TRIXX

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Marinette sentía que los ojos se le iban a caer de las cuencas de lo hinchados que los tenía. Bajo la luz amarillenta de la lámpara, le ardían, pero, tirando nuevamente del hilo, no se detuvo. No quería detenerse. Observó de forma furtiva el reloj. Tenía el tiempo en contra y ya que estaba tan metida en el meollo no le quedaba otra opción que seguir adelante. Distraída, se clavó la aguja en el dedo.

—¡Ay! —se quejó Marinette, llevándose el dedo a la boca.

Miró a su alrededor, alerta, temiendo que se hubiera despertado. Pero el sonido lejano de la calle era lo único que podía escuchar. No tardó demasiado en paladear la sangre. Su rostro se crispó del desagrado y volvió a mirar la herida.

En su distracción se había clavado la aguja con ganas y enseguida le resbaló por la piel una gota de sangre oscura. Retiró la mano a tal velocidad que estuvo a punto de caerse de la silla, pero consiguió no manchar la tela que tenía enfrente. Solo eso le faltaba, tener que empezar de nuevo debido a las manchas de sangre. Con fastidio, fue a buscar el botiquín. Se limpió la herida con betadine y se envolvió el dedo con una tirita. Se negó a mirar su reflejo en el espejo del baño.

—Bien, ya está listo.

Después de asegurarse de que no se filtraba nada a través del plástico impermeable de la tirita, Marinette volvió a su labor, mirando cada cierto tiempo por encima del hombro a la espera de que se despertara en cualquier momento, aunque parecía dormir como un tronco. Y así, pendiente de ella y de no volver a pincharse un dedo, Marinette siguió cosiendo.



—Maaaaaaaanoooooooon —la llamó Marinette poniendo la voz más graciosa que supo hacer—. Es hora de despertarse.

La niña hizo un sonido muy divertido, como un gruñido soñoliento que resultaba adorable y sorprendente en un cuerpo tan pequeño.

—Maaaaaaaaanoooooooon —volvió a decir Marinette—, tienes que comer, si no te vas a quedar tan chiquitina como yo.

Manon abrió sus enormes ojos castaño miel con lentitud. Aún los tenía enrojecidos por llorar y por la fiebre, pero eso no pareció importar cuando clavó la mirada en lo que tenía en frente.

—Pero... —musitó Manon, aún adormilada.

—Me llamo Trixx y he venido aquí para cuidar de ti —explicó Marinette mientras movía el peluche del adorable zorro como si fuera una marioneta— ¿No tienes hambre?

—No —se quejó Manon, haciéndose una bola, aún acostada en el sofá.

Su estómago, en señal de protesta, emitió un gorgoteo que hizo que Manon se enfurruñara aún más. Marinette sabía que la niña debía tener hambre, pero odiaba sus medicinas para el resfriado y se negaba a aceptar cualquier treta o trato que supusiera tomar una dosis de aquel jarabe horrible.

—¿No tienes hambre? ¡Eso no puede ser! ¿Me vas a dejar comiendo solito?

Marinette movió a Trixx para que se tapara la carita con las patas.

—No sé comer solo, pero tengo mucha hambre.

—¿Cómo no vas a saber?

—Me pongo muy triste si como solo, ¿no oyes mi tripita como suena?

—Podría... —dijo Manon en voz muy bajita—. Podría ir contigo. Y comer un poquito.

—¡Me voy a hartar a uvas! —exclamó Marinette, zarandeando la marioneta como un Elmo entusiasta.

—Yo quiero un sándwich —dijo Manon con voz trémula, mirando a Marinette por primera vez, que había permanecido escondida.

—¡Y yo te voy a comer a ti! —exclamó Marinette, cogiendo a Manon en brazos para hacerle cosquillas.

—¡Marinette!



Muchas gracias por todo, Marinette —le agradeció Nadja, dándole su pago como niñera—. Me apena que le haya vuelto el resfriado otra vez y yo en el trabajo, ya le había bajado la fiebre.

—A mí me pasaba mucho de pequeña —le comentó Marinette, encogiéndose de hombros—. Mi madre me decía que era porque estaba creciendo.

—Ojalá sea así —suspiró Nadja, iba a guardar la cartera cuando un pensamiento se le cruzó por la mente—. Por cierto, no me has dicho cuánto por el peluche.

—No, por favor, fue un detalle para intentar alegrar a Manon, no le pondría un precio.

Ambas lanzaron una mirada a Manon, que había vuelto a quedarse dormida. Su madre la había recogido del sillón intentando no despertarla y ahora dormitaba en brazos de Nadja mientras abrazaba con cariño a Trixx.

—Pues deberías pensártelo, muchas personas comprarían tus trabajos.

—Vaya, gracias —contestó Marinette, sorprendida—. Quizás me lo plantee.

Lunes, 14 de marzo de 2022

Atrapada entre bitsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora