CEREMONIA

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Marinette tenía por costumbre apuntar todas las fechas importantes en su agenda. No se refería solo a las tareas, sino a esos días señalados que le recordaban a personas especiales o que le traían bonitos recuerdos. Aunque Marinette no era invitada a cada una de las fiestas de sus compañeros, siempre se acordaba de los cumpleaños de todos y cada uno de ellos. Bueno, el de Chloé era la excepción. No le hacía falta ni apuntarlo porque Chloé se esforzaba lo suficiente porque todas y cada una de las personas a su alrededor se aprendieran la fecha de memoria, quisieran o no.

Cada vez que alguien le mencionaba la fecha de su cumpleaños, incluso si era por encima y el día señalado no estaba para nada cerca, Marinette lo apuntaba en el cuaderno. Así que, cuando en un día de misiones aburridas, Chat y ella se pusieron con juegos tontos de preguntas y respuestas, la cuestión del cumpleaños cayó. Y sí, Marinette lo había apuntado.

Como no se conocían en persona no podía prepararle una fiesta de cumpleaños ni una caja de macarons de su sabor favorito. El juego daba la opción de celebrar ceremonias de todo tipo, pero a Marinette le parecía algo demasiado pomposo y dramático. Muy fuera de su estilo y fácilmente malinterpretable. Así que Marinette se pasó días y días pensando en qué podía regalarle. Quería que fuera algo único puesto que Chat era un amigo muy especial para ella aunque nunca se hubieran visto las caras.

Marinette tamborileó los dedos sobre el teclado sin pulsar ninguna tecla, indecisa. Estuvo así un buen rato, hasta que su madre entró en su habitación llamándola.

—Marinette, ¿has visto mi teléfono? —le preguntó Sabine—. Lo he buscado por todas partes, pero no lo encuentro.

Marinette empujó su silla con la punta de los pies para poder girar en dirección a su madre. Sabine, que siempre lucía impecable e impoluta, estaba hecha un desastre. Tenía manchas de harina en la cara y de caramelo en el delantal.

—¿Qué te ha pasado? —preguntó Marinette, sorprendida.

—Tu padre, tu padre ha pasado —suspiró Sabine, llevándose la mano a la cabeza. Masajeó su frente, intentando aliviar la jaqueca—. Está empeñado en hacer funcionar un croquembouche con harina de arroz.

—La idea no es del todo mala.

—No, no lo es, o no lo sería si lo hiciera con calma, como todos sus experimentos. Pero tu abuelo ha retado a tu padre y ahora los dos tienen la cocina patas arriba tratando de ser el primero y el mejor.

—¿El abuelo está aquí?

—Sí, pero será mejor que no lo saludes hasta después —le sugirió Sabine, apoyándose grácilmente en el escritorio de Marinette—. Lo de ahí abajo es una batalla campal, yo me rindo.

Marinette se rio. Era raro ver a su madre tan hastiada, Hacía que su cara se contrajera en un gracioso mohín que era adorable. Quizás lo sería mucho menos si el motivo de su enojo fuera la propia Marinette, pero como a quien le estaba lanzando dagas desde la distancia era a los dos que estaban en la panadería haciendo un destrozo, pudo divertirse.

—Bueno, ¿y tú qué estás haciendo? —le preguntó Sabine.

—Estoy preparando un regalo de cumpleaños —Marinette ojeo la página en blanco—. O estoy pensando en hacer uno al menos.

—Podrías regalarle un pastel —le sugirió Sabine—. El red velvet que hiciste la última vez te quedó precioso y muy dulce.

—El problema es que no puedo regalarle... —Marinette dudó—, nada material. Mamá, ¿has tenido alguna vez un amigo por correspondencia?

—Sí que tuve uno, vivía en Hawái.

—¿En Hawái?

Sabine se encogió de hombros.

—Formaba parte de una de las actividades de inglés en el colegio. Supongo que para él era de clases de francés —meditó Sabine—. En fin, solo podíamos enviarnos cartas, así que para la última de todas le escribí un poema. Quería darle las gracias por haber sido mi amigo durante esos meses.

—¿Volviste a hablar con él?

—No, el profesor enviaba él mismo las cartas al colegio, y nunca nos dijo la dirección.

—Es una lástima.

—No todas las amistades perduran en el tiempo, pero eso no las hace menos valiosas. Fue un amigo muy importante para mí durante aquella época.

Unos gritos se asomaron por las escaleras del edificio hasta llegar a la habitación de Marinette. Sabine suspiró.

—Será mejor que baje a controlar a esos dos antes de que se desmadre todo —dijo Sabine, poniéndose en pie—. Suerte con el regalo.

—Gracias mamá.

Sabine le acarició gentilmente la mejilla y se encaminó hacia la escalera.

—Mamá.

—¿Sí, Marinette?

—Tienes el teléfono en el bolsillo del pantalón.

Lunes, 7 de marzo de 2022

¡Hola a todos, lindas flores!

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¡Hola a todos, lindas flores!

Después del mega capítulo de ayer, pues hoy tocaba uno más ligerito y divertido. La familia de Marinette me produce muchísima ternura. No todo es dulce y maravilloso, tienen problemas, líos y confusiones, como en toda casa de vecino. Pero la manera en que consiguen hacerle frente a todo eso para seguir unidos me agrada y mucho.

En fin, con esto y un biscocho, ¡nos leemos pronto!

En fin, con esto y un biscocho, ¡nos leemos pronto!

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Atrapada entre bitsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora