16 - Irina

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Pasaron dos días desde aquella noche en la playa. Apenas había estado en casa para dormir y desayunar.

Me los pasé junto a Lara, visitando la ciudad e intentando conocerla un poco más. Nos íbamos por la mañana temprano después de desayunar y vestirnos y no volvíamos hasta por la noche, que nos bebíamos un vaso de leche caliente y nos dormíamos.

En cierto modo me gustó pasar tiempo con ella a solas, reforzaba nuestra hermandad. Aunque sí que es cierto que echaba de menos las tonterías, las risas y en general todo de los chicos, a los que ya me había acostumbrado a tener cerca.

Aunque me lo pasase bien y disfrutase mucho de hacer turismo en la ciudad, no me encontraba del todo bien. La ruptura con Álvaro me había afectado bastante, por las noches solía llorar recordando todo lo que fuimos, todas aquellas veces que nos profesamos amor, todas esas veces que nos besamos, todos los goles que me dedicó, todas las veces que me consoló... y ahora... nada. No hay nada de todo eso, tan solo los recuerdos.

Siempre supe que si en algún momento lo dejábamos iba a doler, pero también tenía esperanza en que siempre lo podríamos arreglar. Por lo visto no, no todo tiene arreglo, y, quizás, sea lo mejor, al menos para mí.

De vez en cuando también me venían recuerdos del asalto del chico rubio, el día de las carreras. Ese recuerdo me atormenta, no soporto ver que no fui capaz de defenderme de él. Aunque no hizo nada más que rozarme el culo, pero eso ya lo convertía en mucho. De igual forma, también quiero olvidarlo.

Una cosa que me había planteado hacer hoy, y dejarme hecha es hablar con Ainara, mi mejor amiga, para hablar y comentar la noche de la playa. Aunque ya se la conté un poco por encima, necesitaba comentar de forma detallada todo lo que había ocurrido y pensar bien cómo reaccionar ante eso.

Hoy era martes y oficialmente en menos de una semana empezaban las clases. Me levanté a las nueve y media, puesto que hoy decidimos descansar del turismo. Me deshice el moño y me duché con agua muy caliente, después me vestí y recogí mi habitación.

A las diez me encontraba desayunando en la isla de la cocina, con mi café con leche sin azúcar y con hielo junto con un par de galletas de chocolate. Aunque pensé en llamar a mi mejor amiga supe que allí era muy pronto y esa conversación podía esperar a esa tarde.

No oí ruidos de ningún tipo y supuse que mis hermanos estarían durmiendo, por lo que fui a mi habitación agarré mi diario y un libro y me puse a escribir. No hice nada en especial, solo escribí de forma esquemática todo lo que había pasado esa noche y ver qué era lo mejor que podía hacer, pero pronto de cansé y me puse a leer.

¿Sabes ese momento en el que estás tan a gusto leyendo? Pues ese momento fue interrumpido por el pelinegro tatuado fan de la adrenalina y las ganas de morir. Y yo le daría el gusto de eso último solo por interrumpir.

Estaba en mi balcón, y aunque sigo sin saber cómo sube por el árbol, tampoco le voy a preguntar.

- ¿Interrumpo? – Dijo nada más ver mi cara cuando le abrí la puerta.

Tampoco quería enfadarme con él, sé que no lo ha hecho adrede, pero seguía jodiendo. De igual forma, decidía que no se notase mucho.

- Interrumpes la mejor escena del libro, pero no te preocupes, pasa. – Le dije en tono amable.

Muy sutil.

Calla - Mi consciencia siempre tan irónica.

- Gracias, aunque si interrumpo podemos hablar más tarde. – Habló con intención de irse, pero no le dejé, ya que había venido no le iba hacer irse.

Simplemente, Miami. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora