Dos años después.
Dos años. Dos años han pasado desde que me prometí a mí misma que iba a cambiar, que iba a luchar por y para mí, por y para salir del hoyo en el que me encontraba. Y lo he hecho, a día de hoy, puede decir que lo he conseguido, he podido mejorar mi salud mental, he eliminado de mi vida las inseguridades y los pensamientos negativos hacia mí misma.
Todo ha sido un proceso, un proceso que lleva tiempo, esfuerzo y sobre todo fuerza de voluntad propia. He necesitado de ayuda y apoyo ajeno para conseguirlo; he necesitado a mis hermanas, a mis amigos, a mis padres... y, sobre todo, a mi psicóloga, Gema, que gracias a ella haciendo de brújula para mí, me ha guiado y me ha ayudado a salir del hoyo en el que me encontraba. Pero ha llevado su tiempo.
Dos años, dos años en los que he cambiado tanto que ni me reconozco al mirar atrás, pero sé que esa soy yo, porque veo el cambio y lo noto. Ahora sé que puedo comer sin complejo, sé que puedo mostrar mi cuerpo sin inseguridad, y ahora, me veo con los mismos ojos que me veía Jack, con los mismos ojos con los que me han visto todos siempre; todos, excepto yo misma
Dos años. Parece mucho tiempo, o tal vez no tanto.
El tiempo es lo más relativo e hipócrita que el ser humano ha creado, pues siempre ha existido tiempo, sin embargo, nunca hay tiempo de nada, pero el tiempo lleva ahí antes de que el mundo en el que vivimos se crease.
El tiempo... 'El tiempo hace la madurez' solía decir mi abuelo, y ahora sé, que no se refería a las frutas. Hay mucha razón en esas cinco palabras, con el tiempo te vas dando cuenta de las cosas, aprendes a pensar de otra manera, a actuar de otra manera mucho más correcta y acertada. Sin embargo, el tiempo no es infinito, y hay que aprender rápido y ser cuidadoso, para que no se vaya antes de lo que debería y ser consciente de las cosas.
Una vez leí que siempre esta bien ser un poco egoístas y avariciosos de vez en cuando, y creo que, con el tiempo, hay que serlo, tanto como podamos, porque el tiempo no es lago que te vayan a devolver, es algo que jamás va a volver hacia atrás, que jamás vamos a recuperar.
Dos años, veinticuatro meses, setecientos treinta días. Es el tiempo que me ha llevado recuperarme de mi trastorno, es el precio que he tenido que pagar para recuperarme al cien por cien. Padecía de anorexia, un trastorno de la conducta alimentaria que alteraba todo mi cuerpo, afortunadamente, yo lo padecía en un grado leve-medio y no en uno grave-extremo.
En estos meses que he estado aquí en España no ha habido ni un solo día en el que no echase de menos a Jack, en el que no lo pensase, en el que no imaginase como será nuestro futuro juntos. Lo extrañaba, eso estaba claro, y a la vez que me recuperaba de mi trastorno, tenía que lidiar con sentimientos como la morriña, el añoro y el anhelo.
Morriña de mi hogar el Miami, el cual no he visitado desde que me fui en verano cuando acabé el curso; añoro de Jack, de sus besos, de sus abrazos y de sus gestos; y anhelo de lo que un día fuimos y de lo que un día seremos. Porque si de una cosa estoy segura, es de que lucharé por ese futuro, lucharé por él y por estos dos años de espera que espero que hayan merecido la pena.
Soy plenamente consciente de que ese tiempo lo pedí yo, pero estoy convencida de que es lo mejor que pudimos hacer para no terminar de rompernos a ambos y, espero que Jack, piense lo mismo, espero que haya sabido ver que esto lo hice por los dos, por mí, sobre todo, pero también por él, pues tampoco estaba al cien por cien recuperado y yo lo sabía igual que él.
Jack y yo hicimos una promesa, la promesa de que ambos lucharemos por nuestro futuro y esa promesa la tenía presente todos y cada uno de mis días, pues no hubo día en el que me quitase el anillo que él me regaló como su parte de la promesa, ni hubo día en el que me quité la cadena con la chapita y mi nombre grabado, el cual me regaló por mi cumpleaños aquel día en la playa.
Esa noche la guardo en mi corazón como uno de mis recuerdos más felices.
Estos dos años han sido muy duros mentalmente hablando, y no solo por el proceso de recuperación que ha llevado todo esto, sino también, porque en estos dos años mis pesadillas se han ido acentuando.
Aunque no todos los sueños eran malos, la mayoría sí lo eran, porque la gran parte de noches soñaba con Jack, algunas veces con un Jack roto, devastado por mi culpa por haberle pedido tiempo. En otras ocasiones era Jack feliz, sin echarme de menos con una de esas modelos escuálidas con las que siempre le decía que debía estar, pero en ese sueño, la que quedaba rota era yo. Aunque en la mayoría de sueños aparecía Jack, ninguno me hacía feliz, pues aun después de dos años, cada vez que tenía una pesadilla anhelaba esos fuertes brazos que me abrazaban tras un mal sueño y ese susurro asegurándome que todo iba bien.
Siempre que me pasaba eso se lo contaba a Gema y ella me decía que se debía al inconsciente, que temía que Jack se hubiese hartado de esperar y ya ni nos recordase. Gema solía decirme que no tenía por qué preocuparme, esa era la manera en la que el subconsciente se comunicaba con el consciente, que no me preocupase por eso y me centrase en mi recuperación. Pero cuando trataba de ignorarlo... digamos que no solía salir bien, pero bueno, se intentaba, que era lo importante.
Además, esa sensación de echar en falta algo, por muy mínimo que sea, durante dos años, era duro y no me ayudaba mucho.
Soy muy consciente de que puede haber rechazo por su parte, soy consciente de que tal vez se haya podido cansar de esperarme. Sinceramente, sería un varapalo muy duro para mí, pero lo entendería, pues esperar a la persona que quieres por dos años es duro, yo también lo he vivido, pero ya que él no soy yo, en algún momento se pudo hartar.
Yo nunca lo hice, nunca me rendí, porque por muchas veces que dudase de si nuestra relación tenía futuro, lo que realmente dudaba es de si yo tenía futuro a su lado. Pero como ya he dicho, la gente en dos años puede cambiar mucho y yo lo he hecho, he dejado todas esas inseguridades atrás, he dejado esos pensamientos de lado y ahora soy consciente de que todo lo que Jack me decía era cierto: yo me merecía a alguien como él.
Yo nunca lo dejé de querer, pues como ya dije una vez: Jack ha calado en los más profundo de mí y sacarlo de ahí siempre será imposible, pues siempre habrá una parte que lo recuerde, siempre habrá una parte de mí que lo quiera y nunca podré olvidarlo.
Conocido es por todos que los planes iniciales nunca salen bien, nada sale como lo planeas, por eso mismo no quería planear nada de mi verano en Miami, nunca lo llegué a pasar allí. No quiero hacerme una expectativa para que después se hunda y hundirme yo tras ella, pues es frustrante cuando te ilusionas con algo que luego no es lo que tú pensabas que sí. Lo único que quiero pensar es que todo saldrá bien, bien para los dos, que ambos seamos felices y, aunque no comamos perdices y tengamos nuestras dificultades, quiero que sepamos llevarlas, tratarlas y solucionarlas y esta vez juntos. Por eso me gustaría que ambos nos diésemos la oportunidad que prometimos.
Quisiera decir que quiero ver a Jack para recordar como era su voz, para recordar cómo era mirarlo a los ojos o tan solo sentir su mirada; incluso recordar como olía, pero no puedo, porque me acuerdo de cada gesto, de cada mirada, de cada entonación de su voz... En cambio, no recordaba qué había desayunado ayer y recordar tan en profundidad todos y cada uno de los gestos que él hacía, solo me hacía ser más consciente de que Jack sería la persona que quiero me acompañe toda mi vida.
Eso contando que esté dispuesto, pero... la esperanza es lo último que se pierde... ¿no?
Yo tampoco lo sé, ya os lo confirmaré cuando nos volvamos a leer.
;)
Todos los capítulos están editados y corregidos.
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Simplemente, Miami. (+18)
Teen FictionIrina es una chica corriente llena de complejos, es española y tiene 16 años. Se va a EE.UU, concretamente a Miami. Y allí conoce entre muchos a Jack, es el típico chico malo, con moto, fío y distante que tiene a las mujeres de hobby. LA HISTORIA E...