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Taemin corrió hacia el grupo de personas congregadas en torno al carromato. ¿De dónde había salido aquella mujer? ¿Qué estaría haciendo allí? No había pensado en ello hasta aquel preciso instante, pero echaba de menos la compañía de otras mujeres o donceles. La sensación de encontrarse aislado había empeorado gracias al comportamiento de Minho en los últimos días. Esperaba que la chica no fuese sólo una visita. Esperaba que se quedara un tiempo con ellos.

—Mi nombre es Taemin Lee —anunció el mientras los hombres se apartaban para dejarlo pasar—. Espero que no se encuentre usted en problemas.

—La atacaron unos indios —dijo Sehun.

—¡Indios! —exclamó Taemin.

—Soy Yoona Im. Fueron los comanches —dijo la mujer con un suave acento sureño—. Mataron a mi esposo, se llevaron todo lo que teníamos y me abandonaron a mi suerte.

Taemin miró a Minho. Ellos habían pasado la noche en una aldea comanche. ¿Cómo era posible que los indios los hubiesen tratado tan bien a ellos y, al mismo tiempo, hubieran matado al esposo de aquella mujer?

—Hay muchos grupos distintos de comanches —le explicó Minho—. Algunos aún esperan poder expulsar al hombre blanco de sus tierras.

Taemin recordó que el jefe les había dicho que muchos jóvenes se habían ido con líderes más belicosos. Se preguntó si algunos de los hijos de las mujeres que les prepararon la cena ayudaron a matar al esposo de aquella mujer.

—Me alegra mucho que se haya usted encontrado con nosotros —dijo Taemin, tratando de sacudirse de la cabeza aquellas aterradoras imágenes—. Ya no tiene que tener miedo.

—Ahora me siento a salvo —dijo Yoona, mirando a Minho—. El señor Choi ha sido muy amable y se ha ofrecido a llevarme a Cheyenne.

—No será ninguna molestia —le aseguró Minho.

Taemin no pudo evitar el rictus que hizo que su sonrisa pareciera menos espontánea. Sus situaciones no eran en absoluto parecidas, pero le dolía pensar que Minho había tomado a Yoona bajó su protección de una manera tan expedita justo cuando estaba tratando de encontrar la forma de deshacerse de el. Además, no podía creer con cuánta deferencia trataba a aquella mujer. Era casi como si estuviera hablando con su madre o con una tía.

—¿Pudo usted salvar alguna de sus pertenencias? —inquirió Taemin, preguntándose por qué Minho no trataba a Yoona igual que a el.

—Nada —dijo la mujer—. Entraron en el carromato y se llevaron todo lo que pensaron que podría serles útil. Luego amontonaron todo lo demás dentro del carro y le prendieron fuego. Se llevaron incluso las mulas. Supongo que ahora estarán comiéndoselas.

A Taemin nunca le habían agradado las mulas. Eran feas y poco colaboradoras. Pero no creía que ni siquiera la mula más rebelde mereciera que alguien se la comiera. Entonces recordó el hambre tan terrible que estaban padeciendo las mujeres y los niños indígenas. Comerían cualquier cosa para no morir.

—La señora Im quiere ir a Dodge —le dijo Minho a Taemin.

—Por favor, llámeme Yoona. Buscaré trabajo allí —le manifestó a Taemin—. Después de lo sucedido, no quiero vivir fuera de una ciudad.

—La entiendo perfectamente —dijo Taemin—. Si algo parecido llegara a sucederme, creo que no dejaría de correr hasta llegar al Mississippi. —Llevó a Yoona junto a la fogata—. Debe de estar muerta de hambre. Se sentirá mejor en cuanto coma algo caliente. Jun es un cocinero estupendo.

—Gracias, pero no puedo quedarme sentada sin hacer nada.

—Claro que puede. Después de andar tantos kilómetros sus pies deben de estar matándola.

Taemin (Libro 3 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora