En un mundo donde los superhéroes son admirados y están en boca de todos, hay secretos que pueden tener un precio muy alto y mentiras que pueden ocultar las cicatrices.
"Atrapada entre bits" forma parte del reto #MarinetteMarch2022.
Algo positivo de tener a unos padres que se pasaban el día frente a los hornos de la panadería, era que Marinette podía ponerse a inventar cualquier cosa en la cocina de la casa sin estar pendiente a si molestaba o si ya estaba ocupada.
Ya había lavado todos el menaje que iba a utilizar y lo había dispuesto sobre la encimera con un pulcro orden que sabía le duraría cinco minutos, pero tenía que empezar con buen pie. Conectó los altavoces y empezó a sonar Sweet Crazy Love. Marinette se vio tarareándola y realizando pasos de baile a medias mientras cortaba las fresas en rodajas y las iba metiendo todas en la batidora.
Cuando tuvo el vaso de cristal lleno, puso la tapa y accionó la batidora. Aquel trasto tenía un ruido tan fuerte que incluso sepultó la música, pero Marinette lo dejó funcionar hasta que estuvo segura de que toda la fruta estaba perfectamente molida. Con mucho cuidado, fue colándola para dejar atrás cualquier rastro de pulpa o semillas. Tardó un buen rato con eso y el vaso de la batidora estuvo a punto de resbalársele de las manos y causar un destrozo, aunque lo detuvo a tiempo.
—Muy bien —se dijo a sí misma cuando al fin tuvo todo el jugo en la jarra, ignorando que tenía la mejilla manchada del tinte rojizo de la fruta—. ¿Qué toca ahora?
Marinette separó el jugo en dos partes. Una la mantuvo en la jarra, mientras que la otra mitad fue a parar a un cazo. Lo puso a fuego bajo y añadió dos cucharadas de agar agar, para luego empezar a remover lentamente.
—Come on, come on baby, close to me baby —canturreó Marinette, animada, sin para de mover las varillas por la mezcla—. Get it, get it, get it, get it love...
Añadió un poco de vainilla y menta a la mezcla y esperó a que espesara. Luego volcó el resto del jugo y volvió a remover hasta que se espesó de nuevo.
Cogió los moldes y fue vertiendo muy lentamente el contenido del caldero. Esa vez tuvo el tino de ni siquiera ponerse a cantar. Ya habían ocurrido otros desastres que le aseguraban que no era una buena idea. Con el cuidado de un artificiero, dejó los moldes en la encimera, donde no hubiera peligro de que se cayeran ni de ningún otro incidente catastrófico.
—Muy bien, treinta minutos deberían bastar —se dijo a sí misma Marinette, poniendo en marcha el temporizador—. Y ahora, a limpiar.
—Mylène, ¿tienes un momento?
La pregunta tomó por sorpresa a Mylène que estaba a punto de subir las escaleras para ir a clase. Marinette la había detenido justo al lado.
—Acompáñame un momento, por favor —le indicó Marinette, haciéndole una seña.
La llevó por debajo de las escaleras, lejos de las miradas indiscretas, y Mylène no podía estar sino cada vez más y más curiosa. Para ella, Marinette era una persona muy tranquila, frecuentemente perdida en sus ensoñaciones. Le caía bien, aunque no tenían un trato demasiado estrecho. Era simpática y amable.
—¿Qué sucede? —preguntó Mylène intrigada. Se miró rápidamente la ropa, temiendo que se le hubiera manchado sin darse cuenta y ese fuera el motivo de llevarla lejos de las miradas de los demás.
—Quería darte esto —le explicó Marinette, tendiéndole una bolsa de papel.
Mylène la tomó con cuidado, con el ceño fruncido por la incomprensión. No entendía la expresión seria de Marinette. ¿Debía abrir la bolsa?
Recordando que Marinette jamás había sido mala ni ruin con ella y que no había motivos para esperar una broma pesada suya, Mylène abrió la bolsa y sacó lo que había en su interior.
—¿Esto es...?
—Son golosinas —le explicó Marinette.
—Pero yo soy vegana.
—Lo sé, están hechas con fruta, sin colorantes artificiales ni gelatina, solo agar agar —le explicó Marinette—. Cuando Alix trajo golosinas para todos, escuché lo que dijiste, que no comías chuches porque eres vegana, aunque de vez en cuando echabas de menos poder comer alguna.
Marinette omitió los comentarios desagradables de Chloé cuando la escuchó decir aquello, pero Mylène no pudo sino recordarlos.
—Mi madre me enseñó a hacer golosinas sin gelatina y, bueno, pensé que podría hacerte unas cuantas.
Y en ese momento Mylène entendió que la seriedad de Marinette no se debía a ninguna noticia horrible como Mylène había empezado a temer. Era a que estaba nerviosa. Por regalarle aquello. Mylène estudio el tarro de cristal que tenía entre sus manos. Estaba lleno de golosinas rojas en forma de ositos cubiertos de azúcar, firmemente protegidas por un corcho grueso. No había ninguna burla ni malicia en aquel detalle.
Mylène miró a Marinette, clavando su mirada castaña en ella, y la sonrisa brotó de sus labios sin darse cuenta siquiera.
—Me encanta —aseguró Mylène, retirando el corcho y llenando sus fosas nasales del aroma a fruta—. ¿Compartimos?
Marinette sonrió y un precioso rubor anidó en sus mejillas.
—Me encantaría.
Miércoles, 16 de marzo de 2022
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¡Hola a todos, lindas flores!
Este ha sido un capítulo muy lindo de escribir. No sabía si había algún personaje canónicamente vegano en la serie, así que he tirado de headcanon. Darle las gracias a AquaticWhisper por ayudarme a pensar qué personaje podría ser vegano en la serie, yo estaba dando vueltas en círculos jajajaja
Con esto y un bizcocho, ¡nos leemos luego!
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