Marinette cogió el cucurucho de helado con la veneración de quién está ante un tesoro. Uno delicioso. Los helados de André eran famosos por toda la ciudad y siempre que Marinette tenía la oportunidad de comerse uno, el día se le hacía mucho más dulce. Aunque tuviera que comerse una buena dosis de bromas en el proceso.
—Muchas gracias —dijo Adrien, recogiendo su helado.
—Buen provecho, chicos.
Marinette vio con una claridad pasmosa cómo André le guiñaba un ojo. Marinette se sonrojó, avergonzada por la forma tan descarada en la que el heladero le intentaba servir a Adrien en bandeja de plata. Lo ignoró, aunque el calor no abandonó sus mejillas.
—Hasta luego André —se despidió nerviosa, haciendo el esfuerzo de no acelerar sus pasos.
—Hasta luego —se despidió André, riendo.
Se pusieron a caminar por dentro del parque en busca de un banco que estuviera a la sombra y en el que pudieran hablar tranquilamente. Marinette se fue comiendo su helado de cereza y arándanos mientras andaba, teniendo mucho cuidado de no pringarse ni de despistarse. André sería un romántico indiscreto, una celestina entre postres, pero hacía unos helados divinos. No quería acabar en el suelo y con el helado destrozado. Una vez le había caído en la cabeza tras un traspiés bajando unas escaleras y no era un recuerdo nada agradable.
—Es un hombre bastante alegre, ¿verdad? —sugirió Adrien.
—Y metiche —musitó Marinette entre dientes.
—¿Qué has dicho?
—No, nada —aseguró Marinette—. Es una persona muy risueña y un romántico empedernido.
—Eso me suena a que hay una historia detrás —bromeó Adrien—. ¿Te parece si nos sentamos aquí?
Era un banco a la sombra de un gran árbol. Estaba limpio y vacío, Marinette asintió.
—Bueno, ¿y cuál es la historia? —preguntó Adrien.
—Es la misma historia que la de medio París, supongo —aseguró Marinette, quitándole hierro al asunto—. Cada vez que me ve con alguien intenta emparejarme. La última vez fue con Alya, es que menudo espectáculo, de verdad. ¿No va y nos ofrece un helado para enamoradas de fresa y nata? Nos puso hasta la florecita de galleta en el tope.
—¿Y eso qué significa? —preguntó Adrien, que después de la retahíla que le había soltado André al prepararle su propio helado, sabía que nada era tan simple con el artesano.
—Son los colores de la bandera sáfica —reconoció Marinette, sonrojada—. La flor incluida. Y me parece un detalle muy mono de su parte, ¡pero es que con Alya! De todas las chicas del universo, no podría pensar en Alya de esa forma —se quejó Marinette—, y menos después de que Alya se pusiera cariñosa conmigo para que André nos ofreciera un descuento.
Adrien se atragantó de la risa. Tuvo el tino de usar una servilleta para no mancharse de helado de pistacho.
—Creo que ese fue el espectáculo que te molestó, llámame adivino.
—Se vino arriba y se puso a hacerme carantoñas —recordó Marinette avergonzada—. Y ahora cada vez que nos ve juntas nos llama "la pequeña embaucadora y la adorable princesa". Venga, ríete, disfruta.
Adrien había estado haciendo el esfuerzo de no reírse demasiado fuerte, empatizando con el rostro compungido de Marinette, pero era superior a sus fuerzas. La carcajada brotó natural y risueña, de esas que suenan entrecortadas por la falta de aire y hace brillar los ojos. Marinette se habría ofendido si no fuera porque estaba realmente lindo riendo así y porque, bueno, su dichosa risa era contagiosa así que terminó soltándose también.
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Atrapada entre bits
FanfictionEn un mundo donde los superhéroes son admirados y están en boca de todos, hay secretos que pueden tener un precio muy alto y mentiras que pueden ocultar las cicatrices. "Atrapada entre bits" forma parte del reto #MarinetteMarch2022.