FLASHBACK

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Tocó el timbre con cierto nerviosismo, aunque hizo el esfuerzo de no dejarlo relucir en su expresión. No todos los días tenía la oportunidad de visitar la casa de uno de los diseñadores más famosos de toda la ciudad, pero desde luego no quería que la tomaran como una fanática desquiciada.

—¿Quién es? —preguntó una mujer con voz monocorde y aburrida.

—Soy Marinette Dupain-Cheng, había quedado en venir a ver a Adrien.

Se hizo un silencio larguísimo. Tanto que Marinette se preguntó si la habían dejado ahí plantada como un olivo, mirando con cara de idiota a la cámara de seguridad. Quizás quien le había respondido se había ido ya, sin ni siquiera decirle que se fuera por donde había venido. Aún con dudas, se mantuvo quieta, esperando.

—Puede pasar —dijo de pronto.

El mecanismo de la puerta se accionó en un ruido desagradable y abrió la puerta.

—Gracias.

Marinette atravesó el umbral del portero y caminó hacia la entrada. La puerta, maciza e infranqueable, se abrió antes de que ella hiciera el amago siquiera de tocar su superficie con los nudillos. Se presentó ante ella una mujer de rictus serio y mirada cansada.

—¿Señorita Dupain-Cheng?

—¿Si?

—La están esperando —le recordó ella, haciéndose a un lado para que pudiera pasar—. Sígame.

—Sí, gracias.

La condujo por la mansión en silencio a paso decidido. Iba tan rápido que Marinette tuvo que caminar dando zancadas para no echarse a correr detrás de ella. Solo se detuvo cuando llegaron ante una de las puertas del segundo piso. Mientras que ella estaba totalmente tranquila y pétrea, Marinette hacía el esfuerzo de contener su respiración agitada.

—Tu cita de las cinco ya está aquí —dijo ella al tocar la puerta con los nudillos.

Al momento se abrió y Adrien les sonrió a modo de saludo.

—Hola Marinette, bienvenida, pasa —dijo Adrien, haciéndose a un lado—. Gracias Nathalie.

—¿Le digo al cocinero que prepare algo? —preguntó Nathalie.

—Sí, por favor.

Con un asentimiento, Nathalie se dio la vuelta y se marchó.

—Gracias —se despidió Marinette antes de que Adrien la invitara a pasar a su habitación.

—Bueno, sé que tengo el libro por aquí, lo traje a mi cuarto el otro día cuando hablamos sobre ello —le explicó Adrien, guiándola hacia el sofá blanco que estaba de cara a las enormes ventanas y el televisor—. Espera un momento.

—Sí, claro —respondió Marinette, tratando de tragarse las exclamaciones de asombro al ver el interior del dormitorio.

Realmente no debería de sorprenderle, viendo el diseño y las dimensiones de la casa en general, pero eso no hacía que la habitación de Adrien fuera menos impresionante. Era altísima y habían aprovechado la altura para dividirla falsamente en dos plantas. Mientras que la cama, el sofá, las máquinas recreativas y la pequeña cancha de baloncesto estaban en la planta de abajo, la superior tenía unas estanterías más llenas de libros que las de la biblioteca del instituto. Adrien subió por las escaleras de caracol y se puso a indagar entre los estantes, en busca del libro que le había prometido.

Marinette se fijo en que, cerca de la cama, había montado un ordenador con una pantalla enorme y habían trofeos y diplomas en los estantes aledaños.

—Estoy seguro de que lo puse por aquí, un momento —explicó Adrien.

Atrapada entre bitsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora