Día 5: Enfermedad.

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El profesor al ver que ella no iba a reaccionar pronto, decidió cargarla en su espalda. Lo dejé. La verdad es que no me sentía con fuerzas, ni física... ni emocionalmente.

Mientras caminábamos de regreso al hotel, lo único en lo que él y yo intercambiamos palabra fue para preguntarme cómo habíamos llegado hasta allí. Yo me encogí de hombros y sólo le dije que nos habíamos caído. Fue todo. No quise ni sentía la necesidad de darle más explicaciones. Él ya no me dijo nada.

Así fue como el silencio incómodo nos acompaño en todo el camino.

—¡Volvimos! —anunció el profesor.

—¡Oh, profesor Shishio! ¿Se encuentran bien? —alguien le pregunta, suspirando algo aliviado.

—Sí, bueno, algo así. Perdón por las molestias —se disculpa el profesor—. Al parecer Yosano tiene fiebre, así que la llevaré a la clínica. Ah.

Se detiene y se dirige a mí. Yo ya no estaba prestándole atención porque me estaba secando el cabello con una toalla que me habían dado.

—Oye Mamura, ¿qué hay de ti? ¿No te lastimaste?

Lo miro. Luego la miro a ella reposando en su hombro y recuerdo la expresión que le mostró hace unos minutos. Otro lado de ella que no conocía. No pertenezco ahí.

Suspiré y le di la espalda.

—No realmente —le contesté sin ganas y me dirigí a mi cuarto.

Cuando entro, me dejo caer en la cama y poso mi brazo arriba de mi cabeza. Cierro los ojos y la veo.... Luego la sonrisa de él. Frunzo el entrecejo. A tientas alcanzo mi mochila, saco mi ipod y mis audífonos, y lo pongo a todo volumen. Lo suficiente como para no escuchar ningún ruido a mi alrededor. Necesitaba estar a solas con mi música.

Minutos después, alguien entra en el cuarto y me mueve. Despierto somnoliento y le pongo pausa a mi ipod. Era Inukai.

—Habrá una fogata, ¿no quieres ir? —me pregunta, sonriente. La verdad es que no quería, pero asentí. No me haría nada mal estar allí aunque sea un rato. Me despabilé y lo acompañé hasta afuera.

Allí estaban todos, alrededor de la inmensa fogata. No faltaba quien se aprovechara del momento y se acercaba a su pareja, abrazándole y tomándola de la mano. Me aborrecía nada más de verlos. Por eso, busqué un lugar lo bastante alejado de ese ambiente empalagoso y lo hallé, cerca de una ventana. Supuse que nadie estaba allí ya que las luces estaban apagadas. Cuando me fui acercando, alcancé a notar unos puntos pequeños y brillantes en la ventana.

Eran luciérnagas.

Habían tantas que alumbraron la mayor parte del cuarto. Era asombroso, jamás había visto tantas en un lugar tan pequeño. Si ella viera esto, tal vez le hubiera agradado. Me paré en seco.

¿En qué carajos estaba pensando otra vez?

Al final, opté por regresar a mi cuarto.

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Terminó el viaje y regresamos a la escuela. Me quedé dormido durante todo el camino de regreso y sólo me desperté para bajar del autobús. Después de que el profesor pasara lista de nuevo para ver si estaban todos y todo el ritual que hacen usualmente, cada uno de los estudiantes tomaron su rumbo.

Inukai, Sarumaru (otro amigo) y yo nos quedamos porque se supone que estudiaríamos para los exámenes que estaban en puerta. Pero luego ellos empezaron a discutir como padre e hijo rebelde y yo sólo formaba parte del escenario.

—Entonces, ¿a la una en tu casa, Inukai? —le pregunta Sarumaru.

—¡Pero te vas a poner a jugar! —se queja Inukai—. Vas a ver que cuando te dejemos solo, empezarás a jugar.

Estrella Fugaz Diurna (Daiki Mamura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora