Día 28: Una Vez Más.

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Los altavoces resonaban por todo el acuario, anunciando el próximo espectáculo de delfines. La gente se formaba en filas mientras los empleados del lugar se organizaban para tener todo bajo control.

Trenzas me miraba consternada, pasmada frente a mí. Mi cuerpo estaba entumecido, la aflicción carcomiéndome por dentro, sin embargo procuré no mostrar gesto alguno. No podía hacerlo cuando debo dejarla ir.

—¿Eh? —pronunció con una pequeña voz—. ¿A qué te refieres... con "vete"...?

Presioné los dientes, tratando de hallar las palabras correctas. Intentando que mis emociones no me doblegaran.

—Ya que no lo entiendes, te lo diré de una forma más clara —cerré mis manos en puño, enunciando con firmeza—: Tú aún lo amas.

Esas cuatro simples palabras laceraban peor que el hecho mismo.

—Te equivocas —intenta convencerse, desviando la mirada—. Eso no es.

Metí las manos en mis bolsillos, manteniendo mi postura con dificultad.

—Entonces, ¿por qué no escuchaste lo que él tenía que decirte en la enfermería? —ella volteó, atónita ante la pregunta—. Durante el festival deportivo, cuando oí que te habías lastimado, fui a la enfermería. Y, por accidente, escuché su conversación.

—Yo... —titubeó, colocando su mano cerrada en el pecho—, eso fue porque... las cosas con sensei ya estaban en el pasado y...

¿Por qué se esfuerza tanto en ocultar lo que realmente siente? ¿Qué la hace detenerse en seco?

Tomé sus mejillas entre mis manos, dándole una palmada lo suficientemente fuerte a modo de que reaccionara.

—¡No está en el pasado! —vociferé con dureza, ella dio un respingo—. ¡No has olvidado nada! ¡¡Deja de pretender ser fuerte!! ¡No huyas! ¡No te dejes llevar! ¡¡Piénsalo bien!! —deslicé levemente los pulgares en sus suaves mejillas antes de apartar mis manos—. Justo ahora, tienes cosas en qué pensar, ¿no es así?

Ella frunció su entrecejo hacia arriba, mostrando preocupación y tristeza. No por él, sino por mí. ¿Por qué siempre eres tan linda hasta en el último momento?

—¡Date prisa y ve! —le sonreí para que pudiera relajar su expresión. Ella me correspondió asintiendo levemente su cabeza. Se giró y corrió a toda velocidad como es de costumbre. La observé hasta perderla de vista.

Salí del acuario de regreso al hotel. Pero de sólo pensar que tengo que aparentar estar bien, decidí ir a caminar por la playa. Mi único acompañante era el sonido de las olas chocando contra las piedras. Mis pies se hundían ligeramente al pasar por la arena húmeda, contagiándose del frío del agua. Tomé asiento y observé el increíble cielo azulado con las escasas nubes blancas.

En ese particular momento de tranquilidad, saqué mi celular y tecleé:

"Me hizo feliz el que me invitaras a Okinawa. Nos vemos, tonta."

Al ver que se había mandado el mensaje, apagué la pantalla. En el contrastante azul, los recuerdos fluían como la espuma que el mar generaba al deslizarse por la arena. Uno tras otro, dañando como fuego.

De haber sabido que el final sería tan pronto... hubiera hecho mucho más. Expresarle todo, absolutamente todo lo que me hacía sentir. Qué ironía. Le dije que dejara de hacerse la fuerte, cuando yo hago lo mismo que ella. Reprimiendo mis emociones. Convenciéndome que el dejar que se fuera, es la mejor decisión que pude haber hecho.

Luego de dejar que unos minutos más pasaran, caminé de regreso a la habitación. Afortunadamente estaba vacío. Agarré los audífonos que había dejado encima de mi maleta y los coloqué en el cuello mientras repasaba mi lista de canciones. Sentado en la orilla de la cama, sin expresión alguna.

Estrella Fugaz Diurna (Daiki Mamura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora