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Minho se detuvo y se volvió en su silla para esperar a Taemin. Habían estado siguiendo un serpenteante riachuelo que esculpía un pequeño valle al abrirse camino hacia el este en medio de las colinas que lindaban con la llanura. Las altas hierbas empezaban a dar paso a la salvia, y las pacanas y los olmos a los robles. Tenía que reconocer los méritos de Taemin. Se encontraba tan cansado que estaba a punto de caerse de su montura, pero le había seguido el ritmo durante todo el día sin quejarse ni una sola vez. No podía evitar tener una mejor opinión de el, y esto lo hacía sentir incómodo. No quería tener una mejor opinión de el. Quería seguir creyendo que era un chico tonto que pensaba que todos los inconvenientes de la vida se resolvían lanzando miraditas a los hombres ricos. No esperaba que eso fuese un problema que requiriera de toda su concentración. Necesitó acudir a su fuerza de voluntad para apartar a Taemin de sus pensamientos y concentrarse sólo en el ganado perdido. A pesar de lo irritante que era que lo estuviese siguiendo casi como hacía cinco años, el había logrado hacerles la competencia a sus vacas.

Eso le sorprendía. Él nunca había tenido problema alguno para sacarse a alguien de la cabeza cuando llegaba la hora de trabajar. Desde aquel día, hacía ya doce años, en que Chanyeol y él comprendieron que si no podían defender el rancho y protegerse a sí mismos les robarían todo lo que tenían y los asesinarían, la hacienda había sido su principal preocupación. Era lo único que él amaba realmente. Y en cierto sentido, ésa era la razón por la que había insistido en hacer aquel viaje a Wyoming. Aunque él era el único verdadero vaquero de la familia, DongWook era el mejor hombre de negocios. Y puesto que el rancho les pertenecía a todos, era DongWook quien tomaba las decisiones finales.

Minho prácticamente tenía carta blanca en todo lo relacionado con el rancho, pero eso no era suficiente. Ya no. Necesitaba estar solo, irse a algún lugar que se encontrara lo más lejos posible de la mirada vigilante de DongWook. Por eso había elegido ir a Wyoming, y estaba convencido de que el hecho de llegar allí sin perder una sola vaca probaría que él era un hombre capaz. Aunque el nuevo rancho también le pertenecería a toda la familia, no habría nadie inspeccionando todo lo que él hacía.

Ya no tendría que preocuparse de que alguien cambiara sus órdenes y toda la cuadrilla de vaqueros se enterara. Ésa era la oportunidad de demostrar su valía. Ésa era la razón de que se hubiera puesto tan furioso con Taemin por cruzarse en su camino. Por eso no podía entender su cambio de opinión respecto a el.
Ya no quería estrangularlo y dejar que las gallinazas devoraran su cadáver, ni siquiera cuando más se enfadaba con el. Su cuerpo era demasiado encantador para desperdiciarlo de esa manera. Había pasado la mayor parte de la mañana haciendo una relación de sus atractivos.

Ahora podía recitar esa lista de corrido sin olvidar una sola tentación. Había pasado toda la tarde enumerando las razones por las que consideraba que el era un incordio, y por las que debía meterlo en una caja y enviarlo de regreso a San Louis, pero no hacía más que olvidarlas. En cambio, se dio cuenta de que siempre lo justificaba y se aseguraba a sí mismo de que el no volviera a cometer los mismos errores.

Todo lo cual le asustaba terriblemente. No quería que ningún doncel como Taemin le gustara tanto. Además, no sabía de qué clase de cosas podía el llegar a convencerlo. Estaba considerando la posibilidad de llevarlo de regreso al campamento cuando vieron unas huellas frescas.

—Son de las vacas perdidas —dijo él.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Taemin—. Esas huellas se parecen a todas las que hemos visto hoy.

—Todas las demás volvían a coger el camino de regreso. Éstas no —Minho examinó las huellas con cuidado—. Se dirigen hacia el oeste al trote.

—¿Crees que alguien se llevó esas vacas?

Taemin (Libro 3 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora