LLUVIA

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Marinette echó a correr al percatarse de que las cuatro gotas que le habían caído encima eran la promesa de una llovizna capaz de calarle los huesos. La palabra de aquel cielo plomizo se cumplió con tal rapidez que Marinette no calculó bien el tiempo que tenía para encontrar un escondrijo que la protegiera. Como si las nubes se hubieran roto de un desgarrón violento, comenzó a llover con fuerza. Marinette corrió, inclinando todo lo que pudo la espalda para poder proteger la bolsa que llevaba entre las manos. Se sintió como un toro embistiendo aquel clima traicionero.

Llegó a la entrada angosta de un edificio cuyo techo bajo le permitió refugiarse del aguacero. Una escalera de madera desgastada por los años, pero bien cuidada y limpia, se comunicaba con el portal de la entrada al hall. Marinette se sentó en uno de los escalones a la espera de que amainara.

Las lluvias en París no solían durar mucho. Llegaban tal cual se iban, inesperadas y abruptas. Efímeras. Viendo cómo la gente corría de un lado a otro, a Marinette le reconfortó darse cuenta de que no era la única que se había olvidado el paraguas en casa. Un mal de muchos, consuelo de tontos, pero consuelo al fin y al cabo. La calle pronto quedó vacía y silenciosa, como una biblioteca olvidada.

Marinette se apartó el pelo húmedo de la frente y trató de reprimir un estremecimiento. El frío húmedo de la lluvia se colaba en su ropa con una brisa cruel y burlona. Echó un vistazo a la bolsa de la compra que tenía a su lado, comprobando que todo estaba correcto. Su madre la había mandado a hacer unos recados y muchos de los productos venían envueltos en papel. Un poco de lluvia podía estropear fácilmente la comida. Pero el plástico de la bolsa y su propio cuerpo los habían mantenido a salvo y secos. Respiró aliviada y se limitó a esperar.

Pese al frío, a Marinette en realidad le gustaba la lluvia. No tanto por calarse de pies a cabeza, sino porque la ciudad se impregnaba de una belleza extraña. No sabía bien cómo definirla. Los suelos de piedra y cemento brillaban como espejos ante la luz lejana del sol o los letreros de las tiendas. El horizonte se difuminaba en aquel paisaje silencioso y las luces de los edificios lucían como faros en medio de la noche. París se convertía en una ciudad etérea cuando llovía. Una ciudad de fantasía, como si en lugar del reflejo estuviera contemplando el interior de un espejo.

Era en momentos así cuando Marinette se olvidaba del paso del tiempo, se despreocupaba de su vida cotidiana, aburrida y repetitiva, y se dejaba embargar por los y si..., que rondaban por su cabeza.

¿Y si la vida tenía preparada otras cosas para ella?

¿Y si hubiera aprendido a jugar al hockey?

¿Y si había una forma de alejarse de aquello que la atormentaba?

¿Y si se hubiera metido en el club de teatro?

¿Y si la solución a sus problemas ya estaba ahí, pero su cabeza estaba tan centrada en una única perspectiva que no era capaz de verla?

¿Y si se ponía a bailar bajo la lluvia?

Ante esa cuestión, Marinette se preguntó qué se sentiría. ¿Sería liberador? ¿Estaría avergonzada? ¿Se dejaría llevar por aquella música que parecía repiquetear contra los adoquines en un ritmo propio? ¿O se quedaría congelada en el sitio, olvidando cómo se movían sus extremidades?

Le gustó pensar que lo haría. Que bailaría. Sin miedo, sin vergüenza. Libre de todo. No sabía bailar ballet y nunca había aprendido ninguna danza elegante, pero al cerrar los ojos, con la lluvia como acompañante, Marinette fue libre como un cisne.

Jueves, 3 de marzo de 2022

¡Hola a todos, lindas flores!

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¡Hola a todos, lindas flores!

Pues en el reto del #marinettemarch2022, hoy tocó "lluvia". Yo sé que es una palabra que en el fandom se relaciona mucho con el adrinette, por motivos obvios, pero me gustó la idea de que Marientte pudiera campar a sus anchas por sí misma aquí, fuera de cualquier ship. En su vida online es una gamer famosa por su usuario Ladybug, pero offline, es una chica normal con problemas normales, como no saber quién es, no encontrar una definición de sí misma y del mundo que le cuadre, no hallar su voz ni fortalezas en medio de una realidad que cambia más rápido de lo que ella puede adaptarse. Porque todas sus grandes cualidades siguen ahí, pero no sabe cómo sacarlas. Algo que en la serie sucede de manera natural desencadenado por el evento cristalizador de "o me muevo o el mundo se va a la porra". Aquí Marinette necesita encontrar otros caminos.

En fin, con esto y un bizcocho, ¡nos leemos mañana!

En fin, con esto y un bizcocho, ¡nos leemos mañana!

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Atrapada entre bitsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora