Capítulo 11

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Cuando llegué al despacho del director al instante supe que algo andaba mal. Las luces estaban apagadas y el silencio en el interior era absoluto. Desde la puerta de entrada no se veía a nadie dentro, ni siquiera una sombra sugerente.

No debía preocuparme de detalles como esos en una institución académica, pero mi paranoia no conocía de excepciones. Y, a pesar de ello, entré al despacho.

Al momento la puerta se cerró de golpe detrás de mí, como si la hubiesen pateado. Habría podido reaccionar, pero al instante mi atacante me empujó hasta pegarme con brutalidad contra la superficie del escritorio, doblando uno de mis brazos de manera dolorosa detrás de mi espalda.

El escritorio era de metal, así que se abolló y chilló contra el impacto de mi cuerpo, y estaba helado gracias al aire acondicionado.

Me encontraba sometida e inmóvil casi por completo, pero todavía tenía un brazo libre, y esa sería la posibilidad que aprovecharía a mi voluntad, y la perdición de mi captor.

Metí mi mano por dentro de mi falda, arrancando de mi muslo una de las dagas que ocultaba para defenderme —o atacar— si llegaba a ser necesario, y en un movimiento tan fugaz que mi oponente no pudo prever, ya lo estaba amenazando con la punta del arma en la entrepierna.

Si se movía, le clavaría la daga hasta el mango y la arrastraría hasta seccionar y mutilar todo a su alcance. Pero, por lo demás, él me tenía doblegada, y tal vez podría estar apuntándome con un arma que yo no alcanzaba a ver.

Estábamos en tablas.

—Tú decides cómo proceder —advertí con dificultad por la posición de mi cara en el escritorio— solo te advierto que vas a tener que ser más rápido si quieres que exista una forma de salir de esta con tus pelotas intactas.

—He tenido una serpiente reptando por mis piernas y enrollándose en mi cuello, ¿crees que le temo a tu cuchillito, arpía?

Mientras sonreía en reconocimiento a la voz autoritaria de mi jefe griego, sufrí el impacto de cara contra la madera mientras él me levantaba y empujaba sin tacto para alejarme de su alcance.

Me levanté mientras él encendía la luz del lugar, y pasé mi dedo por mi barbilla para limpiar la sangre que comenzó a correrme desde la comisura de mi boca. Y, pese a ello, no podía dejar de sonreír por el alivio de que fuera él.

—¿Cómo me llamaste? —cuestioné para equilibrar mi buen humor repentino con algo de irritación.

—Como imaginé que te gustaría ser llamada —explicó con indiferencia Azrel, acercándose hacia mí para tomar mi rostro entre sus manos.

Con uno de sus dedos, se dedicó a limpiar el hilo rojo que no dejaba de brotar de mi labio. Sus ojos fijos en mi boca con una concentración absoluta.

—Pues qué lindo detalle —agradecí con dulzura fingida, y llevé el filo de la daga en mi mano a su garganta, mientras sus manos estaban todavía en mi rostro—, pero ten en cuenta que tal vez a la serpiente con la que te bañas no le diste motivos para morder. Vuelve a probarme, y te enseñaré el veneno de mis colmillos.

Presioné más el arma contra su tráquea, bebiendo del hielo de sus ojos grises que buscaban desnudar mis intenciones con su contacto visual, y me mordí el labio al sentir cómo intensificaba la presión de su pulgar sobre mi herida, obligándome a sentir todo su ardor.

Él gozaba de una inmunidad abrumadora, seguro y sereno a pesar de tener su vida pendiente en mis volátiles manos. Y eso me enloquecía, me retaba. Quería hacerle tanto daño como quería que él me lo hiciera a mí, solo para descubrir de qué era capaz el monstruo sin miedo entre mis manos.

Nerd 2.5: Parafilia [+18] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora