤𝙤𝙠 ✔︎ ©𝐌𝐢𝐤𝐡𝐚𝐢𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora