Bailar con un pez estaba siendo la experiencia más estrafalaria de su vida. Adrien le tendía las aletas y movía los bracitos como si fuera un Tiranosaurio Rex con ganas de aplaudir, por no hablar de sus pasos de baile de pingüino aplatanado. Era todo tan sumamente absurdo que era divertidísimo y a Marinette se le fueron pasando las canciones en un visto y no visto.
—Oye, ¿te apetece ir a tomar un poco el aire? —le preguntó Marinette.
Adrien llevaba un par de horas bailando con aquella cosa y le costaba creer que no quisiera quitarse aquella cabeza de pez para respirar un poco.
—Sí, vale.
Salieron de la pista esquivando a la gente como buenamente pudieron, todos habían aprendido rápido a esquivar los coletazos de Adrien, y salieron a la calle. La casa de los tíos de Nino era una vivienda de tres pisos, angosta pero alta. En el primero de todos estaba el garaje donde Nino estaba celebrando la fiesta, separado de la puerta por la que Marinette supuso que se accedía a la casa. En un lateral de la vivienda había un patio de juegos infantil con un columpio que había visto tiempos mejores, pero se mantenía sólido. Marinette se sentó en uno de ellos mientras Adrien peleaba con la cabeza del disfraz.
Cuando se la quitó de encima, Marinette pudo verle por primera vez en lo que iba de día. Tenía la frente empapada en sudor y el pelo rubio se le pegaba a la piel. Tenía las mejillas, la nariz y las orejas encendidas en un furioso bermellón y Marinette se preguntó cómo demonios había aguantado tanto con ese traje puesto.
—¿Cómo has aguantado tanto con esa cosa encima?
Adrien se encogió de hombros, que ahora eran visibles.
—Estoy acostumbrado a llevar trajes así.
—¿Dónde? —preguntó Marinette escéptica—. ¿Posando para Disneyland?
—Sería interesante, pero no —contestó Adrien—. Practico esgrima.
—¿Esgrima en plan mosqueteros o en plan samurai?
Adrien soltó una risotada.
—Si me pones entre esos dos, supongo que mosquetero —respondió Adrien—. Aunque no podría haber llevado sus sombreros, las plumas me dan alergia.
—Así que eres de esos que se viste de blanco con una red frente a la cara, ¿eh? ¿Los que participan en las Olimpiadas?
—Sí, más o menos, aunque yo no tengo las aspiraciones tan altas. Es una manera de mantenerme en forma sin llamar demasiado la atención.
—¿Lo elegiste tú?
Adrien meditó la respuesta y se sentó en el columpio a su lado. Así, sonrojado por el ejercicio y el calor, con el sudor alborotando su cabello de tal forma que a su publicista seguro que le daría un ataque de nervios, Marinette recordó que Adrien era un adolescente normal, igual que ella. A veces era fácil olvidarlo con esa barrera de glamour que parecía rodearle todo el tiempo, pero no fue hasta ese momento que Marinette se dio cuenta que Adrien nunca había pretendido que existiera esa separación entre él y los demás. La habían creado otros por él.
—Mi padre insistió en que debía acudir a un entrenador privado que me mantuviera en forma, pero yo quería algo diferente, algo que me permitiera, no sé como decirlo —murmuró Adrien—. Algo que me permitiera estar cerca de gente de mi edad.
—Y optaste por un deporte en que te tienes que poner un colador en la cabeza.
—La esgrima no llama la atención más que de la prensa especializada, ya no te digo la que realizan los clubs junior. Y aún si venía algún medio podía contar con ese colador como tú lo llamas para que no me identifiquen fácilmente.
—Muchos quebraderos de cabeza para elegir un deporte.
—Tal vez, pero merece la pena. Es divertido.
—Bueno, supongo que eso es lo importante —suspiró Marinette, meciéndose con gentileza. Las correas del asiento chirriaron—. ¿Te encuentras mejor?
—Sí, creo que no me di cuenta de que necesitaba que me diera el aire, estaba pasándolo tan bien...
—Siento haberte cortado el rollo, pero de verdad que hoy no me apetece comer pescado al vapor.
—¿Así que eres una sirena sanguinaria? —preguntó Adrien, escandalizado.
—Para qué crees que me puse estas uñas —señaló Marinette, levantó las manos e hizo bailar los dedos, haciendo que la luz de las farolas le arrancara brillos.
—¿Para qué necesitas un gato si cazas los peces tú sola?
—Quizás porque me acompaña un gato glotón que solo piensa en pescado.
—¡Ay!
—¿Eso en esgrima sería touché?
Adrien asintió con una risa fácil y agradable. Había un brillo en sus ojos que Marinette no había visto antes y resultaba encantador y un tanto cautivante.
—Bien jugado, señorita, te llevas todos los puntos —bromeó Adrien—. ¿Sabes? Estaba pensando una cosa...
—¿Por qué me ha entrado miedo de repente?
—Verás, me preguntaba... Hemos quedado muchas veces y, la verdad es que me caes genial. Eres divertida, ingeniosa y una soñadora increíble. Haces que las mayores locuras parezcan fáciles de conseguir y es que consigues hacerlas realidad que es lo más increíble de todo. Me preguntaba qué pensabas tú de mí y si podríamos intentar algo más en serio.
Ella detuvo el movimiento de sus piernas, logrando que el columpio volviera a quedarse quieto. Marinette sintió que se partía en dos. Le entusiasmaba la idea, ¡claro que lo hacía! Adrien le gustaba y le era imposible negarlo, tampoco es que fuera a poner mucho esfuerzo en hacerlo. Era una persona capaz de ver las cosas de una manera totalmente diferente a la suya, confiable, amable y le parecía guapísimo. En las últimas horas había descubierto una faceta que desconocía de él, una atolondrada, distraída y tan chistosa que era adorable. La otra parte de sí misma deseaba no haber conocido esa parte de él. Porque desde entonces el recuerdo de Chat se había vuelto una constante en su mente, llevaba toda la fiesta rememorando sus conversaciones, sus chistes y bromas. Estaba segura de que incluso a ella se le había escapado algún que otro chiste de gatos. Por mucho que lo intentara, no podía ignorarlo más.
—Lo siento Adrien, no puedo.
—¿Puedo preguntar por qué?
—Creo... —Marinette suspiró, confundida—. Creo que me gusta otra persona. No estoy del todo segura, porque realmente no había sido consciente de que tenía estos sentimientos dentro hasta ahora, pero no dejo de pensar en él y, es extraño porque tú me gustas muchísimo pero a la vez...
Marinette se llevó las manos a la cabeza en un vago intento de ordenar sus ideas.
—Ese maldito gato —murmuró Marinette para sí—. Tienes que pensar que soy una persona horrible.
—Para nada.
Marinette levantó el rostro al escuchar la alegría de su voz. Adrien estaba sonriendo y de una forma bastante dulce en realidad. Marinette no era capaz de comprender. ¿Le había hecho una broma o algo así?
—Bueno, ¿qué te parece si volvemos a la fiesta? —preguntó Adrien, levantándose del asiento.
Perpleja, Marinette lo imitó.
Lunes, 28 de marzo de 2022
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Atrapada entre bits
FanfictionEn un mundo donde los superhéroes son admirados y están en boca de todos, hay secretos que pueden tener un precio muy alto y mentiras que pueden ocultar las cicatrices. "Atrapada entre bits" forma parte del reto #MarinetteMarch2022.