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Taemin quería morirse.

Pensó en algunas de las cosas que había hecho, en las cosas que había dicho, y esperó no tener que encontrarse nunca más con ninguna de las personas que conocía. Sobre todo, esperó no tener que encontrarse cara a cara con Minho jamás.

—No entiendo. Mi p... padre —no pudo evitar trabarse con esta palabra— no se lo habría contado a nadie.

—Tu verdadero padre empezó a acosar a Lee. Dijo que se lo contaría a todo el mundo en Austin y San Antonio si él no le daba veinte mil dólares. A Boah casi le da un ataque, pero Minho la ayudó a deshacerse de él. Nadie entendió por qué lo hizo, pues todos sabían que ella había estado tratando de conquistar a DongWook.

—¡No te creo! —exclamó Taemin. Cada revelación era como un golpe que Joe le asestaba, uno tras otro, hasta hacerle tambalear—. Me estás mintiendo. ¿Qué quieres? 

Todo aquello era demasiado espantoso para ser verdad.

—¿Has oído hablar de esa pelea que Monty tuvo en México, aquella en la que mato a un tipo?

¡Dios santo! ¡Minho había matado a su padre para impedir que le dijera a todo el mundo que el era su hijo bastardo! Y en los últimos dos meses el no había hecho más que acusarlo de toda fechoría insignificante que se le había ocurrido. Después que él había arriesgado su vida para proteger su reputación. Taemin estaba muerto de vergüenza. ¿Qué pensaría Minho de el? Se había portado como un chico mimado y superficial que estaba dispuesto a hacer casi cualquier cosa por conseguir lo que quería. Le había dicho que quería un esposo que estuviera tan perdidamente enamorado de el que hiciera todo lo que le pidiera. Y para colmo de males, él le había oído decirle a Samuel que quería tener muchas casas y ropa, y dar innumerables fiestas, todas las cosas que un chico tonto valora más que la honestidad, la seriedad y el coraje. Se había condenado a sí mismo con sus propias palabras.

¡Y aquella noche en el tipi! Había querido que Minho le hiciera el amor. Prácticamente se lo había pedido. Se moría de vergüenza sólo de recordarlo. Mirando toda aquella situación con los ojos de Minho, podía entender que él pensara que el haría cualquier cosa, por más deshonrosa que fuera, por conseguir lo que quería. Su madre y su padre lo habían hecho. ¿Por qué alguien habría de esperar que el fuese diferente? Taemin dejó escapar un quejido y se alejó al galope. No se detuvo hasta llegar a los álamos dispersos y la maleza que se encontraban a orillas del riachuelo. Tras dejarse caer de su caballo, caminó tambaleándose a ciegas entre los árboles. Se apoyó contra un pequeño álamo y sintió unas ganas terribles de vomitar.

Toda su vida pasó tumultuosamente delante de sus ojos. Era un farsante, un impostor tan ordinario como cualquiera de los borrachos o los vagabundos a los que tantas veces había mirado por encima del hombro. No les llegaba a la altura de los zapatos a los ignorantes criados mexicanos a los que su madre tanto había despreciado. No sólo era un bastardo, también era el hijo de un chantajista. Y Minho siempre lo había sabido. Sintió que las náuseas volvían a estremecerlo. Sumido en lo más profundo de una tristeza que nunca había conocido, Taemin no sabía cómo podría volver a mirarlo alguna vez a los ojos. Cuando las convulsiones finalmente dejaron de sacudirle el cuerpo, Taemin se levantó. Su caballo había desaparecido. Se dirigió al campamento, pero cuando vio a Yoona y a Jun haciendo los preparativos para la cena, el pánico se apoderó de el. No podía regresar allí. Si antes la gente lo había eludido, ahora lo rechazaría. Corriendo a tropezones, Taemin fue al corral de los caballos. A ciegas cogió una bestia y empezó a ensillarla.

—No puedes montar a John Henry —le gritó Sehun—. Ése es uno de los caballos de Minho.

Sehun se golpeó la cabeza al levantarse de un salto del lugar en el que había estado dormitando bajo el carromato de provisiones. Soltó una sarta de maldiciones. Taemin se alejó del caballo como si esperase que éste lo atacara. Cogió una mula parda. Era demasiado fea y pequeña para pertenecerle a uno de los Choi. Agarrándose firmemente de su crin, se subió a su lomo. Luego, haciendo que girara hacia las cuerdas, Taemin la aguijó en las costillas. La mula empezó a correr, saltó las cuerdas y se dirigió hacia la pradera a todo galope.

Taemin (Libro 3 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora