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Minho no estaba enterado de eso pero la noticia no le sorprendió. Todo el mundo sabía que Boah Lee  gastaba dinero por tres personas.

—Puedes quedarte con nosotros hasta que resuelvas tus problemas —propuso Minho—. La casa es bastante grande.

—No quiero la caridad de nadie, Minho. Tampoco necesito tu compasión. Sólo quiero que me ayudes a llegar a Wyoming.

La resistencia de Minho cedió. Toda su vida Taemin había sido el niño mimado de un padre tonto y de una madre egoísta. Él dudaba que el alguna vez se detuviera a pensar de dónde había salido el dinero que costeaba todas aquellas cosas que había dado por sentadas. Ahora se había quedado solo y no tenía a nadie que lo orientara. No podía negarse a ayudarle cuando para él sería sumamente fácil conseguirle un arriero digno de confianza.

—Chan y yo conocemos al menos una docena de hombres con mucha experiencia que estarán encantados de llevar tu manada —dijo Minho—. Dame un par de semanas y te prometo que te encontraré a alguien con el que puedas contar.

—No pienso poner mi ganado en manos de un desconocido. Es todo lo que tengo en el mundo. Si algo llegara a pasarle, sería tan pobre como cualquier peón.

Minho podía entender que Taemin estuviera desesperado. Él también se sentía así. Por razones diferentes, por supuesto, pero no por ello el sentimiento dejaba de ser el mismo. Le encontraría un arriero aunque tuviera que pagarle él mismo.

—No tendrás que confiar en un desconocido. Te encontraré a alguien que trabaje con tus vaqueros. Ni siquiera te darás cuenta de su presencia.

—Quiero que seas tú quien me lleve.

—Ya te he dicho que no puedo.

—Has dicho que no lo harías —lo corrigió Taemin—, pero no me has dado una razón.

—Sí lo he hecho, pero tú no me escuchabas.

Una vez más Boah se hacía presente en el cuerpo de su hijo. Nunca creería que no podría conseguir lo que quería. Pues bien, él no le diría a Taemin sus razones. Eran personales, sólo eran asunto suyo y de nadie más.

—Mi propuesta de encontrarte un arriero sigue en pie. Ahora déjame ayudarte a subir a tu calesa. Si no llegas a casa pronto, se te echará a perder la cena.

—No necesito tu ayuda —dijo Taemin bruscamente, apartándolo hacia un lado para poder ver los estrechos escalones de metal por los que tenía que subir.

Minho estuvo a punto de olvidar que si se negaba a hacer eso por Taemin, sería difícil que pudiera aceptar hacer cualquier otra cosa por el.

—Puedes desenganchar mi caballo —dijo Taemin al tiempo que se acomodaba en el asiento. Él le paso las riendas—. Escúchame bien, Minho Choi. Pienso ir a Wyoming, y tú vas a llevarme.

Dicho eso, obligó a su caballo a girar hacia el camino y chasqueó la fusta sobre la cabeza del animal. Se alejó a paso ligero. La espalda de Taemin estaba completamente erguida en señal de rebeldía. Minho se quedó mirándolo mientras se alejaba, notando que la máscara de indiferencia le desaparecía del rostro. Muchas emociones pugnaban por aflorar. Sintió alivio de haber superado aquel encuentro sin dejar que Taemin adivinara que tenía otros motivos para negarse a llevar su ganado, además de que no le agradaba viajar con donceles o mujeres y de las consideraciones prácticas respecto a tener que conducir a más de seis mil vacas. No podía dejarle ver cuánto le preocupaba que estuviera arriesgando demasiado al mudar su rancho a Wyoming. También sintió pesar de que hubiera dejado de ser el encantador niño de antes para convertirse en el doble de su madre, e indignación de que aun así lo deseara.

Taemin (Libro 3 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora