—¿Has visto eso? —Preguntó Sehun entre dientes desde el puesto que ocupaba detrás del carromato de provisiones—. El le ha pegado, y él ni se ha inmutado. Si uno de nosotros hubiera hecho algo así, estaría bramando de furia.
—¿Acaso no sabes nada respecto a los donceles? —le preguntó Jun indignado.
—Más de lo que crees.
—No debe de ser mucho —le respondió su hermano, teniendo cuidado de que Minho no lo viera.
Entretanto, junto a la fogata, Taemin estaba reprendiendo a Minho.
—No tienes sentimientos. Crees que basta con emitir tus juicios para que todo salga como pretendes. Pues las cosas no funcionan así, ni por asomo.
Minho retrocedió. Las acusaciones de Taemin lo habían dejado atónito.
—Sí tengo sentimientos. Además, arriesgué el pellejo para rescatarte de esa estampida.
—Siempre estás arriesgando el pellejo, pero nunca te pasa nada. Todo te ha salido siempre como quieres, y por eso no puedes entender a nadie más.
Taemin hizo caso omiso de la protesta ahogada de Minho.
—Es cruel pedirme que regrese a un rancho que ya no me pertenece y deje que los cuatreros roben mi ganado hasta dejarme más pobre que un indigente —las manos de Taemin se movían al mismo ritmo de sus palabras—. ¿Es eso lo que quieres? ¿Quieres verme tan pobre que no me quede más remedio que mendigar?
—¿Por qué habla de ser pobre? —preguntó Sehun entre susurros—. Su padre era tan rico como DongWook.
—Si sigues escuchando a escondidas las conversaciones de los demás, muy pronto estarás más muerto que ese tocón —le dijo Jun.
Minho nunca había pensado algo semejante. No podía imaginar que un doncel como Taemin se viera obligado a mendigar, y menos cuando la mitad de los hombres de Texas se haría matar con tal de poder darle todo lo que el quisiera. ¿Acaso no sabía lo guapo que era? ¿Tenía alguna idea de cuánto perturbaba su sola presencia a los hombres? ¿De cuánto lo turbaba a él?
¡Demonios! No podía recordar cuándo fue la última vez que llevó bien puestos los pantalones, y si seguía pensando en Taemin todo el tiempo, iba a perder su propia manada.
Aquella noche marcaría una diferencia en la relación de Taemin y Minho.
Hasta entonces él había insistido en seguir pensando en el como un chiquillo que estaba encaprichado con él. Lo sucedido aquella noche había cambiado todo eso. Taemin era un hombre hermosa y maduro, que vivía de una manera apasionada, y con quien era imposible guardar las distancias. Quizás este cambio de percepción se debiera al hecho de haber sentido su cuerpo sobre sus rodillas, apoyándose en él, rozándolo con familiaridad, estrechándolo con fuerza. Ya nunca más podría pensar en el como un niño. De alguna manera lo lamentaba. Odiaba perder al chico inocente y atractivo que Taemin había sido. Quererlo no le había costado ningún trabajo. No había habido ninguna complicación, ningún compromiso.
Pero era imposible lamentar completamente el cambio. Aquel hombre no tenía nada que ver con el niño de hacía cuatro veranos. Y sus sentimientos por el también habían cambiado. Lo que el producía en él no era conveniente, los donceles nunca lo eran. Siempre elegían el peor momento para hacer cualquier cosa, pero eso era emocionante. Quizás el le irritara, quizás le molestase, pero nunca le aburriría.
—Tú nunca tendrás que mendigar —dijo Minho, recobrando el habla—. Puedes casarte casi con cualquier hombre que quieras.
—Esa es la clase de cosas que un hombre como tú diría —gritó Taemin con los ojos encendidos y sacudiendo su pelo rojo mientras hablaba—. Piensas que la única manera de cuidar a uno es casándolo. Si se le encuentra un esposo no hay la menor posibilidad de que vuelva a tener problema alguno.
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Taemin (Libro 3 - serie 7 novios)
Hayran Kurgulibro 3 - Taemin 2min 1-jinki 2-Kibum 3-Taemin Portada Plumstardust