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La luz de la luna decoloraba todas las cosas. Los sacos de dormir parecían particularmente blancos contra el oscuro suelo. Junto a cada bulto había un par de botas con un sombrero encima. El calor había hecho que la mitad de los hombres se quitara las mantas. Dos jóvenes vaqueros roncaban como ranas bramadoras en concierto, primero uno, cantando a la manera de un barítono bajo, y luego el otro, a la manera de un tenor tembloroso. Minho llevó su fardo de dormir al lugar donde se encontraba durmiendo su cuadrilla. Pero justo en el momento en que se disponía a extenderlo al lado de su hermano gemelo, lo asaltaron las dudas. Le preocupaba Taemin. Jun y Sehun no eran unos chicos todo lo alertas que a él le gustaría, pero entre los dos se ocuparían de que nada le ocurriera. No creía que pasara nada. Había más de una docena de hombres cerca de el, que correrían a ayudarle si llegase a presentarse la menor señal de peligro. Al menos se encontraba lejos de Frank.

Minho abrió su saco, dobló su manta para que hiciera las veces de almohada y se acostó, pero tardó un buen rato en relajarse. No le gustaba en absoluto que Taemin durmiera fuera. Su carromato le había parecido un armatoste ridículo en un principio, pero ahora que el se encontraba en su campamento, había cambiado de opinión. No era una buena idea tener a un jovencito aristócrata arreando ganado, pero si era forzoso que lo hiciese, no era apropiado que durmiera en el suelo junto a los hombres. Minho se dio la vuelta tratando de ponerse cómodo. Normalmente se quedaba dormido en cuanto su cabeza tocaba la almohada. Aquella noche podía sentir cada brizna de hierba que se encontraba bajo su cuerpo, y el suelo le parecía duro como una piedra.

No le ocurriría nada. Aunque estuvieran muertos de hambre, ni los lobos ni las panteras entrarían en el campamento. Si llegaba a producirse una nueva estampida, el se encontraba tan seguro junto al carromato de provisiones como podría estarlo en cualquier otro lugar, exceptuando su propia cama. Pero ya no tenía cama. Ésta, así como las sábanas y las mantas, y las costosas pastillas de jabón perfumado, hasta donde él sabía, habían pasado a ser propiedad del banco. Había una mata de hierba empeñada en sobresalir, de modo que Minho decidió mover la cama unos treinta centímetros. No le importaría que no arreglaran el carromato de provisiones del Doble D de inmediato. Le parecía bien que la cuadrilla de Taemin tuviera que comer en su campamento. Eso le daba la oportunidad de observar a sus hombres y decidir en quienes podía confiar y en quienes no. Pero esperaba que hubieran logrado arreglar el carromato de Taemin cuando llegaran a Fort Worth. No estaría tranquilo hasta que el pudiera dormir en un lugar privado.

Minho volvió a darse la vuelta.

—Coge tus cosas y llévatelas a un lugar desde donde puedas vigilarlo —gruñó Chan.

—Aquí estoy bien.

—Dar vueltas como si fueras una tortilla no es estar bien. O te quedas quieto o te largas de aquí. Los demás tenemos que dormir.

Minho sintió que se ruborizaba de vergüenza. Estuvo tentado de discutir. Más tentado estuvo aún de darle a Chan un puñetazo en la boca, pero si empezaba una pelea sólo lograría avergonzarse todavía más. Agradecido de que la oscuridad ocultara el rubor de su cara, Minho se levantó y recogió sus bártulos de dormir.

—Lo hago sólo para no molestarte.

—¡Seguro!, y la Navidad cae en el mes de julio.

Minho pisó a su hermano a propósito cuando se disponía a marcharse. La risa de Chan hizo que le entraran ganas de volver para pisarlo con más fuerza. Taemin dormía tranquilamente. Minho vio las alforjas. Ya no las tenía debajo de la cabeza. Las había dejado tiradas a un lado. Obviamente estaban vacías. Se detuvo un instante a pensar. Se preguntó que habría estado guardando en ellas y donde había ocultado su contenido. Indiscutiblemente se trataba de algo importante.

Taemin (Libro 3 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora