Capítulo 27

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Cumplí el maldito castigo. Tardé tantas horas durante las cuales insulté de mil maneras a Sama'el y a toda su generación, buscando entre los archivos y cajones cualquier información del hombre que me fuese útil sin hallar resultado alguno. Solo era un salón de clases más. El tipo no era lo suficientemente estúpido ni descuidado para dejar nada sucio a mi alcance. En general, dudaba de que ese hombre fuese de los que dejaban cabos sueltos.

Para cuando terminé de clasificar y archivar en el instituto para mi castigo ya eran casi las doce de la madrugada y tenía que devolverme sola caminando al caserón, o al menos a una avenida concurrida donde pudiera pedirme un taxi.

Si es que decidía volver al caserón.

Seguía sin sentirme capaz de enfrentarme a la normalidad luego de saber que había alguien con el poder de mis secretos, amenazando a mi debilidad. No estaba lista para regresar sin pensar en un modo infalible de mentirle a Azrel sin que me volara la cabeza.

Estaba aliviada de no tener el teléfono encima, no había forma de que Azrel me rastreara como para saber mi hora de salida e interceptarme, a menos que estuviese esperando fuera del instituto desde el momento en que todos salieron menos yo.

Pero, aquellos primeros callejones oscuros, no vi ni rastro de mi jefe provisional. Lo que no significa que no viera a nadie. Porque a alguien sí me encontré, al último que esperaba ver por esa zona a esas alturas de la noche.

Lo habría esperado de Aaron, el rarito que le gustaba ver dormir desconocidas semidesnudas en sus balcones; no de Roman, el decente barman de Parafilia que respetaba a una mujer en un ataque de ansiedad incluso cuando esta se le lanza encima con toda intensión de intimar.

Estaba parado en una esquina y por suerte no daba signos de haberme visto. Estaba tan oscuro que zolo lo reconocí por la luz de la pantalla de su celular contra su rostro. Lo revisaba cada medio minuto y luego fijaba la vista en su entorno hacia todos lados, como si esperara a alguien.

Me oculté a esperar, solo por curiosidad. El mejor motivo para hacer cosas cuando vives encubierto.

Eso, sumado a que Roman era un nombre de interés en mi lista. Trabajaba para Sama'el, guardaba secretos de Parafilia, tenía relación con el diezmo y, lo más interesante de todo, ocultaba un detalle que estaba segura de que su jefe desconocía.

Tenía que quedarme a ver.

Y así hice, aguardé las sombras casi sin respirar. No moví mis pies ni un centímetro por precaución, en las noches nunca se está seguro del terreno, un paso incierto puede desatar el roce de una piedra con otra, y delatar tu posición.

Estuve así hasta que apareció una linda muchacha que caminaba en dirección a Roman. Iba vestida con bufanda, lentes de sol y sombrero, y por la manera nerviosa que vio hacia todos lados antes de lanzarse a los brazos macizos del hombre en la oscuridad, intuí que aquella era una aventura prohibida de dos amantes inocentes.

Pero una corazonada, un tirón de mi instinto vio algo raro en la situación, lo suficiente para decidirme a seguirlos de vuelta a la institución y verlos colarse por una ventana a un salón de clases.

Me acerqué para ver desde una esquina cómo se besaban, ella sentada de frente con las piernas abiertas encima de él, él lamiendo su cuello con una pasión que los hizo a ambos envolver el silencio en murmullos de deseo desenfrenados.

La escena, él deslizando las manos por la espalda de ella por debajo de su camisa para quitarle el sostén, la manera en la que ella se restregaba contra su entrepierna mientras Roman le agarraba el culo con alevosía; todo era tan sensual y erótico al punto en que consideré la posibilidad de tocarme ahí, detrás del colegio, oculta y sin posibilidad de testigos. No perdería nada, salvo que... algo me desconcentró.

Nerd 2.5: Parafilia [+18] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora