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Las estrellas empezaban a apagarse cuando un débil resplandor apareció sobre el horizonte de la oscura bóveda de la noche. Momentos después los primeros rayos del sol, parecidos a delgadas y diminutas saetas de fuego, se abrieron paso entre los árboles. Todos habían regresado ya al campamento. Los hombres se encontraban agotados y el ganado se arremolinaba nerviosamente. Con el fin de mantener el hato en un grupo compacto, ninguno de los vaqueros se bajó de su montura. Las vacas estaban cansadas, pero cualquier cosa podía hacerlas salir en estampida de nuevo. Los hombres se apeaban de dos en dos para ir a tomar un rápido desayuno y regresar a toda prisa.

Taemin no comió nada. No tenía hambre.

—¿Cuántas vacas hemos perdido? —le preguntó a su capataz.

—Creo que no hemos perdido ninguna.

Pero estas palabras no tranquilizaron a Taemin. La manada parecía más pequeña. No sabría decir por qué, pues no podía contar tantas vacas y tampoco tenía la experiencia de Frank para calcular cuantas había. Quizás no fuera más que una sugestión.

—Cuéntalas.

—No tenemos tiempo. Minho está justo detrás de nosotros. Después de todo el tiempo que hemos perdido reuniendo las vacas, pronto estará pisándonos los talones. Las contaré cuando crucemos el siguiente río.

—¿Entonces no será demasiado tarde para volver a buscar las que se hayan quedado?

—No. Sólo habrá pasado un día. Las vacas perdidas, si es que las hay, no tendrán ningún problema en alcanzar a la manada.

Taemin no entendía por qué seguía teniendo la sensación de que había perdido algunas vacas. Los dos vaqueros a los que les había preguntado antes le habían respondido lo mismo. De repente pensó que le gustaría hablar con Minho. Con sólo echar un vistazo, él sabría si había perdido alguna vaca. También sabría si algo malo estaba sucediendo.

Recordó que su padre decía que Minho podía oler los problemas antes de que ocurrieran. Esta era la razón por la cual siempre estaba en medio de alguno. Taemin cabalgaba junto al rebaño cuando empezaron a alejarse del campamento. Bombardeaban su cabeza sentimientos que no podía entender, pensamientos fugaces que no podía captar. Tal vez estaba demasiado cansado para pensar con claridad. Después de todo, había estado despierto casi toda la noche tras su primer día de trabajo continuo sobre un caballo. No había podido ayudar en nada, pero al menos ahora sabía que cuando los longhorns salían en estampida, no había poder humano que lograra detenerlos. Correrían hasta que estuvieran tan cansados que ya no pudieran dar un paso más.

—Será mejor que hoy se quede en su carromato —le dijo Frank, acercándose a el—. Los animales todavía están muy nerviosos.

Taemin no tenía ninguna intención de viajar en su carromato, pese a que su cuerpo le dolía terriblemente, estaba exhausto y se moría por darse un baño caliente y dormir en una cama blanda. Algo estaba sucediendo, y tenía la intención de descubrir qué era. También quería aprender todo lo que pudiera acerca de arrear un hato y así poder convertirse en una persona útil en lugar de ser un estorbo.

—Dile al carretero que siga sin mí.

Frank frunció el ceño. Taemin sabía que estaba haciendo las cosas más difíciles al decidir cabalgar como si formara parte de la cuadrilla de vaqueros, pero Frank y los demás hombres simplemente tendrían que acostumbrarse.

—Estará exhausto antes del mediodía —le advirtió Frank—. No está usted acostumbrado a pasar todo el día sobre un caballo.

—Si es por eso, tampoco estoy acostumbrado a pasar todo el día en un carromato —le respondió Taemin, con mucha más dureza de la que había querido expresar—, pero voy a quedarme junto al hato. Si un ternero puede hacerlo, yo también.

Taemin (Libro 3 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora