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Taemin no daba crédito a sus oídos ni a lo que estaba sintiendo. Durante semanas había deseado que Minho dijera aquellas palabras. Había llegado a creer que ellas harían que todas las cosas del universo ocuparan el lugar que les correspondía. Sin embargo, cuando él lo miró a los ojos como si realmente lo amase, cuando la esperanza que había controlado con tanto esmero rompió sus cadenas y alzó el vuelo, el alma se le cayó a los pies.

Él no podía amarlo. Nadie podría amarlo ya.

—¿Has oído lo que he dicho? —preguntó Minho—. He dicho que te amo.

—Te he oído.

Minho parecía desconcertado.

—Esperaba que reaccionaras de otra manera. Pero supongo que no es posible que te ruborices ni que te desmayes si no me amas. No diré una...

—Sí que te amo —se apresuró a decirle Taemin. Él parecía estar herido y confundido, como si finalmente hubiera encontrado la manera de hacer lo que consideraba correcto y no pudiera entender por qué no había obtenido la respuesta que esperaba —. He estado enamorado de ti durante años.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Porque estabas demasiado ocupado tratando de hacerme regresar a Texas.

Minho al menos tuvo la cortesía de parecer avergonzado.

—En realidad no era ésa mi intención.

—Pues no te costó mucho trabajo convencerme de lo contrario.

Taemin quiso girar entre sus brazos para poder mirarlo a los ojos, pero era difícil amedrentar con la mirada a una persona tan desvergonzada como Minho en circunstancias normales. Y era imposible hacerlo cuando él le estrechaba entre sus brazos.

—¿Podría convencerte de que cambié de opinión? —le preguntó Minho.

Taemin quería creerle más que nada en el mundo. Se dijo que si él lo amara lo suficiente, nada más importaría. Podrían perderse en las tierras remotas de Wyoming y nunca más volver a salir de allí. Una insistente voz interior intentó decirle que estaba cometiendo un estúpido error, pero Taemin no quiso escucharla. No le decía lo que deseaba oír. Quería creer que Minho si lo amaba. Necesitaba creerlo.

—Podrías intentarlo.

Minho le permitió bajar y el cuerpo de Taemin se deslizó de modo íntimo por su cuerpo hasta que sus pies tocaron el suelo. Una vez que pudo sostenerse solo, él le soltó, cogió su rostro entre sus manos y con gran dulzura cubrió su boca de besos.

—Esto es por todas las veces que he querido besarte, pero no lo he hecho porque pensaba que no debía.

—¿Cuándo decidiste que estaba bien hacerlo? —le preguntó Taemin. Sus labios apenas se separaron de los suyos el tiempo suficiente para pronunciar esas palabras. Puso sus manos sobre las suyas, estrechándolas contra su rostro, embelesado con sus caricias, feliz de ceder ante su fuerza.

—Esta mañana, cuando te marchaste.

—Pero nos habíamos peleado.

—Pienso mejor cuando me peleo.

Taemin concluyó que nunca entendería a Minho. Pero mientras lo abrazara y le dijera que lo amaba, nada más importaba. Él sostuvo su cabeza entre sus manos y lo besó con toda la avidez de un hombre que se ha reprimido durante mucho tiempo. Le cubrió la boca con sus labios. Taemin quiso reír a carcajadas cuando le besó en los ojos y en la punta de su nariz. Él lo obligó a abrir los labios y su lengua invadió la boca de Taemin, electrizando todo el ser de este. Su lengua se unió a la de Minho en una sinuosa danza.

Taemin (Libro 3 - serie 7 novios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora