Día 6: Como el Cristal.

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Al llegar a casa, encontré a mi padre y a mi hermano sentados viendo la televisión. Daichi me miró y anunció a los cuatro vientos:

—¡OOOOH! ¡Daiki está rojo como una manzana! —me señala el mocoso. Le doy una mirada de muerte y él me saca la lengua. Mi padre voltea, parpadea unas cuantas veces y después me pregunta con tranquilidad:

—¿Estás bien?

—Sí, no es nada—desvío la mirada y subo las escaleras mientras escuchaba a lo lejos cómo Daichi me decía "manzana" repetidas veces.

Entré en mi cuarto y cerré la puerta tras de mí antes de que el mocoso entrara a molestarme aún más. Me deslicé hasta caer al suelo y apoyé mi cabeza en la puerta. Di un largo suspiro.

Mi mente parecía una enorme bola de estambre. En parte, estaba impresionado por lo que había hecho; y en otra, tenía un poco de miedo. No sé si Trenzas lo vaya a tomar bien o malentienda todo... que sinceramente pienso que será la segunda. Considerando que ella es distraída, dudo mucho que haya pensado en algún momento en mí de esa forma.

 Me levanté cansado y me aventé en la cama. Sin pensar en más, me quedé completamente dormido.

Al día siguiente, la veo en los casilleros, apenas acabando de ponerse sus zapatos. Vaya suerte la mía. Al menos esperaba encontrármela en el salón, así me daba tiempo de mentalizarme y actuar normal, pero últimamente la suerte no está a mi favor. Respiré hondo antes de acercarme a ella.

—Ey —le dije tranquilo y mostrando la cara de siempre. Hice bien.

—Bu... —se volteó a verme, pero al instante desvió la mirada—. Buenos días.

¿Pero qué...?

—Oy-....

—¡Ah, sí! —me interrumpe y mira al techo como si lo que tuviera que decir estuviera escrito ahí— D-Debo ir al, em..., ¡baño! antes de que el examen comience, ¡ADIÓS!

Y huyó. Literalmente.

Me quedé inmóvil. Exactamente eso es lo que no quería. Demonios, espero esté pensando bien las cosas. Metí las manos en mis bolsillos y me fui al salón.

Sin escalas, llegué a mi asiento y traté de no prestarle atención a ella. Así fue la mayor parte del día. En momentos me ponía mis audífonos y en otros me acercaba a Inukai y Sarumaru para platicar. Lo que sea para mantenerme distraído y hacer caso omiso de su presencia. Hasta que ella se acercó a mí:

—Mamura —dijo con seriedad y esta vez sin titubear—. ¿Puedes venir un momento?

Sin contestarle siquiera, me levanté y la seguí todo el camino hacia la azotea. Por fuera podía verme muy tranquilo, pero era todo lo contrario. En verdad, deseaba que lo haya tomado bien.

Saliendo al aire libre, ella se apoyó en el barandal y yo me mantuve a una cierta distancia de ella. Como no parecía iniciar la conversación, decidí ser yo el que rompiera el silencio.

—¿Qué sucede? Después de haberme ignorado esta mañana —no oculté mi molestia al decir lo último.

Ella tomó aire y estiró sus brazos, mirando el cielo comenzó a hablar.

—El otro día —pausó un momento—, ¿por qué hiciste eso?

No supe qué responderle y ella prosiguió.

—Tal vez lo hayas hecho por diversión, pero... —agachó su cabeza—, realmente me inquieta.

Me moví incómodo. Entiendo que ha de haber sido difícil para ella: un tipo que según la odia y de pronto le de un beso en la mejilla, debió poner su mente en un completo caos. No la culpo por ello, pero tampoco me satisface el resultado.

Estrella Fugaz Diurna (Daiki Mamura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora