Día 18: Tiempo de Espera.

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Mis manos se sentían sudorosas y ni siquiera estaba haciendo calor. Mis piernas un poco entumecidas por estar tanto tiempo sentado.

Acomodé la bufanda al momento de respirar hondo y presionar el pequeño botón. El sonido de unas campanas resonaron dentro de la casa. Segundos después, escuché los pasos de alguien acercándose a la entrada.

—Sí, ¿quién... —tragué saliva mientras deslizaban la puerta— ...es?

Lo primero que imaginé fue ver sus ojos rojos e hinchados, reflejando un gran desánimo. Pero no había nada de eso. Al contrario, estaban más que brillantes; su rostro y aspecto normales.

—Desapareciste por tres días —oculté mi alivio, simulando estar enojado—. Vine a entregarte las hojas impresas de lo que hemos hecho.

Trenzas me miró entre confundida y sorprendida, frunciendo el ceño. Parecía que estaba viendo un auténtico fantasma.

—¿Es —parpadeó sin dejar de tener la boca abierta— una alucinación?

—Ya quisieras —resoplé.

—¡Tú, chica patata! —Nekota señala a Trenzas, furiosa—. ¡¿Por qué apagaste tu celular?! ¡¿Y si algo te sucedía, grandísima tonta?!

Vaya, se nota que son mejores amigas.

—¡Suzume-chan! ¡Qué tal! —la saluda Tsurutani que estaba justo detrás de Nekota.

—Uwah, ¡tienes una casa enorme! —menciona Kameyoshi, abrazándose por el frío.

—¡Suzumeeee! —dice el tío de Trenzas a punto de llorar... ¿o ya estaba llorando?

Vi a Trenzas de reojo y podría jurar que estaba casi escrito en su cara lo feliz que se sentía. Sonreí levemente ante su expresión.

Al entrar en su casa, me invadió el olor a madera combinado con lavanda. Una mezcla muy peculiar pero a la vez muy agradable. Su casa era enorme y a comparación de la casa de su tío, éste era más al estilo tradicional. Mucho más espaciosa de lo que hubiera imaginado.

Después de que conversaran todo tipo de temas con su madre, ella nos invitó a cenar al enterarse que no habíamos comido algo en todo el camino; aparte de escuchar el gruñido estomacal de Kameyoshi. Ofrecimos nuestra ayuda, pero su madre dijo que iba a ser suficiente con la ayuda del tío de Trenzas.

Preparó dos ollas de sukiyaki y al destaparlas olía tan delicioso que creo comencé a babear. Agradecimos la comida, tomé los palillos y me serví unos shiitakes con un poco de udon y tofu. Demonios, estaban a morir. Pesqué otros más y algunos enokitakes.

De pronto, me di cuenta que Trenzas (quien estaba sentada al lado mío) me observaba detenidamente.

—¿Qué sucede? —pregunté mientras disfrutaba otro shiitake.

—¿Eh? No... No es nada —se volteó y comió un pedazo de ternera. A mí me sonaba a que quería decirme algo...., me encogí de hombros.

—Oh, es verdad. Suzume, ¿por qué no sacas unos futones para todos cuando termines de comer?

Los cuatro sobresaltamos al escucharla decir eso.

—¿E-Eh? ¡Es más que suficiente con la comida, sería mucha molestia! —respondió Nekota por todos, un poco nerviosa.

—Está bien. No sería de buen gusto sólo dejar que Yukichi se quedara.

Era difícil rechazar la invitación, más por la hora que era, así que decidimos mejor irnos mañana en la mañana. Teníamos suerte de que al día siguiente no nos tocara clases.

Estrella Fugaz Diurna (Daiki Mamura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora