Día 12: Claro de Luna.

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Al igual que el disparo de una pistola anunciando el inicio de una carrera, corrí en el momento en que todas las piezas perdidas encajaban. Todo mi alrededor se difuminó.

—¡DAIKI!

Salí del edificio haciendo caso omiso a quien me llamó, corriendo lo más que mis piernas me permitían. Deseando que las pisadas que escuchaba tras de mí no me alcanzaran.

Me detuve cuando dejé de oírlas. Miré por encima del hombro para comprobar que estaba solo. Cuando lo confirmé, observé mi alrededor, jadeando por el esfuerzo que había hecho. Unos columpios abarcaron mi vista y, sin dudarlo, me dirigí a ellos completamente exhausto y con las piernas adoloridas. Me senté en uno, echando la cabeza hacia atrás.

El cielo de pronto se torno gris y una cortina de lluvia arrasó todo el lugar, empapándome entero. Sentí unas gotas deslizarse por mi mejilla pero, a comparación de las otras, éstas estaban cálidas.

Me di cuenta que esas gotas no le pertenecían a la lluvia.

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"Las palabras salieron de la boca del joven con gran facilidad, aunque un poco ariscas. La garganta comenzó a dolerle y sus ojos se llenaron de agua. Pero en ningún momento se detuvo. Como si su cuerpo le hubiera estado pidiendo la exhumación de aquel sufrimiento, guardado en lo más profundo de su ser.

La exasperación es un terrible cegador.

El sonido de la palma de una mano chocando contra la piel retumbó en los oídos del joven. Un fuerte ardor se propagó por su mejilla, volviendo ésta de color rojo. Lentamente, el joven miró la persona que lo abofeteó. La mujer agarró su mano temblorosa y de sus labios partidos, mirando fijamente el suelo, salió una frase que jamás imaginó el joven escuchar:

'Largo de aquí.'

Él se quedó inmóvil. Apretó sus labios al sentir el nudo formarse en su garganta, pero no iba a permitir que sus lágrimas saliesen. En vez de eso, tomó un poco de aire, agarró su mochila y se giró para abrir la puerta. El hombre sin pensarlo tendió su brazo para detenerlo; pero antes de completar la acción, el joven negó con su cabeza y le sonrió levemente. El hombre agachó la mirada al momento de bajar su brazo. La mujer tomó la mano con el que lo abofeteó y la apretó contra su pecho, mordiéndose su labio inferior. Sin nada más que decir, él salió de ahí.

Una vez en la acera, alzó la mirada hacia la ventana donde se hallaba el cuarto del niño. Metió las manos en sus bolsillos y, en un murmullo, se disculpó con él. El nudo no tardó en desenvolverse de su garganta.

El joven desapareció entre las sombras, bajo la tenue luz de la luna.

Minutos después de que él se fue, el hombre se dejó caer en el sillón, intentando contener el llanto. No lo logró. La mujer de pronto se sintió aturdida, pero no dijo una sola palabra. Solamente deslizó el anillo de su dedo anular, lo colocó en la mesa, y salió; sin importarle que la puerta se cerrara con fuerza tras de ella.

Un lloriqueo. Una canción. Un profundo sueño.

El niño se acercó a la ventana y vio un coche alejarse. Él estaba esperando pacientemente a que el joven llegara. Siempre al final de cada discusión, el joven se escabullía en su cuarto, se acostaba a su lado y le tarareaba la misma canción que él le cantó al bebé anteriormente, acariciando su cabello mientras le veía dormir. Pero esa ocasión, el joven no fue quien abrió la puerta de su cuarto.

Un dolor inmenso. Un mar de lágrimas....

Un repentino cambio."

Desperté sudando frío y jadeante. Observé el techo como si tuviera algo en él y coloqué el brazo en mi frente. Cuando parpadeé, sentí algo seco y derramado en el borde de mis ojos.

Estrella Fugaz Diurna (Daiki Mamura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora