Día 15: Promesa.

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Observé la bufanda con detenimiento. La volví a meter en la bolsa de cartón y la volví a sacar. Parecía que estaba jugando, pero la verdad es que no era así.

—Qué mierda hago con esto —murmuré.

La bufanda si tuviera ojos, tal vez me miraría con inocencia. Di un largo suspiro. Hace algunos días que había comprado esta bufanda en una tienda de regalos, pero ahora me estaba arrepintiendo de haberlo hecho.

Ni siquiera tienes las agallas para dársela, nada más te haces idiota.

Tiré la bolsa en donde la había envuelto y la coloqué en mi cuello. Calcé unas botas negras, tomé el abrigo gris oscuro de la silla de mi escritorio y me salí, sin antes dejar una nota en la nevera donde decía que iba a llegar tarde.

Estaba haciendo tanto frío que hasta podías formar nubes en el aire cada vez que exhalabas. Caminé hacia la estación donde se supone que vería a Inukai y Sarumaru para irnos a la fiesta de Tsurutani.

Hace una semana, Kameyoshi y Tsurutani invitaron a todo el salón a una fiesta navideña que se haría en su casa. Según esto que iba a ser la mejor fiesta del año. Yo realmente no iba por eso, sino porque quería verla a ella.

Éste maldito estúpido sin remedio tenía la gran idea de darle un regalo, pero obviamente eso no iba a suceder. A la mera hora sabía que no lo iba a hacer y por eso mejor me regalé a mí mismo lo que había comprado.

Saqué el celular y le mandé un mensaje a mis supuestos amigos que aún no llegaban. Media hora después de haber enviado el mensaje y de no sentir mis dedos, ambos aparecieron, disculpándose. Sarumaru y yo no traíamos nada en las manos, pero Inukai estaba cargando una gran bolsa de regalo. No fue necesario preguntar para quién era, ya que estaba más que obvio.

Caminamos unas cuadras hacia arriba, doblamos en algunas calles y llegamos.

—Adelante, bienvenidos —nos invitó a pasar Tsurutani. Sarumaru y yo le tomamos la palabra, pero Inukai se quedó en el marco de la puerta. Entendí lo que trató de decirme él con la mirada y me alejé con Sarumaru, jalándolo del codo, para darles espacio.

La casa por fuera se veía pequeña, pero por dentro estaba.... Bueno, era un poco más espaciosa. Los santas, renos, el árbol navideño, las guirnaldas de distintos tamaños y otros adornos estaban por todo el lugar. La comida típica de la época apenas y cabía en la mesa. Agradecí que la música no fuera navideña, porque sino me hubiera dado un tiro. Todos estaban en sus rollos: bebiendo champán o refresco, conversando, jugando Wii, acabándose las botanas y demás cosas. Sarumaru empezó a unírseles mientras que yo escaneaba todo el lugar, deseando encontrármela.

Sin embargo, no estaba por ninguna parte.

Ocultando el gesto de decepción, me serví champán en un vaso y la bebí de un solo sorbo. Y entonces, escuché a alguien comentar:

—Guau, ¿ya viste a Suzume? Con esa pinta se ve tan diferente que cuando estamos en clase, ¿no crees?

Volteé de inmediato.

Cabello suelto, camisa blanca semitransparente con detalles negros, falda rosa claro, medias negras hasta la rodilla y unos tacones que hacían juego con su vestimenta. Su mirada estaba concentrada en algún lugar.

¿O los ángeles realmente existen, o está champaña ya me está haciendo delirar?

Descarté esa opción cuando alguien le ofreció algo de tomar.

Cuando se quedó sola, me fui acercando lentamente y me quedé parado a unos pasos de ella, a su lado derecho.

—¿No quieres —sus ojos se posaron en mí y por poco se me cae el vaso— un poco de carne?

Estrella Fugaz Diurna (Daiki Mamura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora