La bola de pelo.

160 17 0
                                    

Lenore llevaba puesta una gorra de baño violeta, que dejaba ver sus broches de calavera.

La bañera rebosaba, y Lenore gozaba de un relajante baño de burbujas mientras jugueteaba con su pato de hule.

—Pequeño patito, te veo en la tina, salpicando, salpicando, en la tina... —comenzó a cantar— pequeño patito, te veo en la tina, salpicando, salpicando, en la tina... —siguió cantando, mientras hacía más burbujas para la bañera.

— ¿Por qué el señor oscuro me está abandonando? —chilló una araña que giraba a la deriva en una burbuja.

Lenore levantó la toalla violeta del piso de madera, y se sujetó la toalla al pecho, para poder destapar la bañera.

Lenore, al partir, apagó la luz; y todo quedó en silencio... hasta que una bola de pelo negra, con ojos, salió de la alcantarilla en donde se coloca el tapón. Esta se deslizó como una serpiente, llegando al cuarto, donde dormía tranquilamente la pequeña niña muerta. La bola de pelo con ojos acarició la cabeza de la niña.

— ¡Madre! Salida de tu cabeza he sufrido... —se lamentó la bola de pelo con ojos— sola en un ambiente sin cariños... ¡Amor! ¡Amor parece faltar aquí! Pero puedo perdonarte... porque ahora estoy finalmente en casa —explicó la bola de pelos, mientras Lenore seguía roncando tranquilamente, con el calor de su pijama gris y sus mantas color rojo sangre.

La bola de pelos con ojos saltó hacia la rubia cabellera de la pequeña niña muerta, haciendo que que esta despertara sobresaltada.

— ¿Por qué siempre me pasan estas cosas?

—Oh, ¿así que ahora sí me prestas atención? —se quejó la bola de pelos con ojos.

Al día siguiente, por la mañana...

Lenore se cepillaba los dientes, a la par de la bola de pelos con ojos.

—Dime, ¿alguna vez has notado que el desodorante invisible, no lo es en realidad? —preguntó, levantando la axila y dejando fluir su olor desagradable.

—No...

—Entonces... ¿quieres ir a comprar sombreros?

—No...

— ¿Alguna vez pensaste usar un shampoo humectante?

— ¡No...!

—O quizás algún dentrífico para tus dientes, son baratos...

— ¡No!

—Oye, creo que estoy usando tu cepillo.

— ¡NO!

—Esos sí que son unos ricos bocadillos de conejitos, ¿los hacen en tamaños extra pequeños...? Aunque sólo habría sitio para un sólo conejito...

— ¡CÁLLATE!

Lenore. (Roman Dirge)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora