DEBUT

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Ladybug corrió por las alcantarillas de la ciudad como si la vida le dependiera de ello. En realidad, así lo era. En su barra de vida apenas le quedaban 50 puntos y si el akuma que iba tras ellos lograba pillarles, se los arrebataría de un solo golpe.

—¡¿Se han desaparecido todas las piedras o qué?! —exclamó ChatNoir.

No es que él estuviera en mejor situación que ella. Aunque Chat tenía mejor capacidad de defensa y ataque físicos, él se había comido muchos de los golpes para darle tiempo a poner en marcha algunos conjuros. Si algo necesitaban en ese momento era una piedra de santuario que les restaurara la vida ya que ese akuma les había robado todas las pociones.

—Me estoy arrepintiendo de habernos metido aquí abajo —se quejó Ladybug, pillando una curva en un corredor y salvándose por los pelos de que le alcanzara la onda mágica del akuma.

—¿Y qué íbamos a hacer si no? —le preguntó ChatNoir—. ¿Dejar que nos levitara hasta la Luna?

Casi lo había hecho, en realidad. Cuando su primer ataque los pilló de improviso y los hizo flotar en el aire, para luego soltarlos a toda velocidad y hacerles impactar contra el suelo. Ahí a bajo al menos tenían el límite del techo, pero los pasillos eran liosos y tenían que tener cuidado de no acabar en uno sin salida.

Marinette siguió moviendo los controles de Ladybug a toda velocidad mientras, frenética, no paraba de pensar en qué podía hacer. Las ideas se le aglutinaron cuando se dieron de bruces con una pared.

—Oh, mierda —maldijo ChatNoir.

En el techo tampoco había escaleras ni trampillas. Estaban atrapados.

—Tenemos que salir de aquí —dijo Ladybug, pero la frase murió tan pronto la dijo.

El akuma había entrado en el pasillo, flotando ingrávido, y bloqueaba por completo la salida.

—Bueno, M'lady, ha sido un honor haberte conocido —se despidió ChatNoir, trágicamente burlón—Siempre recordaré las tres horas que llevamos en esta misión aunque el juego nos dé una patada en el culo.

—Tú siempre tan romántico —se quejó Marinette—. Deberían contratarte para un remake de La princesa prometida.

—¿Debería decir como desees o es demasiado pronto para el casting, princesa?

—Por qué habré dicho nada —se quejó Marinette en voz alta, aunque era un comentario para sí misma—. Vamos a probar suerte...

Marinette accionó los comandos y convocó el lucky charm.

Era un hechizo que tenía en desuso porque nunca sabía por donde le iban a salir los tiros, que dependía muchísimo de la suerte que hubiera acumulado su personaje y lo hábil que fuera para encontrarle un uso, pero situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

En sus manos apareció una red de pesca enorme. Vale, quizás no tuviera que pensar mucho en cómo usarlo.

—¿Nos da tiempo de cambiar al traje acuático?

—Me temo que no.

—¿Te han dicho alguna vez que los gatos odian el agua, M'lady?

—Pues tendrás que empezar con la terapia de choque, ¡vamos!

Ambos se lanzaron al agua sujetando cada uno un extremo de la red y hundiéndose a lo profundo. Sin el traje acuático tenía los segundos contados para poder mantenerse debajo sin que su personaje muriera. Nadaron todo lo que pudieron hasta que el akuma comenzó a hacerlos ascender con una bola de agua antigravitatoria. Habían nadado lo suficiente para estar justo bajo él. Ignorando lo que traían entre manos, el akuma los atrajo hacia sí.

Atrapada entre bitsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora