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Minho ya se había vestido incluso ya había salido de la tienda cuando Taemin se despertó. La sensación de bienestar que lo embargaba se transformó en pánico. Se vistió deprisa. No se sentía seguro si él no estaba a su lado. Lamentó por un instante que la magia de su primera noche juntos no hubiera durado más tiempo. Debería haber concluido en medio de un escenario emocional completamente distinto. Deberían haber despertado al nuevo día abrazados, con sus almas transformadas para siempre. Pero no podía preocuparse por eso en aquel momento, pues se encontraba solo en una aldea comanche. En aquel momento lo único que le importaba era encontrar a Minho.

Lo encontró a escasos tres metros de la entrada del tipi, hablando con los intérpretes apaches. Sintió un alivio tan profundo que no pudo permanecer de pie sin apoyarse en algo. Habría debido saber que él no lo dejaría allí. Si se negaba a confiarle a Frank, de ninguna manera le confiaría a los indios. A Taemin le agradaba saberlo. Nunca se había sentido desamparado cuando sus padres estaban vivos, pero por alguna razón sus cuidados no habían tenido el mismo efecto que los de Minho. Con ellos siempre se había sentido seguro y respaldado. Ahora se sentía protegido y valorado. No podía exponer la diferencia con mayor claridad, pero la percibía. Y le gustaba esa sensación. Minho se acercó a el en cuanto lo vio.

—Prepárate. Vamos a regresar al campamento. Han aceptado dejarnos pasar si les damos dos cabezas de ganado ahora y tres después.

—¿Tendremos que comer con el jefe de nuevo?

—No —dijo Minho, asegurándole con una sonrisa de oreja a oreja que todo saldría bien—. Espera a que regresemos. Estoy seguro de que Jun preparará algo completamente irreconocible.

Taemin sintió un gran alivio al saber que regresaría al campamento sin más preámbulos.

—No deberías quejarte de la comida de Jun. Es un estupendo cocinero.

—Entonces que abra un restaurante. Yo sólo quiero comer un trozo decente de tocino frito.

Taemin concluyó que Minho se sentiría muy a gusto en Wyoming. Al menos hasta que la civilización llegara allí. También resolvió que deseaba que la media docena de guerreros pieles rojas que habían aparecido de la nada para seguirles de cerca, encontraran algo mejor que hacer. Seguramente debía de haber al menos un búfalo que había sobrevivido a la matanza. O por lo menos podrían limpiar el campamento. Si no lo hacían, tendrían que mudarse en cuestión de días. Taemin tuvo que soportar una última visita al jefe, y otra larga conversación en español. Juró para sus adentros que aprendería a hablar ese idioma si alguna vez regresaba a vivir en el sur de Texas. Odiaba sentirse excluido.

La desazón de Taemin aumentó cuando ocho indios se montaron en sus ponis y se prepararon para marcharse con ellos.

—¿Por qué necesitan tantos hombres para traer esas vacas? —preguntó Taemin, echando un vistazo a la fila de guerreros pieles rojas que los seguían al salir de la aldea.

—Sólo dos de ellos vienen a buscar las vacas —dijo Minho—. He contratado a los otros seis para que nos ayuden hasta que lleguemos a Dodge.

Taemin apenas podía creer lo que estaba oyendo.

—¿Contrataste a esos indios, a esos comanches?

Minho se rió. Taemin no entendía por qué le parecía tan gracioso llenar su campamento de comanches, pero empezaba a darse cuenta de que Minho siempre se reía en los momentos más inoportunos.

—Necesito más ayudantes. No puedo remplazar a Frank y a los demás hasta que lleguemos a Dodge. Además, mientras estos comanches estén con nosotros, no creo que otros indios se atrevan a atacarnos o a exigir vacas. Creo que Frank aún anda por aquí cerca. Espero que al ver a los seis comanches rondando por el campamento, lo piense dos veces antes de intentar robar nuestras vacas.

Taemin (Libro 3 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora