Día 8: Esperanza.

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Sentí la adrenalina corriendo por mis venas, el cual traté de controlar haciendo mis manos en puños. Él iba acompañado de una mujer, escuchando atento a todo lo que ella le platicaba, pero su gesto cambia abruptamente al toparse con la mirada de Trenzas.

Todo en mí me decía que la sacara de allí, pero mi reacción fue lenta. La mujer ya caminaba hacia nosotros, llevándose consigo al profesor de su brazo.

—¡¡Suzume-chan!! —dice ella desbordante de alegría—. ¡Qué coincidencia encontrarme contigo en un lugar como éste!

"Coincidencia", sí claro. La mujer nos miró alternadamente. Y como si apenas se hubiera dado cuenta de algo, su sonrisa se acentúa.

—¿Acaso ustedes dos están en una cita? —pregunta con curiosidad.

—Em, no —le dice Trenzas en tono bajo y agachando su cabeza. Su respuesta fue un gran golpe bajo para mí, a pesar de ser cierto—. Vinimos aquí con otros amigos, pero nos separamos sin querer...

—Oh. Bueno, es que hay mucha gente. Era de esperarse —concordó con ella, encogiéndose de hombros.

El ambiente se tornó pesado e incómodo. Nadie hablaba; sólo se escuchaba el bullicio de las personas que pasaban a nuestro lado. Vi de reojo a Trenzas y la vi palidecer.

—Me retiro primero —espeta de pronto.

Eso me toma por sorpresa. Sin esperar respuesta alguna, comienza a alejarse rápido entre la gente.

—¿Eh? Oy-...

—¡CHUN-CHUN! —grita el profesor al salir corriendo tras ella.

Maldije para mis adentros.

—¡Oye! —alcancé a decirle a él, a la vez que alzaba mi brazo para alcanzar su playera y jalarlo, pero su acompañante se planta frente a mí: obstruyéndome. Sólo pude rozar la tela con las yemas de mis dedos.

—No creo que esa sea buena idea —me dice ella con suma tranquilidad y sonriente.

—¿Quién eres? —le fulminé con la mirada. No sé cómo puede sonreír cuando por su culpa me quedé como...

—Soy una extraña. Al igual que tú —eso me desconcertó—. Ah, ya se fueron y me dejaron atrás —balbuceó e hizo un puchero.

Me sentí más perdido que en un laberinto. Si ella no quería que el profesor la persiguiera, ¿entonces por qué demonios me detuvo a mí en vez de a él?

—¿Por qué no lo seguiste y lo trajiste de vuelta? —le pregunté, harto de sólo pensar las cosas y no decirlas.

—Porque eso no me corresponde —sonríe, pero no sentí que fuera una sonrisa genuina. Desvía su mirada y agarra su codo mostrando cierta vergüenza—. Aparte, todavía tenemos la opción de retractarnos con dignidad.

Sobresalté. Sentí una fuerte punzada en mi pecho mientras que, a lo lejos, anunciaban el final de los juegos artificiales y del festival.

—Bueno, me voy —se gira sobre sus talones y me dice por encima de su hombro—: Haz lo que desees. Ya no me entrometeré más en tu camino.

Y se va. Todos empezaron a recoger los puestos y la gente se fue dispersando. Metí las manos en mis bolsillos, mirando hacia el cielo. Todo lo que ha sucedido de pronto me parecieron ficticios: el haberla abrazado, su calidez de sus manos en las mías, la nitidez con las que se veían reflejados los fuegos artificiales en sus ojos. Que alguien más asegurara algo que yo de antemano sabía, fue como echarle sal a una herida fresca.

Enojo, frustración, pesimismo y melancolía. Esas palabras describieron por completo el día de mierda que tuve hoy.

Caminé con desánimo rumbo a la salida. El tiempo transcurría lento y mis pasos resonaban como fuertes zancadas contra el suelo, pero quería llegar a casa. Mi mente ya no podía pensar, ni lo obligaba a hacerlo.

Estrella Fugaz Diurna (Daiki Mamura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora