Día 4: Un Mundo Aparte.

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—Nh —gruñe Trenzas al intentar subir por el derrumbe. Algo imposible pero que ella aún así lo intenta—. ¡No puedooo! ¡No...!

—Creo que es algo obvio si sólo observaras un poco —le digo, harto de escuchar sus quejidos.

—Bien. Mamura, ven y cárgame —me espeta, levantando su pulgar como señal de que está lista.

—¿Cómo es que la conversación se tornó así? —le miro enfadado, ignorando su repentina propuesta.

—Podemos lograrlo si cooperamos juntos. Yo subo primero y después te ayudo a subir.

Creo que está olvidando por completo el hecho de que soy más pesado que ella.

—No se puede —suspiro. Ella empieza a dar vueltas y pensar en qué hacer. Irritaba verla haciendo eso—. ¡¿Puedes quedarte quieta y sentarte ya?!

Ignora lo que dije, pero se detuvo a mirarme.

—¡Ya sé! ¡Subes tú primero y después me subes a mí! —me da una palmadita en el brazo.

Reaccioné al instante. No le presté atención a lo que dijo porque lo único en que se enfocó mi mente fue apartar el brazo y sonrojarme. Desvío la mirada y tapo mi boca con el dorso de la mano. No me gustaba que me viera así. Me sentía...

Vulnerable.

—Estoy bien por mi cuenta —murmuré sin apartar mi mano.

—L-Lo siento. Fui descuidada —se disculpó. Hubo una pausa y prosiguió—. Sobre eso, ¿por qué Mamura tiene un problema con las chicas?

Otra vez no sé qué responder. Más bien no sé si debería decirle la verdad. Sólo me quedé callado. Ella no parecía querer enterrar el tema así que me siguió preguntando.

—¿Es porque te molestaban mucho las chicas? ¿O alguien jugó con tus sentimientos?

Suspiré. Si no la detenía pronto podía llegar a conclusiones como dejarme manipular por ellas o cosas que ni al caso.

—El 90% es porque son molestas —realmente eso iba dirigido a ella—. El otro 10% tal vez sea porque... No estoy acostumbrado a ellas. No sé interactuar con mujeres ya que sólo vivo con mi padre y mi hermano.

Demonios. Diciéndolo en voz alta sonaba más estúpido que todas las posibilidades que ella me dijo.

—Eeeh —me miró sorprendida y después remató—: Mamura es muy simple.

Me hizo enojar lo último, pero siguió hablando.

—En mi opinión, el que sólo trates a las mujeres fríamente porque son molestas está mal. Las mujeres son más frágiles de lo que piensas —pausó un momento—. Pueden ser heridas con lo más mínimo.

Agachó la mirada, por lo que supuse que estaba hablando de sí misma. No pude evitar preguntarle.

—A ti, ¿te han lastimado mucho? —miré hacia al frente para que no se sintiera presionada.

—Yo...

Antes de que acabara de decirme, comenzó a llover. Nos levantamos rápido y buscamos un lugar en dónde refugiarnos y con suerte encontramos uno. De pronto, ella estornudó. No quería que pescara un resfriado y me contagiara así que le di mi chamarra.

—Úsala —le dije tratando de ocultar el frío que sentía, metiendo mis manos en los bolsillos—. Tu cuerpo es inesperadamente débil.

—Es raro ver a Mamura actuar amable —me dice divertida. Su comentario no me hizo gracia.

—Devuélvemela —le digo serio, con la mano extendida.

—Uuuh, lo siento —se pone la chamarra con rapidez. Coloca el final de la manga en su boca, tapándola—. Gracias.

Su expresión me hizo erizar la piel. Más porque pensé que se veía linda.

Me estoy volviendo loco...

La lluvia en vez de cesar, aumentó. Terminamos sentándonos en el lugar mientras esperábamos a que se detuviera y seguir buscando una forma de regresar.

—Tengo hambre —de pronto dice ella—. De verdad me gustaría comer algo calientito.

Comenzó a decir nombres de platillos que usualmente son caldos. Empecé a salivar un poco, pero me resistí.

—Ey, decir cosas como esas sólo harán que tengas más hambre —noté sus mejillas muy rojas y sus ojos entrecerrados—. ¿Por qué tienes la cara roja?

—¿Eh? Pero qué dices... —arrastraba las palabras y sacudió su cabeza. De pronto, cuando su estómago gruñe, cae en mi hombro. Eso, por supuesto, me hace sonrojar.

—O-Oye —me moví para que ella se quitara, pero no lo hizo.

Mierda, se había desmayado.

Junté todas las fuerzas que pude y me colgué uno de sus brazos en mi cuello. La verdad es que no sabía ni lo que estaba haciendo, pero teníamos que salir de ahí ya.

—¡Ey, resiste! —le grité. No respondió. Sólo deseaba que fuera por el hambre que sentía y no algo grave.

Comencé a caminar sin rumbo a buscar ayuda. Me dolía mi cuerpo por la caída de antes y tambaleaba al caminar, pero seguí buscando. Después de unos minutos, me detuve en algún punto por el cansancio y de repente alguien me gritó desde donde habíamos caído.

—¡¡MAMURA!!

Alcé la mirada. Hubiera querido que fuera otra persona. Últimamente, cada vez que lo veo me enfada. Nunca me había sentido así hacia alguien en particular, y menos hacia él.

—¡¿Están bien?! —me pregunta preocupado el profesor Shishio—. Déjame te ayudo a subirla.

Me deshago de mis pensamientos anteriores y atiendo lo que me dice. No es momento de estar pensando ese tipo de cosas. La cargo para subirla, pero me cuesta trabajo por el dolor y eso me provoca sentir un peso excesivo en mis brazos. Aguanto todo lo que puedo hasta que el profesor la alcanza.

—¡La tengo! —me avisa, la agarra con cuidado y la sube. Estando en sus brazos, una sensación recorre mi cuerpo. Sólo los observé en silencio.

—¡Bien Mamura, ahora vas tú! —se azoma el profesor y me tiende su brazo—. ¡Agárrate bien de mí!

Agarro su muñeca y apoyo un pie en la tierra lodosa. Escalo como puedo mientras él me va jalando hasta subir. Cuando llego a la cima, oigo a Trenzas balbucear algo.

Algo que el profesor sí escucha y se voltea a verla con rapidez.

—¡¿Chun-chun?! —le llama por un nombre extraño. Nos acercamos hasta el árbol donde la había dejado apoyada y comienza a preguntarle preocupado—. Ey, ¿estás bien? ¿Puedes caminar?

Ella no responde ni abre sus ojos.

—¿Chun-chun? —pregunta por última vez.

—Mi cuerpo... ¿Tiene GPS...? —le pregunta en un murmuro. Le miraba de una forma a la que nunca me había mirado a mí.

Apreté los dientes.

—De hecho sí. La tienes —le responde él, sonriendo levemente y mirándola con cierto... cariño.

Nunca vi que ella se diera cuenta de mi presencia. En ese momento, parecía que ellos compartían un mundo en el que yo no podía estar. Me sentí aislado, pero no me quejé.

Preferí quedarme en completo silencio como bien suelo hacer.


Estrella Fugaz Diurna (Daiki Mamura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora