Capítulo 23

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La mañana siguiente pensé que sería despreocupada y muy cómoda, lo más cercano a la felicidad que puede degustar alguien que vive de ultrajar, manipular y destruir; sin embargo, apenas escuché la voz chillona de Aysel en su modalidad de tirana insufrible, supe que, mínimo, me esperaba un dolor de cabeza.

—Hasta que al fin despiertas, querida.

Aysel estaba vestida con una falda gris casi a la altura de las rodillas, un suéter elegante y un collar de perlas que le daba algo de vida a toda su sobriedad. Se encontraba sentada con su celular al otro extremo de la habitación.

—¿Me estabas grabando mientras dormía? —inquirí mientras me sentaba en el colchón.

—¿Por qué clase de enferma me tomas? —espetó ella con cara de indignación—. Leía A sangre fría.

—No te preguntaré qué demonios es A sangre fría, así que... Bien por ti.

—Bueno, ya que despertaste... —Se levantó de su asiento con aire dictatorial y caminó hasta quedar frente a la cama—. Mis sábanas se doblan en triángulos, no en cuadrados. ¿De acuerdo?

—¿Qué?

—Y no me gusta que le queden puntas romas, así que dóblalas bien, así tengas que hacerlo tres veces. Cuando termines, las encajas en esta gaveta.

Caminó hasta el aparador con sus cosméticos y abrió uno de sus cajones.  Me di cuenta de que dentro tenía varios juegos de sábanas dobladas en triángulos y encajadas como una especie de rompecabezas o mosaico.

—Eso es todo, debo irme —anunció con una sonrisa típica de presidenta escolar—. Nos vemos en cuanto me dé la gana.

—¿A dónde vas?

—No es tu problema, enfócate en tu trabajo.

—Perra —escupí al levantarme.

—Y trata por favor de no follarte a mi tía, por favor.

—¡No prometo nada! —grité cuando ella iba a mitad de las escaleras en descenso.

Con el hambre que tenía, no me provocaba cepillarme los dientes ni orinar. Necesitaba bajar a beberme aunque sea un café sin que interfiriera el sabor del dentífrico.

Sin embargo, al llegar a la sala del caserón reparé en la presencia de la tía de Aysel sentada con rectitud en en sofá frente a la tele, viendo un programa que por los actores supuse que era La ley y el orden UVE.

—Mi madre es un sol, pero yo no le cocino a nadie —espetó ella al notar que me le quedaba viendo. Tal vez esperaba que le pidiera el desayuno.

—¿Quiere que le prepare algo? —dije por toda respuesta, caminando hasta interponerme un poco en su campo visual.

—Tampoco le como a cualquiera —repuso.

—Ya, pero... yo no soy cualquiera, ¿o sí?

—No te conozco.

—Ni yo a usted, pero eso no implica...

—No me agradas, cariño, no te esfuerces.

Tenía debilidad por las personas que me hacían esa declaración de frente, por lo general solían ser menos hipócritas y conflictivas, pero eso no iba a decirlo nuestra sensible Mailyn.

—¿Por qué no le agrado? No me conoce, usted misma lo dijo.

—Precisamente. —La mujer, cansada de mi interrupción, apagó el televisor con su control mientras me hablaba—. No te conozco ni te creo esa fachada de santa rectitud con la que te vendió mi madre. Eres del tipo de Aysel, y Aysel es el maldito diablo encerrado en la iglesia.

Nerd 2.5: Parafilia [+18] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora