Día 11: Fragmentos.

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Parpadeé. Dos. Tres. Hasta cuatro veces consecutivas. No me agradó la sensación que pronto sentí correr por todo mi cuerpo. Ese "algo" que me era imposible describir en una sola palabra.

El aire se torno pesado, incómodo. Ambos nos quedamos callados, cada quien metido en sus propios pensamientos. Pero lo que me dijo después fue más desconcertante que lo primero.

—¡Q-Quiero decir, le gustas a mi amiga! Ella me dijo que le gusta todo de ti, Mamura-kun, y me pidió que te lo dijera...

Punzó la parte de atrás de mi cabeza. Coloqué una mano en el lugar y cerré los ojos, tratando de apaciguar el dolor. Debería dejar de pensar tanto las cosas...

—Me disculpo con tu amiga, pero —tomé aire, sintiendo el dolor de cabeza desvaneciéndose— honestamente, que alguien le pida a otra persona que diga lo que ella siente es de lo peor.

Me desilusionó el hecho de que no fuera franca, ni siquiera con su amiga. Siempre he pensado que si quieres algo lo consigas con tu propia fuerza, no refugiándote con otras personas para conseguirlo.

Nekota me miró atónita. Di un largo suspiro antes alejarme.

—Con permiso.

—¡ESPERA! —de pronto gritó.

Volteé por instinto y esperé. Ella posó su mano en su pecho y, con sus mejillas sonrojadas, me confesó lo que realmente quería decir:

—La verdad es que yo... Yo soy la que está enamorada de ti, Mamura... —agachó su cara sonrojada, cerrando sus ojos con fuerza.

Ahora el atónito era yo. No sabía qué decirle. O más bien, temía decírselo, porque es como si me lo dijera a mí mismo. Ella estaba en la misma posición que yo: la persona que nos gusta, no nos es correspondida.

Supe con certeza que lo que sentía no era lástima. Simplemente es esa sensación que sientes cuando alguien más experimenta lo que tú de antemano sabes cómo es. Cómo quema. Cómo duele.

El sabor acre de un corazón roto.

Con mis manos en puño y curveando mi espalda por completo, le pedí disculpas. Las más sinceras que pude transmitirle.

—Lo siento mucho, pero me gusta alguien más. En verdad, lo siento.

—¡O-Oye, no te preocupes! Levanta tu cara, Mamura-kun —al mirarla de nuevo, me sonrió, pero de sus ojos empezaron a caerle lágrimas—. Está bien, gracias... por ser sincero conmigo.

Se limpió torpemente con el dorso de su mano, sin embargo no sirvió de mucho. Lloró en silencio. Cuando la vi así, quise acercarme a ella pero lo volví a pensar.

No puedo hacer nada, ya le he hecho mucho daño..... Mierda...

Volví a disculparme, casi en un murmuro, y me alejé. Si después de esto ella me agarraría rencor, no se lo negaría; al fin y al cabo estaba en todo su derecho. Caminando por el pasillo, me topé con Inukai y Sarumaru, ambos comiendo banderillas.

—¡Ah! Por fin regresaste. Me dijeron que te habías ido al baño, pero eso te tomó mucho tiempo. ¿Acaso te topaste con mujeres otra vez? —me dice Inukai entre comentario y llamada de atención—. Has estado muy frío con ellas todo el día, y eso no es bueno. Debes ser más gentil, eso te hace un caballero.

En mi mente pasó la imagen de Nekota, llorando desconsolada. Inukai estaba en lo cierto. Hoy me comporté como un idiota y no solamente con ella.

—Tienes razón —le respondí cabizbajo. Ambos me miraron sorprendidos, pero después sonrieron.

Estrella Fugaz Diurna (Daiki Mamura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora